Por Walter Pimienta
Conocí la piedra del Viejo Santos, que no era de él sino que por cosas de la naturaleza, así la llamaban ya que la misma estaba anclada en la esquina de su casa. Por allí pasaba a diario rumbo a la escuela y ahí me detenía para sacarle la punta a mi lápiz y probar su mina, dejando trazada en ella la letra inicial de mi nombre.
Cuando yo empecé a ver el mundo y el mundo a verme a mí, ya la piedra del Viejo Santos estaba donde siempre estuvo, en su esquina. Era grande, alta, alargada y monolítica: es decir, como hecha de una sola pieza, una especie de tarima pública para todo. En ella estaba atrapada la edad de piedra y la a tención de juegos de chicos que por la noche, reviviendo escenas de las películas que veíamos en el cine del teatros Montecristo, ocultándonos detrás de ella, y apenas asomando un ojo, con los “bandidos”, los “buenos nos dábamos unas plomeras con revólveres de palo disparando de boca ráfagas de ¡pa! ¡pa! ¡pa!… que no mataban a nadie…
Los hechos del día y de la noche, en conversas matutinas y vespertinas, pasaban por la piedra del Viejo Santos; desde ella se leían los bandos municipales prohibiendo cosas… ahí los oí, en la piedra del Viejo Santos aglomerando gente que le comentaba a otra gente las vainas del alcalde cuando el mundo era así y todo andaba de a pie.
El viaje de las veinticuatro horas del día, pasaba por la piedra del Viejo Santos, dirección inequívoca de acuerdos y cierre de negocios entre, quienes puesto en arreglo, sin testigos, cerraban con un apretón de manos un trato y resolvían pagos y pactaban domesticas transacciones de maíz por millo, de huevos por gallinas y hasta invitaciones a un bautizo o a un matrimonio se compartían cuando en el mundo no había tarjetas sino “correveidiles”.
Cuántas historias no habría por contar de la piedra del Viejo Santos…sitio donde se sabía quién era el mal y quién era el bien… agenda de cosas como esta… “Pedro, no has visto de casualidad a Segundo, el del viejo Hernán; lo estoy buscando”…voz de quien preguntando al aludido, por respuesta le daba el allí presente…”No, no lo he visto; pero si lo veo, le digo que a aquí, como acordaron, en la piedra del Viejo Santos, tú le estas esperando como acordaron”… por supuesto, el pueblo entonces naufragaba en la prosperidad de los milagros con vacas que parían dos terneros y de gallinas que ponían huevos de dos yemas y la novedad, en la piedra del Viejo Santos, se conocía destinada a resistir el día porque mañana, mañana seguramente, otra cosa distinta ocurría…
Qué frescas y hospitalarias eran las brisas de antes sentado uno por la tarde en la piedra del Viejo Santos en aquel pueblo silencioso de manos ocupadas cuando el oficio doméstico no faltaba…
La piedra del Viejo Santos, lo vio todo: el beso secreto guardado en la roja rosa de unos labios nocturnos, el fantasma de “La Llorona” descansando sus pies polvorientos en la niebla de un octubre lluvioso, el cerdo callejero rascando su cuero sobre ella…y también lo escuchó todo; canciones de serenatas en vacaciones cuando al pueblo las Bayuelo llegaban …y las poesías contenidas entre suspiros se colaban por las puertas entreabiertas y el mundo seguía andando en el mecido de una cuna y en el arrullo de una madre que llegaba hasta el alma durmiendo a su hijo…la piedra del Viejo Santos, llanto de ausencia larga de novia que no llegó…la piedra del Viejo Santos, piedra que vio la pena y el dolor que embargaba a la viuda que pasaba… piedra del Viejo Santos que sirviera de escenario callejero al payaso de cara pintada y vestido de arabescos anunciando por su bocina cartón el arribo de un circo en su risa de invitación…
En la orilla de la calle ya no está la piedra del Viejo Santos, evocación dorada de la memoria, romántico pasado de la fe en la vida, entusiasmo y gloria de fiesta patronal…libro de piedra que “la mona del progreso” volvió polvo; estación de Semana Santa cuyo altar de flores criollas al mártir del cielo esperó…
Piedra del Viejo Santos, sombra de ayer, nostalgia de un instante. La historia reclama tu sitio y allí juntar sus partes, guijarro de bolsillo, apocalipsis de un tiempo: el de mi infancia ahora jubilado de canas…piedra del Viejo Santos, símbolo de un idioma, el de ayer. presencia de una distancia, distopía del primer cigarrillo a escondidas …luna que a los niños, al cantarle, daba pan.
Piedra del Viejo Santos, amnesia de esquina vieja, calle por la que pasé en bicicleta alquilada buscando la mirada de mi novia detrás de una ventana escondida…piedra callado monumento que divulgó noticias, asiento de bisabuelos relatando a sus nietos fantasías, aturdimiento hoy de parranda sin borrachos y sin canciones, como no lo fuera antes ; sitio de viejo insomne y pensativo, párrafo final de una historia donde éramos felices y no lo sabíamos, coordenada de la conciencia, permanencia de un silencio donde enterré vivo la dulce certidumbre de un chocolate que allí me comiera, memoria de un instante desterrado, memoria sin memoria y arremetida del desarraigo…eso fuiste, y eso ahora ya no eres…
Una canción al recuerdo