TEMA EDUCATIVO: VIRTUDES DEL ENSEÑAR 

POR: BAYRON BOLIVAR GIL GRAU

Quiero tomar como excusa la urgente necesidad que tiene la sociedad de la Escuela, cuando al darse cuenta, que lo más preciado de la Constitución Política, señalado en los artículos 67, 68 y 95, no se cumple como responsabilidad social de lo que implica formar buenos ciudadanos. Por el contrario, la educación está en crisis: hay frustraciones, utopías sin cumplir, odios, no apoyos a la búsqueda del camino personal autónomo de los estudiantes, un poco de todo y un poco de nada. Es lo que se vive en las aulas: no hay expectación, no se siente ese formar, no hay un hilo conductor de la apuesta constitucional. Esta es la cruda realidad del  sistema educativo. La Escuela y la universidad no promueven la versatilidad de la vida de los educandos a partir de sus talentos y vocaciones: en ella solo logra dominar el escenario de las competencias y las pruebas estatales, cuando la característica mayúscula de estos “índices de calidad”, es que son descontextualizadas frente a la realidad social, por lo tanto, no son pertinentes.

Los saberes que allí se transmiten no son formas punzantes de crítica para la transformación social, donde el estudiante los mastica por un simple deber notal. No se respira profundamente un análisis, una reflexión, no se construye, solo se domestica. Por ello, el aprendizaje se esconde detrás de lo que enseña el profesor. La enseñanza no es provocación, no es seducción, no es conquista, solo hay tristeza, abandono, aburrimiento, soledad y desolación. El estudiante no es actor en mayúscula. No se le da importancia a sus talentos y vocaciones, porque la Escuela y la universidad son genuflexas ante el discurso de las competencias y de las pruebas estatales. La enseñanza no denota humanidad, donde solo se promueve hay un falso optimismo: la preparación para esas pruebas. El docente no se reconoce como un acompañante en el viaje de autonomía que ha de seguir el estudiante. A la Escuela se le “mira” como un espacio de conflictos y no de un encuentro de culturas, anunciando con ello la pérdida de fe por parte de la sociedad hacia esta milenaria institución.

Los problemas de la sociedad no retumban en la Escuela. Solo se habla de la economía de los recursos por parte del secretario de educación y de los rectores, donde esta institución, como las escuelas rurales se derrumba a pedazos, no hay construcción curricular. No hay vida propia, todo es postizo, como postizos son los resultados de las pruebas estatales. La enseñanza no camina con vida propia por las calles de aprendizaje de los estudiantes, porque todo responde a formatos vacíos. Y la pregunta es, ¿qué pasa con el sistema educativo? ¿Qué pasa con la Escuela y la universidad? Frente a todas estas tareas formativas, estas instituciones deben ser el encanto de paisajes para ese viaje autónomo desde los pinceles del enseñar y el aprender. Ellas deben impresionar la imaginación estudiantil. No deben ocultar la fascinación que les produce a los estudiantes los cielos de la formación, que se plasman en cada actuación de docentes y estudiantes, donde esos saberes tengan la soltura que da la urgencia de la vida en los momentos de los niños, adolescentes y jóvenes.

En todo esto, el currículo es como una pintura de un viaje a ese lugar alcanzable que es la autonomía, que se forja a través de los colores y las palabras del docente. El currículo entonces, se presenta como oportunidades formativas para cada estudiante, como un conjunto, como identificación y fortalezas de vocaciones y talentos para empoderar sus autonomías. Tenemos, que este recorrido es variopinto y muy personal para preguntarnos: quiénes son nuestros estudiantes, sus padres, sus hábitos, conocimientos, valores, entre otras huellas. Esto, para que cada estudiante pinte-construyendo su biografía intelectual de vida con sus alegrías, sueños y esperanzas, para que con sus pinceles establezca diálogos con docentes y compañeros, a fin de registrar esos momentos talentosos de aprendizajes, como el encanto de mostramiento para sus padres y la sociedad. Frente a todo esto el currículo es la conquista artística de docentes y alumnos para mantener encendida la llama de la enseñabilidad y aprendibilidad. El currículo es una experiencia performativa que relee el texto de la sociedad: ¿cuáles son sus tensiones? ¿Sus miedos? ¿Por qué está así nuestra sociedad? ¿Cómo contribuye la escuela? ¿Qué exigencias debemos perpetuar y fortalecer como valores?

Por ello, el currículo debe ser una experiencia formativa inmersiva para que cautive los sentidos sumergidos en el enseñar desde la cultura, con pasión para que constituya la columna vertebral del accionar del docente como creador de textos. De acuerdo con esto, el enseñar debe dar a conocer la parte más humana de un saber, como una muestra que impacte e impresione, por eso el enseñar debe ser un claro ejemplo de pensar y desarrollar saberes específicos ligados a la formación de buenos ciudadanos. Aquí, es donde está el juego de la belleza de la naturaleza de un saber a partir del cual el maestro-artista crea escenarios curriculares singulares, donde la experiencia de su práctica pedagógica surge de momentos reveladores en el aula como espacio privilegiado, donde se encuentran las fronteras entre el enseñar y este formar. El aula como un espacio expositivo, contribuye a transformar totalmente de manera radical el papel de la Escuela, para potenciar un desfile de saberes, talentos, vocaciones, que docentes y estudiantes observarán y descubrirán sentidos impensados.

Es un proyecto permanente y un desafío que sepa trasladar el desarrollo y fortalecimiento de los valores constitucionales a la sociedad: se trata, de que docentes y estudiantes se adentren en un proceso creativo para vislumbrar cómo ser ciudadano los convierte en actores más fascinante y más visible a los ojos de aquella.  En tal sentido, el currículo escolar debe impresionar con las imágenes de enseñanza y aprendizaje de este formar, a fin de conectar la sociedad con sus problemáticas con el quehacer de la Escuela desde: relatos, ideas centrales que los articule, escenarios, personajes, eventos organizacionales que pongan el eje sobre la enseñanza y el cuido de los bienes públicos, por ejemplo, como un trasfondo investigativo. Se pretende dotar a un contexto concreto de formas axiológicas con una fragancia constitucional; es decir, anclar la fuerza de los valores a temas de enseñanza muy precisos. Por ejemplo: ¿cómo enseñar y formar para convertir a los futuros  ciudadanos en censores de los bienes públicos? La cuestión es: hay que enseñar esta problemática, porque hacerlo es todo un desafío.

Este es y debe ser el placer virtuoso de todo docente: ¿cómo poner la sensibilidad, las emociones y sentimientos  de lo que enseña al servicio de la defensa de los bienes públicos? En esto hay algo de actoral por parte del maestro, relacionado con saber interpretar momentos históricos de esta problemática: este es el circuito ideal de una práctica pedagógica virtuosa. Es una imagen enseñable potente. Es un homenaje a las virtudes de dicentes y estudiantes: visiones, sueños, deseos y planificación curricular. Estos son los conectores para pensar lo dramático de la corrupción de los bienes públicos. Como docentes tenemos que convertirnos en censores de ellos y llevar casos de la vida real al currículo para que nuestros estudiantes sepan exponerse con soluciones éticas ante la sociedad. Se trata, de una sabia salida pedagógica del mundo de la Escuela y del docente intelectual formándolos como lo más importante para la sociedad por sus impactos beneficiosos.