CONDICION HUMANA Y FORMACION

POR: BLANCA IRIS CASTRILLON CARDONA

La Condición Humana, CH, es una consecuencia de respeto hacia toda persona, en todas sus dimensiones cruciales, como el ejercicio moral insoslayable para interrogar la sociedad por ella y con ella. Filosóficamente, es que comprendemos que todos estamos en el sagrado deber de engrandecerla, de manera inequívoca frente a su arrinconamiento en la sociedad actual. Por ello, la CH es un insumo valioso para la escuela en su propuesta de formar buenos ciudadanos de acuerdo con el sentido de vida en sus mares de superficialidad y frivolidad. La CH es un canto honesto que la familia, sociedad y la educación de la mano del Estado la ayudan para ayudar al otro: es el mejor regalo de interrelaciones sociales, basadas en su entendimiento y aspecto de su existencia y su universo impregnado de valores constitucionales. La CH no debe ser dos palabras más, ni una ficción jurídica. Ella debe ser aprovechamiento de los Fines del Estado para lograr una buena vida.

Para ello, debe darse una ética hacia la Condición Humana como el signo distintivo, que debe promoverse y desarrollarse desde la formación, como una ética heredada del marco de tradiciones de los derechos humanos. Sin la virtud de la CH en los seres humanos, la democracia escolar y la constitucional son un engaño, pues, al irrespetarla conduce directamente al irrespeto de las personas en todas sus dimensiones. Ella representa existencia de solidaridad, responsabilidad y tolerancia, como a lo que aspira un Estado, formar solidariamente, de manera más responsable y tolerante, para ser más justos. Por ello, la CH es una relación social de justicia, que nos lleva a reflexionar sobre la desigualdad en todos los aspectos,  por ejemplo,  la pobreza y la marginación  de la educación superior. Con todo, para la escritura de este texto, tratamos de reafirmar que la Condición Humana es la categoría más acabada y discutida que debe hacerse en los espacios formativos, para explicarla, criticarla y alcanzar propósitos en los aspectos básicos que propone, por ejemplo el artículo 2 de la Constitución Política de 1991, “Los Fines del Estado”.

Entonces, a la Condición Humana, debemos concebirla como un problema de justicia social, de equidad, que remite a un conjunto de bienes a los que tiene derecho toda persona para llevar una vida digna, bienes que deben ser públicos para esa satisfacción, donde cada persona tenga derechos iguales de acuerdo a posibilidades reales que adecuadamente ofrezca el Estado, no como ficciones jurídicas, que es la manera como está escrita la Carta Magna de 1991. Una política de Estado así, enfrentaría las desigualdades sociales y económicas que impiden la realización de la CH. Estos postulados fijan a la postre un conjunto de procedimientos legales, constitucionales, y en el mejor de los casos, de tutela para que las decisiones del Estado sean justas frente a la Dignidad Humana, para afincar en una sociedad justa y digna. Por ello, frente a la CH debe configurarse nacional e internacionalmente un contrato universal que sea vigente y sólido entre estados para valorarla, para que cada persona indistintamente tenga una digna vida.

De ahí, la importancia de la educación, y en ella del concepto de formación para que esas decisiones se puedan curricularizar y hagan parte de la cotidianidad de cada estudiante y de su familia en un determinado contexto: es el mayor compromiso frente a la justicia social de la Condición Humana. Esta, no es, ni debe ser, como hoy en día lo es (un rey de burlas). Esta no debe condicionarse a una simple fórmula jurídica que nunca se cumple (la CH es lo más valioso de toda persona: su Dignidad, y como recordaba el “Tribuno del Pueblo”, Jorge E. Gaitán, “donde no hay dignidad de hombres todo lo demás está perdido). Lamentablemente, las instituciones educativas, dedican el 90 por ciento de sus quehaceres a preparar e instruir a sus estudiantes en la preparación de las diferentes pruebas que años tras año deben presentar: esta es la razón por la cual la CH no es abordada transversalmente en el currículo escolar, de ahí, el irrespeto permanente tanto en los espacios escolares como fuera de ellos, y en los mismos senos familiares (la prensa nos da diariamente noticias de esta cotidianidad violadora de la Condición Humana). Entonces tenemos, que la enorme dificultad de su valoración tanto por el Estado como por las personas supone establecer de una vez y para siempre que se diga por un mandato de Ley, ( para que no siga siendo el rey de burlas), que la CH es el núcleo de los principios de justicia de los Derechos Fundamentales, que jerarquizados son la vida, salud, educación, entre otros, a fin de evitar conductas desleales por partes de las autoridades y entre personas, lo que sugiere un obligatorio Plan de Formación Permanente por encima de ese aparatoso desastre que son los resultados de las pruebas tanto nacionales como internacionales.

La torpeza de creer que con base en esos resultados se “arregla” la Condición Humana de los estudiantes (su futuro), hace olvidar a las instituciones educativas de las grandes problemáticas de la sociedad colombiana, que agrian y matan la CH, como es la corrupción. Es  lo que nos lleva a proponer alternativas basadas en el reconocimiento de las injusticias sociales frente a las clases más desfavorecidas, en relación, por ejemplo, con el ingreso a la educación superior, o a una vivienda digna: hacerlo es dar vida a un sentido uniforme y universal de justicia. Lo anterior nos conduce al reconocimiento, desde los espacios de formación, de habilidades, destrezas, vocaciones, talentos y capacidades en cada estudiante, para que los responsables de la educación (Estado, sociedad y familia) acompañen a la escuela en el desarrollo y fortalecimiento de criterios éticos válidos y de un fuerte sentido para la realidad concreta de una Dignidad valorada y respetada por el Estado y los particulares, lo que nos lleva a pensar en los pobres con nombres y apellidos, que conforman el pueblo colombiano.

Más que un simple concepto, del cual se derivan teorías, para el efecto de ese ensayo, la Condición Humana exige respuestas concretas en cuanto al papel que juegan las autoridades públicas y privadas, para evitar injusticias, reconocer con toda claridad cuando se le violenta y se deba actuar con rapidez y ética pública. No hay que hacer muchos esfuerzos para dar por cierto esta necesidad, nada más mirar con la mayor frecuencia los medios de comunicación para reconocer que no confrontamos las problemáticas sociales desde las instituciones públicas, (léase, escuela y universidad, entre otras): no hay lealtad, la solidaridad ha desaparecido, la exclusión sube puntos y no tenemos la capacidad de decisión, la calidad de la convivencia no es la mejor ni familiar, ni socialmente, incluso entre amigos y colegas, lo que nos invita a ilustrar pedagógica y curricularmente el hecho constitucional de la Condición Humana en los espacios de formación.

Como docentes debemos tener la doble virtud ciudadana de asumir la CH en buena parte de nuestro quehacer, basado en lo que enseñamos e investigamos, que nos lleve a comprenderla y construir estrategias formativas a partir de dilemas morales para fundar, por ejemplo, un sistema de evaluación en las instituciones que considere el evaluar como justicia distributiva, teniendo en cuenta al individuo en sus circunstancias, a fin de atajar las debilidades institucionales (estatales, familiares y sociales) para darlas a conocer y tratar, porque la Condición Humana es la vida de las personas y no los resultados de unas frías pruebas estatales, para tener como corolario una buena vida digna.