En medio del árido paisaje del desierto de Atacama, conocido como el más seco del mundo, un extraordinario evento ha capturado la atención de locales y turistas por igual. Por primera vez desde 2015, el desierto se ha cubierto con un manto de flores blancas y moradas, en un área que se extiende por cientos de kilómetros.
Este fenómeno, llamado el «desierto florido», normalmente ocurre en la primavera austral, entre los meses de septiembre y noviembre. Sin embargo, este año ha sorprendido al florecer inesperadamente a mediados de año, durante el invierno del hemisferio sur. Expertos señalan que el cambio climático y las lluvias asociadas al fenómeno de El Niño han sido determinantes para esta floración temprana.
Según análisis de la Pontificia Universidad Católica de Chile, en los últimos 40 años solo se han registrado 15 eventos florecientes de esta magnitud en la región. La cantidad de precipitaciones, especialmente en las regiones de Atacama y Coquimbo, ha sido crucial para desencadenar este espectáculo natural.
César Pizarro, de la Corporación Nacional Forestal (Conaf), explica que aunque este evento no se compara con el famoso desierto florido que abarca 15,000 km2, ha cubierto entre 300 y 400 km2 con una diversidad notable de flora.
Más de 200 especies vegetales, incluida la emblemática «pata de guanaco», han florecido, resaltando su resistencia y adaptación a condiciones extremas.
Este fenómeno no solo resalta la belleza de este lugar sino también la importancia de monitorear y conservar estos ecosistemas únicos, vulnerables a los cambios climáticos. Los investigadores continúan estudiando los patrones climáticos y sus impactos en la flora del desierto, subrayando la necesidad de proteger estos oasis de vida en medio de la aridez.