POR: SOFÍA ALEJANDRA MORA MACÍAS
La reconstrucción de estas prácticas se constituye en una de las estrategias para impactar los contextos, y puede definirse como la más refinada y eficaz para repensar nuevas prácticas evaluativas, por ejemplo. Podemos anotar, que este reconstruir significa cambiar los marcos teóricos, conceptuales y metodológicos para experimentar nuevas situaciones, situándolas dentro de nuevas estructuras, que aborden los hechos educativos, cambiando los sentidos anteriores. Lo que cambia a resultas de este ejercicio es el sentido que le den, por ejemplo, los constructores curriculares.
Una reconstrucción de las prácticas curriculares implica repensar la realidad del sistema educativo colombiano desde los distintos territorios regionales para dar sentido a lo que se pretende modificar o reformar. En tal sentido, los cambios son los modificadores de los marcos conceptuales, teóricos y metodológicos en los cuales se inserta el significado de una determinada práctica como la curricular. Esto es así, en cuanto los contextos son diversos y hay que abordarlos de manera diferente, porque una determinada situación educativa cambia por completo de acuerdo con lo anterior. Entonces, la realidad educativa a reconstruir viene a consistir en el punto de observación desde donde la miran los sujetos del proceso. Con ello se cambia el contenido del sistema y con ello los diferentes marcos.
Pero en esta reconstrucción, cobra fuerza la actividad de todos los actores, porque son fuente de comunicación para la resolución de los problemas cotidianos desde la escuela y la universidad, porque numerosos son los hechos que problemáticas llegan al currículo con atribuciones de significados desde el enseñar y el investigar. Entrar en este territorio de análisis educativo-formativo implica trazar una distinción entre la educación que aleja el contexto de la escuela y la alternativa de construir procesos contextualizados y pertinentes. Esta distinción acentúa la confirmación subsecuente de la necesidad de una reforma educativa integral, que empodere la epistemología de lo propio como alternancia de significados de acciones e interacciones.
En general, cuando asumimos los procesos de reconstrucción no miramos de manera aséptica la realidad social, porque frecuentemente nos encontramos adjetivando y categorizado las situaciones sociales como aprendizajes, de manera que algo puede resultar relevante o significativo para unos, mientras que para otros es irrelevante e insignificante, pero nadie puede negar la realidad cotidiana llena de situaciones de aprendizajes. Sobre esta realidad los actores reconstruccionistas observan, categorizan, adjetivan, califican, describen para proyectar significados propios y conceptos.
En esta reconstrucción, que es humana, la formación es y debe ser la categoría central de esta acción. Esto quiere decir que, desde esta categoría se da la complejidad de lo integral curricular, como un amplio espacio en el que se depositan atribuciones de sentido y sentidos del sentido de lo formativo.
De esta manera los actores educativos reconstruyen la realidad educativa para convertirla en enseñanza y aprendizaje en la formación de buenos ciudadanos. Esta es la realidad que hoy le corresponde a la educación. Este es el sentido del querer constitucional colombiano, como los propósitos de la naturaleza del Estado Social de Derecho. Entonces, la formación como la categoría determinada crea una significación propia en el objeto misional de cada Institución Educativa, que posee una serie de atribuciones adjetivadas que definen a la enseñanza mediante las características de ese estado misional, que es lo cualitativamente realizable.