POR: SAMUEL ANDRÉS ORELLANO MERCADO
Aunque existe una constante conversación con respecto a las necesidades que presenta el sistema educativo en Colombia pocas son las soluciones que esta recibe para nutrirse, para la recuperación de los engranajes que le permiten un eficaz funcionamiento y para aquellos principales implicados en todo este proceso. Con esto se hace referencia a los distintos factores que inmiscuyen profundamente en la educación, que han ido deteriorando lo poco que se ha construido durante su recorrido.
En Colombia, debemos hablar no únicamente de abandono sino de esa necesidad que arbitrariamente se ha impuesto de no tener en cuenta cuáles son esas falencias y/o errores que se han cometido y se siguen repitiendo cotidianamente, es decir, de esa apariencia que demuestra no solo el Ministerio de Educación Nacional de cero compromiso a la transformación de la educación sino también la manera en la que la sociedad y de los ciudadanos que la componen han ignorado el papel fundamental que juegan en toda esta creación.
Sus consecuencias son tan notables, tan palpables.
Parece que el conocimiento, el aprendizaje, la enseñanza han quedado relegados a segundos personajes cuyo interés y protagonismo ha sido sesgados y utilizados y convertidos en palabrerías y no de acciones. Esto se nota en los bajos presupuestos, en los deficientes planes de acción que desconocen las realidades que enfrentan las escuelas y las instituciones de educación superior, la poca importancia que tienen las investigaciones en pleno auge del crecimiento social en materia de ciencias y contribución social para el avance del país, en el deterioro de la infraestructura de los claustros educativos, de la poca cultura académica y ciudadana observable en los estudiantes, en esa conformidad que han generado las pruebas de estado estandarizadas que poco demuestran o diagnostican el nivel en el que se encuentra el país.
Aún con todo esto se siguen ignorando las herramientas fundamentales que pueden ser las apuestas para contribuir acertadamente a la educación en Colombia y cómo reiterativamente se debate la importancia, por ejemplo, del currículo. Cómo su diversificación y correcto entendimiento puede ser beneficioso para una educación integral, interdisciplinar, contextualizada, empática y humana.
Un currículo con el que se puede entender al estudiante, que se puede comprender cómo su crecimiento influye en la sociedad, en los territorios; es un currículo creado desde el amor, desde la vocación y el respeto por el otro. El currículo se ajusta al contexto y es una herramienta clave para entender y transformar la educación. Ayuda a comprender conceptos difíciles y fomenta la creatividad, permitiendo que los estudiantes desarrollen su propio camino. Cada maestro tiene su estilo de enseñanza, influenciado por el entorno en el que trabaja. El currículo no solo enriquece la vida escolar, sino que también fortalece la relación emocional entre maestros, estudiantes y su entorno.
Es un medio para transmitir ideas, emociones y conceptos, diferenciando las escuelas y mejorando la experiencia educativa. Mediante el diálogo entre maestros y estudiantes, el currículo se convierte en un instrumento esencial para formar ciudadanos críticos y comprometidos. Es una herramienta de cambio social que aborda los desafíos diarios con profundidad y crítica constructiva. En resumen, el currículo es fundamental en la educación, reflejando y enriqueciendo la diversidad de experiencias.
El currículo sigue siendo el componente más importante en el trabajo docente. Cumplir con sus directrices proporciona a los maestros la experiencia necesaria para enfrentar situaciones difíciles en el aula, entender a los estudiantes y proporcionarles las herramientas necesarias para su desarrollo óptimo. También contribuye a la creación de instituciones inclusivas y comprometidas con la comunidad, respondiendo a las necesidades del contexto más allá de lo académico.
Para utilizar el currículo de manera efectiva, los maestros deben estar comprometidos y preparados, evitando caer en los errores del pasado donde faltaba interés y responsabilidad. Es crucial que las escuelas exijan y apoyen la productividad de los maestros, asegurándose de que estén informados, actúen como verdaderos guías y comprendan la complejidad del aprendizaje. Esto solo es posible con el compromiso y la voluntad tanto de las instituciones educativas como de los maestros.
Esto es sencillo de entender siempre y cuando el compromiso esté tan arraigado en cada docente, en cada institución pero principalmente, cuando verdaderamente el Ministerio de Educación Nacional disponga de manera benéfica y oportuna a un cambio pedagógico actualizado.
Es crucial que la comunidad participe activamente para que las escuelas puedan tomar decisiones y se integren mejor con la sociedad. Esto significa que la comunidad debe ayudar a explorar e incorporar las tradiciones culturales locales en el proceso educativo. Esta colaboración busca una mayor conexión entre la escuela y su entorno, demostrando una preocupación genuina por las necesidades de la sociedad.
Así, la educación vuelve a estar en manos de la sociedad, que es la más interesada en una educación integral. Si se fortalecen los lazos educativos, la sociedad será la mayor beneficiada. Por eso, mejorar las leyes existentes y asegurar su correcta aplicación proporcionará la base necesaria para la construcción y transformación social.
Colombia necesita un impulso de progreso y cambio en todos sus aspectos organizativos, políticos, académicos, territoriales, comunitarios, universitarios, etc. Esta transformación debe ser tan evidente como lo ha sido su deterioro y atraso, de lo contrario, no estaríamos hablando de un verdadero avance. Los recursos deben llegar a su destino y, si no se cumplen, las autoridades correspondientes deben actuar.
Hay demasiadas instituciones ineficaces y corruptas en el país para seguir permitiéndolo.
La educación en Colombia debe dejar de ser una utopía, debe tomar los matices correctos, las líneas que verdaderamente orienten a los educadores, a los estudiantes, a los rectores, a todos aquellos que hacen vida en las instituciones educativas. Vivir la educación, apropiarse del quehacer docente, recorrer las aulas y actuar por el buen desarrollo de una sociedad debe ser el mensaje que debe estar impregnado en cada persona que ejerza como maestro.
No basta únicamente con señalar cuáles son las dificultades que se presentan diariamente en en los claustros educativos sino también seguir siendo propositivos frente a estas dificultades que agobian continuamente a nuestro país a nivel de educación. Alcanzar un óptimo desarrollo educativo llevará tiempo pero no puede seguir siendo solamente un sueño de aquellos que decidimos ejercer la docencia. Este texto ejemplifica la manera cómo los futuros licenciados en ciencias sociales que aporta a la sociedad la Universidad del Atlántico, entretejen sus intereses en el Curso Procesos Curriculares desde la lectura y escritura (I-2024).