Por: Carlos Herrera Del Gans
carlosdelgans@yahoo.com
Luego de una larga espera debajo de un frondoso almendro histérico por el incesante acoso de una bandada de ardillas de color alazán y hambrientas por devorar el apetecido fruto que extraen luego de roer la cascara de la almendra con sus afilados dientes, subí al bus urbano que me llevaría al sector Centro de la ciudad a cumplir el designio del sueño de la noche anterior en el que me reveló las desavenencias de los comerciantes informales.
Los nigromantes aseguran inequívocamente que los sueños son predicciones que se cumplen tarde o temprano.
P e r t u r b a d o p o r l a r e v e l a c i ó n d e s c e n d í d e l vehículo en la calle 43 con carrera 41 (Progreso) esquina para iniciar la travesía que me llevaría no sé a dónde, puesto que no tenía la mínima idea a q u é l u g a r me d i r i g í a . A medida que bajaba de calle los carretilleros iban en contravía e m p u j a n d o s u s p e s a d a s carretillas con llantas de carro ofreciendo sus productos p e r e c e d e r o s q u e promocionan en una bocina a alto volumen que se alcanza a escuchar a una cuadra a la r e d o n d a . L a p r o m o c i ó n pregrabada anunciaba lo siguiente:
“limones siete chorros para que se proteja usted y su familia de la peste que nos azota. ¡15 por dos mil!”. Otro, “Papaya para la digestión y si aprovecha la semilla, lo d e s p a r a s i t a ” ; o t r o m á s , “ A g u a c a t i z a t e , s a c a e l colesterol malo y deja ingresar el bueno”. El ingenio de pregonar los productos les a r r o j a b a e x c e l e n t e s resultados al aglomerarse la
gente a adquirirlos.
Proseguí el camino y a medida que descendía las v e n t a s e s t a c i o n a r i a s aumentaban y el caminar se dificultaba al reducirse el espacio como un callejón sin salida.
La carrera 41 de la calle 38 hasta la 34 está atiborrada de casetas metálicas con esteras c o r r e d i z a s e n l a q u e s e observa a los propietarios ofrecer sus productos como ropa y calzados a cómodos precios.
Los andenes y la vía pública tomada por los comerciantes callejeros dificulta el transitar de la gente y la circulación de vehículos. Es común ver tropezar a personas en el a n d a r s i n q u e n a d i e recrimine. Es el diario vivir por la colisión de hombros a todo momento.
“No es intencional sino fortuito”, me dijo una señora de una caseta al encontrarse nuestras miradas por un accidente entre dos mujeres que al impactar voltearon para verse los rostros y proseguir el camino como si no hubiese sucedido nada.
Me detuve en un puesto de venta de libros de segunda en excelentes condiciones. El librero, un inmenso hombre con una barba cobriza bien cuidada, me recibió con un timbre de voz soprano:
“Buenos días mi amigo, ¿qué libro buscas?”.
La atención me pareció fabulosa por lo que me anime a solicitarle un texto que no he e n c o n t r a d o e n n i n g u n a librería de la ciudad.
–¿De casualidad tiene el l i b r o ‘ A n t o l o g í a d e l a literatura Fantástica’? –le pregunté y me respondió con un no rotundo, acudiendo a s u s c o n o c i m i e n t o s d e
literatura universal para hacer la siguiente observación “El libro es una recopilación de relatos fantásticos de J.L. Borges y Adolfo Bioy, y por mucho que lo busques no lo encontraras, ni pirateado, puesto que no lo han editado más”.
Le di las gracias por la atención y continúe mi rumbo desconocido.
Minutos después, había llegado al Paseo Bolívar (Calle 34) donde el flujo de gente es más ordenado. Al cruzar la c a l l e me e s t r e l l é c o n l a imponente iglesia de San N i c o l á s d e T o l e n t i n o , restaurada por completo, al verla más viva que nunca, la cual hace química con la recuperada y remodelada Plaza del mismo nombre, liberada de los vendedores estacionarios, para formar un bello panorama donde los transeúntes lo disfrutan sobremanera.
Al atravesar el frente del sagrado templo para buscar la carrera 42 descendí por los escalones habilitados a un costado de la plaza para quedar sembrado en la calle 33 con dicha carrera. Avancé buscando la 20 de Julio y al l l e g a r a u n a e d i fi c a c i ó n completamente restaurada de los años 40 quedé petrificado con el cuadro del Nobel colombiano, claveteado en un muro. Era el edificio de tres pisos donde Gabo en sus i n i c i o s d e p e r i o d i s t a s e hospedaba en una habitación de tres por tres pagando de su sueldo un peso con cincuenta
centavos y tenía de vecinos a las prostitutas rimbombantes del sector y a los borrachitos e n a m o r a d o s d e l P a s e o Bolívar.
En el centro de la calle 42 antes de llegar a la carrera 43 se encontraban reubicados en p e q u e ñ o s l o c a l e s l o s remendadores de zapatos d e s ah u c i ad o s l o s c u al e s estaban atareados por el volumen de trabajo recibido, mientras que en la parte de a t r á s v e n d e d o r e s ( a s ) promocionan productos para el hogar y ferretería.
Carretilleros y vendedores estacionarios se veían a montones a lo largo y ancho de la carrera 43 con calle 42 como hombres y mujeres lanzando estridentes gritos
para anunciar sus productos.
Sabían a qué hora de la m a d r u g a d a i n i c i a b a n l a jornada pero nunca la hora en que terminaban.
El sector Centro de la c i u d a d s e e n c u e n t r a parcelado por comerciantes i n f o r m a l e s y f o r m a l e s , l l e v a n d o l a v e n t a j a l o s p r i m e r o s a l e x p l o t a r e l espacio público para vender sus productos sin ninguna carga tributaria y sin pagar s e r v i c i o s p ú b l i c o s domiciliarios. Entretanto, el segundo asume esa carga m o n u m e n t a l p a r a mantenerse en el negocio exponiéndose a la volatilidad del mercado.
E l d i s t r i t o a p a s o d e morrocoyo ha organizado a los comerciantes informales reubicándolos en pequeños locales con la visión que asuman la responsabilidad de tributar y pagar los servicios públicos que consumen como cualquier establecimiento comercial. Es la política que c o n t i n u a l a n u e v a administración distrital al poner a competir a todos por igual.
S e e s c u c h a n v o c e s d e formales, antes informales, decir que el remedio ha sido peor que la enfermedad y una de las razones por la que desean regresar a la calle es el
bajo volumen en las ventas.
De tomar una decisión el principal inconveniente que enfrentan es que el lugar en el que trabajaron por muchos
años es una zona prohibida por las autoridades distritales para ventas estacionarias.
Es uno de los tantos casos donde la historia no se repite.
Por ahora.