Un aspecto que estábamos en mora de analizar en este espacio editorial, es el relacionado con el permanente y comprobado caos existente en el servicio de urgencias de los hospitales públicos, centros de salud y en algunas clínicas privadas del país, este es un aspecto que solo se resolverá con un modelo de salud integral para la gente de escasos recursos económicos; ojalá que en lo que falta de 2024 se pueda resolver esta grave problemática.
La forma como se atiende a los pacientes es tan caótica que cuesta trabajo encontrar un directo responsable de tantas muertes en las puertas de los hospitales, especialmente en el servicio de urgencias.
El común de la gente no alcanza a entender que en una sala de urgencias las personas tengan que pasar varias horas, cuando se supone que sus problemas de salud requieren atención inmediata.
Por ello, la mayoría de hospitales, clínicas y puestos de salud en esta capital y demás del país, registran niveles de ocupación promedio del 180 por ciento y lo verdaderamente urgente y vital se diluye entre lo menos grave, lo que pudiera ser atendido por otros canales del sistema de salud.
La principal dificultad es cuando un usuario se siente enfermo y no encuentra solución por la vía ambulatoria, es decir, no logra que su E.P.S. le proporcione una consulta a tiempo, con un médico general que tenga la suficiente capacidad.
Sucede que estos profesionales tienen estrictas restricciones de toda índole que prácticamente les prohíbe terminantemente ordenar exámenes y formular medicamentos de los que llaman de alto costo, así sean los únicos que le sirven al paciente para aliviar sus males.
Suele ocurrir que terminan remitiendo un caso en teoría sencillo al especialista, cuyas citas, cuando se las otorgan, siempre están para 5 y 6 meses después.
Los usuarios, que no tienen la capacidad para determinar la gravedad de su caso, no esperan y recurren a la puerta que legalmente siempre ha de estar abierta, la de las urgencias.
Eso explica el porqué de la congestión en estos servicios, lo cual es algo típico de la mayoría de los hospitales del país; a eso se suma otro factor, la hospitalización de pacientes, que transgrede el carácter de estos espacios, donde la atención debe ser ambulatoria. Muchos de los ‘hospitalizados’ permanecen allí porque sus E.P.S., que también carecen de una red de servicios suficiente, no tienen adónde remitirlos.
Lo más indignante ante semejante panorama, que ni es nuevo ni es desconocido para las autoridades de salud y mucho menos para las I.P.S., es que los pacientes tengan que dar las gracias porque los atienden luego de tres o cuatro horas de espera.
En medio de este caos, hay hospitales y clínicas que violando las normas sobre la obligatoriedad de una prestación urgente, le tiran la puerta en la cara a los pacientes – estén graves de salud o no–, el criterio con que lo hacen también es ilegal además de inhumano, porque aducen la inexistencia de contratos de muchas E.P.S. con los hospitales conocidas ahora como I.P.S.
Por desgracia, para los miles de colombianos obligados a padecer el referido calvario, este continuará mientras el país carezca de un modelo de atención integral para la gente, que existan instituciones que cumplan con su deber y con la ley, y de autoridades capaces de poner en cintura este desorden.