Por Lucho Paternina Amaya
Conocido y carismático médico, oriundo de San Juan Nepomuceno, donde todos lo llamaban «El Checha» Betancur. En este su pueblo fue profeta en su tierra y compartió amistad con muchos personajes de la vida pública local y nacional, así como con artistas de la talla de Otto Serge y Rafael Ricardo, quienes no dejaban de nombrarlo en las grabaciones homenajeando al paisano, amigo, parrandero y sin límites para el servicio haciéndole honor a su noble y humanística profesión.
Fue protagonista exultante de cuanta reunión, convite o festejo en los cuales hacía presencia, sin que dejara de desafiar su sutil y limitada dicción cuando cantaba los clásicos del vallenato, siempre precedido de la anécdota caracterizada por el humor que hizo parte de sus vivencias.
Fue suya la generosidad y desprendimiento con que ejerció la profesión, sin esperar reciprocidad alguna. Fuertes tropiezos de salud no le faltaron, afrontándolos con el optimismo de evaluar su presente con las mejores expectativas de vida, de tal suerte que no se afectara la convivencia con su esposa e hijas ante el sufrimiento físico que lo visitaba, pero que distraía con su repentismo lleno de sana, elocuente y humorística picardía arrancando sonrisas que hacían volar el dolor.
En su última y reciente conversación telefónica conmigo, le pregunté por su familia y estado de salud. Su respuesta lo dibujó sin eufemismos: «mira Lucho, mi mujer está en Estados Unidos a donde también debo viajar, pero no he podido hacerlo por algún error en el registro civil de matrimonio que justamente por eso te llamo. No sé si te enteraste que me amputaron una pierna que ya se la envié a María Rebeca, el resto del cuerpo va después, cuando me ayudes arreglar el registro que está en la notaria presidida por un medio colega mío que también tiene su limitación motriz. Seguidamente me anotó que un amigo, quien había perdido un ojo, lo llamó preguntándole inicialmente con quien hablaba. EL Checha lo reconoció y le contestó: «aquí habla el mocho y allá el tuerto».
¡Qué manera de afrontar la adversidad como si no tuviera ningún padecimiento!. Quejarse, jamás fue lo suyo. Trasmitía alegría, simpatía, amistad y optimismo. Además, de haber sido un ejemplar padre y esposo que hizo de su familia su principal prioridad y soporte emocional y equilibrado de tan importante célula, indispensable para el orden social en general.
Interpretaba los personajes de sus cuentos y anécdotas con tal calidad e histrionismo, que lo convertía en un actor natural, caracterizándolos con gestos y actitudes según los temas y protagonistas abordados. Recordarlo tal como fue, es volver a reír sin el más mínimo asomo de tristeza ni pesimismo porque siendo dueño de los más nobles sentimientos, trasmitía seguridad en pos de conquistar sueños e ilusiones que siempre tuvo en su agenda de vida al lado de María Rebeca, María Paula, Vanesa y Mónica, a quienes les expreso mi solidaridad por la partida del amigo, esposo y padre hacia el disfrute de la dimensión celestial.
Vuela alto Checha.