Aunque se puede aceptar que Colombia ha tenido ciertos avances en lo concerniente al camino de la transición energética y se observa, aunque en pequeña escala, la generación de energía originada por fuentes renovables que en el futuro podrían garantizar la confiabilidad del señalado sistema, los expertos en este tópico continúan insistiendo en que resulta de singular importancia que se sigan utilizando con las demás tecnologías que hoy en día alimentan la matriz energética.
A pesar de la preocupación que origina el modelo hidroeléctrico originado por el fenómeno de El Niño, el que ha reducido de una manera significativa las reservas de agua de los embalses, lo cual ha obligado a algunas grandes ciudades, como el caso de Bogotá, a entrar en racionamiento del preciado líquido, se puede decir que Colombia ha dado pasos importantes para contar con una actividad energética que en su gran mayoría se alimenta de fuentes renovables.
De los 19.898,6 megavatios de capacidad efectiva neta para generar energía eléctrica con la que cuenta el país, el 66,4 por ciento corresponde a fuentes hídricas, el 30 por ciento a fuentes térmicas y el 3,6 por ciento a renovables no convencionales, tales como solar y eólica.
Es así como en el actual Gobierno se ha generalizado y hablado respecto al concepto de una transición energética justa y sostenible, que persigue asegurar la soberanía energética de Colombia, el acceso democrático a la energía y acciones claras para enfrentar el cambio climático. Esta transición se ha planteado de una manera gradual y con cinco ejes fundamentales, tales como mayores inversiones en energías limpias y la descarbonización, sustitución progresiva de la demanda de combustibles fósiles, mayor eficiencia energética, revisión y eventual flexibilización de la regulación para acelerar la generación de energías limpias, incluyendo la reindustrialización de la economía.
Como se recordará, desde hace muchos años aquí en LA LIBERTAD hemos analizado y llegado a la conclusión que en Colombia no es posible pensar en un sistema que se nutra únicamente con energía solar, teniendo en cuenta la necesidad de complementar y diversificar la matriz de generación eléctrica, para lo cual se requieren señales de inversión que garanticen resultados positivos en la búsqueda de fuentes de energía renovables, teniendo en cuenta que la tendencia no se dirige hacia una solución única, solo gas o electricidad, sino una mezcla de todas las tecnologías disponibles en la actualidad.
Todo lo anterior nos conduce a la fácil conclusión de que la discusión respecto a la confiabilidad de la matriz energética del país no es de ahora, si tenemos en cuenta que respecto al sector eléctrico se ha venido dilucidando desde hace más de 30 años. Recordemos el apagón de 1992-1993 el que fue aplicado con la finalidad de reducir la vulnerabilidad de nuestro sistema eléctrico. Hoy traemos a colación aquello que se conoció como una primera fase de la construcción de termoeléctricas a gas, basada en la autosuficiencia de esa época; como se sabe las fuentes de gas han venido declinando y el Gobierno ha tomado decisiones en cuanto a nuevos proyectos de exploración, consideramos que deberán intentarse mejores soluciones.
Indiscutiblemente la transición energética en Colombia se ha constituido en la respuesta a la búsqueda de un futuro sostenible con el medio ambiente y la necesidad de contar con fuentes de energías más limpias y sostenibles que impulsen el desarrollo de las comunidades en equilibrio con el medio ambiente, por ello esperamos que haya la suficiente inversión y la capacidad para materializar todas esas iniciativas que faciliten tener un mejor servicio y a más bajo costo.