Por: Carlos Barranco
Comenzamos diciendo como él autor plantea una visión amplia y profunda sobre la necesidad de humanizar el currículo educativo, enfatizando su papel como herramienta para abordar las complejidades sociales y promover una formación más integral de los estudiantes. Propone que el currículo no solo se enfoque en transmitir conocimientos, sino que también se convierta en un espacio para comprender y enfrentar las problemáticas sociales desde una perspectiva humanista. Esta postura destaca la importancia de la docencia impregnada de emociones y valores, haciendo del aula un lugar de encuentro y reflexión sobre los desafíos de la sociedad.
Sin embargo, el autor no se limita a plantear ideales, sino que realiza una crítica contundente al estado colombiano por su manejo deficiente del sistema educativo. En particular, cuestiona el enfoque en pruebas estandarizadas como medida principal de calidad educativa, argumentando que esto ha llevado a una enseñanza centrada en preparar para exámenes en lugar de promover el desarrollo integral de los estudiantes. Además, señala la falta de evaluación y responsabilidad por parte de los organismos educativos oficiales, lo que ha generado una desconexión entre el currículo oficial y las necesidades reales de las comunidades.
El autor también critica la centralización y la falta de atención a las realidades regionales y locales en la política educativa del estado colombiano. Esta centralización ha llevado a un aislamiento de las periferias con respecto al centro, así como a una pérdida de autonomía y una falta de atención a los problemas específicos de cada región. En lugar de responder a las necesidades reales de las comunidades, el estado colombiano ha perpetuado una política educativa que no logra abordar los desafíos sociales y económicos que enfrenta el país.
Ahora tomando una postura crítica decimos que la situación educativa en Colombia refleja una serie de deficiencias estructurales que han persistido a lo largo del tiempo, evidenciando un mal manejo por parte del Estado. La postura del autor, que aboga por la humanización del currículo y critica la falta de atención a las realidades regionales, resuena con la realidad educativa que se experimenta en el país.
El enfoque excesivo en pruebas estandarizadas como medida de calidad educativa ha generado una cultura de enseñanza orientada exclusivamente hacia la preparación de exámenes, descuidando así el desarrollo integral de los estudiantes y sus necesidades individuales y sociales. Esta obsesión por los resultados en pruebas ha llevado a una desconexión entre el currículo oficial y las necesidades reales de las comunidades, mostrando una falta de visión y comprensión por parte de los organismos educativos oficiales.
La falta de evaluación y responsabilidad de estos organismos, como el Ministerio de Educación Nacional, el Icfes y el Conaces, agrava aún más la situación. La ausencia de una evaluación adecuada impide identificar y abordar eficazmente las deficiencias en el sistema educativo, perpetuando así una política educativa que no logra satisfacer las necesidades de la sociedad colombiana.
Además, la centralización y la falta de atención a las realidades regionales y locales han generado una atomización y aislamiento de las periferias con respecto al centro. Esta desconexión impide que se atiendan de manera efectiva los problemas específicos de cada región, perpetuando así las desigualdades educativas y sociales en el país.
La reflexión sobre el estado colombiano y su gestión educativa revela una serie de deficiencias sistémicas que requieren atención urgente. La crítica al enfoque predominante en pruebas estandarizadas como medida principal de calidad educativa pone de relieve una situación preocupante en la que la educación se ha reducido a la preparación para exámenes, dejando de lado el desarrollo integral de los estudiantes. Esta obsesión por los resultados en pruebas ha llevado a una enseñanza descontextualizada y desconectada de las realidades sociales y culturales de Colombia.
La falta de evaluación y responsabilidad por parte de los organismos educativos oficiales agrava la situación, ya que impide identificar y abordar eficazmente las deficiencias en el sistema educativo. La ausencia de una evaluación adecuada dificulta la implementación de políticas efectivas que respondan a las necesidades cambiantes de la sociedad colombiana.
Además, la centralización y la falta de atención a las realidades regionales y locales han generado una brecha entre el centro y las periferias, perpetuando las desigualdades educativas y sociales en el país. Esta desconexión impide que se aborden de manera efectiva los problemas específicos de cada región, dejando a comunidades enteras en desventaja.
En este contexto, es fundamental un cambio de enfoque en la política educativa del estado colombiano. Es necesario priorizar la humanización del currículo y la atención a las necesidades específicas de cada comunidad. Esto implica una mayor flexibilidad en los programas educativos, que permita adaptar la enseñanza a las realidades locales y promover un aprendizaje significativo y contextualizado.
Asimismo, se requiere una evaluación más integral del sistema educativo, que vaya más allá de las pruebas estandarizadas y considere múltiples aspectos del proceso educativo. Esto permitirá identificar áreas de mejora y desarrollar políticas más efectivas que promuevan una educación de calidad para todos los colombianos. Este ejercicio de lectura y escritura hace parte del Curso de Procesos Curriculares en la Licenciatura en Ciencias Sociales de la Universidad del Atlántico (I-2024).