ESCENARIO DE TRANSFORMACIÓN 

POR: KAROLINA AVENDAÑO  

Atendiendo al panorama actual donde el discurso formativo se sostiene bajo una mirada económica, enmascarado en el aparente deseo de progreso y mejoramiento de calidad de vida, que en realidad gira en torno a obtener unas competencias, sobre todo, de nivel instrumental, resulta necesario reconocer que el ideal de formación del hombre ha ido perdiendo su horizonte, su razón de ser se ha tergiversado, desplazando el propósito genuino de formar en ciudadanía, de formar buenos ciudadanos y de ampliar el conocimiento de sí mismo y del entorno, para la transformación de su ser, del entorno y de la sociedad, por un sistema concebido a partir de la globalización, que fomenta los valores fundamentados en el crecimiento económico y con ello, la competitividad que demanda la actual sociedad del conocimiento.

Resulta más que oportuna la invitación que nos hace el maestro Reynaldo Mora Mora a reconocerle al currículo su importancia en el rescate de la escuela como el “espacio identitario vinculado a las vivencias de sus actores, que generan convulsiones que deben transformar el actual sistema educativo”. 

Pensar en el currículo como una novela en la que sus protagonistas son los mismos actores sociales y educativos, quienes van narrando y construyendo su propio ideal de formación y le van dando forma hasta convertirse en la obra magna de la sociedad en que se encuentra inscrita. Una obra inacabada, siempre en constante re- construcción, en la que convergen los intereses, necesidades, realidades y oportunidades que hacen parte del contexto donde se gesta y no, producto de intereses externos y ajenos a su realidad.

De esta manera el currículo es el escenario donde los críticos del actual sistema educativo y quienes creemos que la educación debe formar para la vida, podemos transformar el propósito mercantil que se le ha otorgado a la educación y que perpetúa el sistema de desigualdad social, en acto político y liberador que busca transformar la realidad social y promover la emancipación de las personas.

Indiscutiblemente, la educación es un agente de cambio, que posibilita la transformación social, en la medida en que transforme el pensamiento del individuo, propiciando una comprensión más profunda de su realidad social, de las injusticias en la sociedad y generando acciones para tomar medidas que permitan abordarlas. En palabras de Freire, “la educación no cambia al mundo, cambia a las personas que cambiarán el mundo” (Freire, 1970).

En este sentido, la escuela tiene el compromiso de ayudar a formar no solo buenos ciudadanos con mentes críticas y autónomas, sino que también proporcionarle herramientas para empoderarse y desafiar las estructuras de poder injustas que puedan obstaculizar la creación de una sociedad más equitativa. Para ello es necesario que se dote de una auténtica autonomía a la escuela, sin la obligación de tener que estar sometida a los intereses de los organismos internacionales, que han sido acogidos por el estado colombiano como propios, y que demanda de las instituciones educativas adaptarse a sus políticas económicas, sociales y educativas, que le garantiza permanecer en el sistema y ser “bien evaluadas”; pero que la aleja de su verdadero propósito: La formación integral del ser humano y la urgente necesidad de educar buenos ciudadanos con disposición crítica y ética frente a la sociedad del consumismo y más allá de la competitividad. Este ejercicio hace parte del Taller de Lectura y Escritura alrededor del debate que desde el Doctorado en Ciencias de la Educación de la Universidad del Atlántico-RudeColombia, a fin de generar nuevo conocimiento sobre el campo de la evaluación y sus derivados, las pruebas estatales.