NECESIDAD DE HUMANIZAR EL CURRÍCULO 

POR: JESÚS ROMERO  

“El currículo debe contribuir a humanizar los procesos cotidianos de nuestras interacciones, abogando por una formación más humana, porque él se representa como un demiurgo que posee los secretos de cómo la escuela y la universidad deben saberse conectar con las problemáticas sociales”  son palabras del columnista y profesor Reynaldo Mora en su tribuna pedagógica publicada en el mes de mayo del presente año. En este texto se explorará el papel humano que debe presentar el currículo 

En este mundo cambiante y acelerado, la educación lidia con la gran tarea de construir individuos con saberes sólidos y  con la capacidad de comprender y actuar frente a las problemáticas sociales y políticas que los rodean. En este mismo orden de ideas resurge la necesidad de plantear un currículo contextualizado para las necesidades de cada uno de los estudiantes. El currículo debe servir como puente entre la escuela y la universidad, y el mundo que los espera al graduarse de ellas.

Un currículo humanizado debe ir más allá de la transmisión de información, ya sean datos o conceptos, es más debe convertir esta información en verdadero conocimiento. Se trata, de humanizar los contenidos de enseñanza, haciéndolos pertinentes para la vida cotidiana de los estudiantes y brindándoles las herramientas necesarias para comprender y analizar críticamente las realidades sociales que los afectan. 

Esto implica ir más allá de la memorización y repetición y adentrarse en el desarrollo de habilidades como el pensamiento crítico, la empatía, la colaboración y la resolución de problemas.

En este proceso la docencia juega un papel fundamental, ya que estos deben ser más que simples transmisores de conocimiento; deben convertirse en pastores que guían a las ovejas hacia su alimento, en este caso el aprendizaje significativo. Ellos tienen que ser capaces de inspirar y apoyar a sus estudiantes a conectarse con el mundo que los rodea y a desarrollar un sentido de responsabilidad social en el que sean partícipes en las problemáticas de su comunidad. La enseñanza debe estar llena de emociones y valores para dar las bases de  un ambiente de aprendizaje que recompense el respeto mutuo, la solidaridad y el compromiso con el bien común. El currículo no solo beneficia al estudiante, sino que también es favorable para la sociedad que los espera. Al formar individuos conscientes y comprometidos con las problemáticas sociales, estamos creando las bases para un futuro más justo y equitativo. 

La educación tiene el poder de transformar el mundo, y un currículo con rostro humano es la clave para lograrlo.

No nos hagamos la vista gorda, la realidad es que el sistema educativo actual se encuentra en una profunda crisis, una en la que sin las medidas correctas no se podrá salir tan fácilmente, una crisis que está fuertemente caracterizada por un enfoque deshumanizado y tecnocrático que ha alejado la educación de su propósito fundamental: formar seres humanos íntegros y ciudadanos comprometidos con el bienestar de la sociedad. Una de las causas de esta problemática es el excesivo interés por evaluar el aprendizaje a través de exámenes destinados a un pequeño grupo de estudiantes que cumplen con ciertos aspectos hegemónicos de la educación. La obsesión por los resultados promediados ha llevado a una reducción del currículo a una serie de contenidos fragmentados y descontextualizados, que no responden a las necesidades reales de los estudiantes ni a las problemáticas del mundo actual. Un currículo que agota al estudiante con una carga académica con más de una decena de asignaturas a la semana.

En el afán de moldear a los estudiantes a resultados específicos ha provocado una pérdida de importancia a la cultivación de los valores como la ética, la responsabilidad social, la creatividad y el pensamiento crítico, aspectos fundamentales para el desarrollo de ciudadanos íntegros y comprometidos con el bien común. ¿Estos aspectos son menos importantes que los contenidos en sí? ¿Para qué sirven los derechos básicos de aprendizaje en este tráfico educativo?

La política curricular estatal ha impuesto un modelo educativo uniforme y centralizado, que no toma en cuenta las particularidades y necesidades de las diferentes regiones del país, ya sean las culturas del Caribe, el llano o el centro del país, se ha convertido todo en una vaga imitación de la pedagogía foránea. Esta falta de contextualización ha generado una profunda desconexión entre la educación y las realidades locales, lo que ha limitado su impacto en el desarrollo de las comunidades que construyen su propia identidad.

La política curricular estatal ha contribuido a la atomización del sistema educativo, aislando a las instituciones educativas de sus comunidades y privándolas de su autonomía. Esto ha generado una sensación de impotencia y frustración entre los docentes, al menos de los que se interesan verdaderamente en la educación y formación de sus estudiantes, quienes se sienten limitados en su capacidad para responder a las necesidades específicas de sus estudiantes y de su entorno, un ejemplo de esto fue lo ocurrido en la escuela de la señorita Olga décadas atrás en un país vecino.

Las instituciones educativas deben urgentemente recuperar su autonomía y convertirse en espacios de diálogo, participación y construcción colectiva, donde se fomente la creatividad, la innovación y el pensamiento crítico, como se mencionó anteriormente. Es momento de replantear el papel del Icfes y sus jornadas de preparación para encaminarnos a la concentración de habilidades individuales y colectivas de los estudiantes, castigar la corrupción de cualquier político que se atreva a interferir entre los recursos y la educación de los estudiantes, finalmente arreglar capacitaciones a docentes para que se adapten a un nuevo sistema educativo para así finiquitar cada percance y obstáculo que presente la implementación del currículo ideal y humanizado. Este texto hace parte del Taller de Lectura y Escritura sobre Procesos Curriculares en la Universidad del Atlántico, Programa de Licenciatura en Ciencias Sociales (I-2024).