En los años 70 del siglo XIX, el café comenzó a ser un activo fundamental en las bolsas mundiales, consolidándose como la moneda internacional de los países productores clave como Brasil, El Salvador, Guatemala y México. No obstante, fue en Colombia donde el café adquirió un estatus supremo a partir de la década de los 90.
Gracias a su biodiversidad geográfica única y a los métodos de procesamiento intuitivos de sus caficultores, Colombia ha consolidado una reputación incomparable como el principal productor de cafés arábigos premium a nivel global. Este reconocimiento no solo se fundamenta en la calidad excepcional de sus granos, sino también en el compromiso con la sostenibilidad y la innovación en todos los procesos de producción.
Hoy en día, cada taza de café colombiano no solo representa un deleite sensorial, sino también un tributo al legado de generaciones de caficultores que han perfeccionado el arte de cultivar, cosechar y procesar café con meticulosidad y pasión.
Colombia, sin duda, continúa siendo el epicentro mundial del café de calidad superior, una tradición que perdura y se renueva con cada grano.