El suicidio de escribir un artículo

Carlos Herrera Delgáns, columnista.

POR: CARLOS HERRERA DELGÁNS
carlosdelgans@yahoo.com

Escribir un artículo es todo un reto al intentar convencer al lector, de ideología diferente a la que profeso, de estar de acuerdo o no con lo escrito. Gabo dijo en una de sus columnas en el diario EL ESPECTADOR que escribir un libro es un oficio suicida. Largas horas en el ordenador para plasmar lo que se piensa es lo que menos le importa al lector que al final decide si valió la pena leer el artículo. Lo menos que puede decir que es un desadaptado el que lo escribió.

Cuando un periodista, escritor o columnista escribe sin el compromiso de convencer en el intento al jefe se puede decir que goza de independencia y de libertad. No lo hace para sobar chaqueta al superior sino convencer al rebelde lector que busca desesperadamente un héroe que lo defienda de las injusticias que cometen a diario las autoridades por abuso del poder, por los delincuentes que azotan a los indefensos ciudadanos para apoderarse de sus pertenencias o por los abusos del mercado en los precios de los productos de la canasta familiar.

Es lo que más persigue el lector cuando alguien se atreve a sacar a la luz pública la verdad. Sin embargo, esa verdad que arde como quemadura de agua hirviente, tiene unos riesgos que el periodista o columnista está disponible asumir o caso contrario, abortar. Quienes se han atrevido a denunciar actos de corrupción en sus diferentes modalidades corren el riesgo de que en cualquier momento timbre el teléfono celular para escuchar la voz de una persona intimidando o un panfleto dejado en la puerta de la casa con una amenaza de muerte.

Valerosos periodistas, columnistas, activistas de los derechos humanos, etcétera, descansan eternamente en los camposantos por atreverse a publicar las barbaridades de los agentes del mal que poco les importa el gran daño que causan a la sociedad que permanece impávida y sin reacción alguna. La indolencia se apoderó de la gente para huir a la realidad. No hay una situación que altere más el estado anímico de la ciudadanía, más que las denuncias por brotes de corrupción, que los abusos en la facturación de los servicios públicos domiciliarios o que contratistas de la prestadora lleguen al mediodía al inmueble del usuario, cuando este almuerza, a suspender el servicio.

Casos de intolerancia se presentan a diario por la forma burda y agreste como los operarios de la prestadora arriban al predio a cumplir la orden. El perro del usuario interviene en la discusión espantando con sus ladridos a los contratistas al emprender la retirada para ponerse a salvo. Al restringir el sector privado la pauta publicitaria los medios de comunicación y periodistas independientes sobreviven con la del sector oficial que condicionó la crítica al gobierno de turno.

De esta manera se amordaza la libertad de expresión a medios de comunicación y a periodistas independientes al pasar de agache ante los abusos, omisión o extralimitación de función de los servidores públicos. Medios de comunicación, periodistas independientes y columnistas al mantener la bandera en alto honran el principio sagrado de informar veraz e imparcialmente a la audiencia, a la que se deben, para continuar en el oficio más hermoso del mundo como lo catalogó el Nobel de literatura colombiano. Y de esos pocos quedan.