Con el aumento permanente de las tarifas de la energía, la gasolina, el Acpm, los fletes, los peajes, lo cual incide automáticamente en lo demás, los barranquilleros a menudo son sorprendidos con nuevas alzas de los productos componentes de la canasta familiar, especialmente aquellos transportados de otras regiones.
Es evidente que en Barranquilla ya no existe la acción de aquellas Ligas de Consumidores, establecidas para erradicar a los especuladores y así controlar los precios, pesas y medidas de los productos de primera necesidad, entidades que se constituyeron en una especie de defensoras de la comunidad, en lo atinente a combatir los abusos de algunos propietarios de establecimientos de comercio, conocidos como tiendas; otrora estas entidades se constituyeron como unas instituciones serias que trabajaban mancomunadamente con las autoridades.
Igualmente desaparecieron aquellas Oficinas de Precios, Pesas y Medidas, cuyos funcionarios recorrían de tienda en tienda el centro de Barranquilla y sus barrios populares, constatando el cumplimiento de las normas en torno a los precios establecidos para cada producto, especialmente los de consumo popular; hoy en día podemos afirmar que cada tienda tiene sus precios exclusivos sin que se note la intervención de autoridad alguna para ponerle freno a tanto atropello contra los consumidores.
La ciudadanía afectada, que por lo regular es la de precarios ingresos, critica y protesta, pero a la larga termina aceptando los precios asignados por cada tienda.
Algunos barranquilleros han conceptuado que el incremento en los precios de los productos de primera necesidad no es un hecho aislado, se puede decir que además es consecuencia del aceleramiento de la política que tiene que ver con la desaparición de todo tipo de subsidios a los productos alimenticios, la implementación de la nunca bien recibida manera de establecer nuevos impuestos o aumentando los que ya existen, un fenómeno que poco a poco ha venido mermando la capacidad de compra, especialmente de la gente de precarios ingresos económicos.
A lo anterior hay que agregar los ya tradicionales brotes especulativos, fomentados por avivatos acaparadores que se aprovechan de los incautos compradores, para así obtener grandes ganancias a costilla de los consumidores, sin que las autoridades intervengan para sancionar a los culpables de estas ilícitas prácticas.
Por la misma razón es que a diario crecen las protestas y el reclamo de las familias de escasos recursos económicos, cuando se producen estos permanentes aumentos de los precios, especialmente en los productos alimenticios, es así como se origina lo que se conoce ahora como el efecto dominó: los distribuidores aducen que los transportadores aumentaron los costos de los fletes, éstos a su vez atribuyen su aumento, al incremento de los precios de la gasolina, el Acpm, de los peajes y al final como siempre ocurre, el consumidor final es el que termina “pagando los platos rotos”.
Como se sabe, la clase media es por principio enemiga de las alzas, porque estas le complican su situación económica, independientemente a lo justo que estas sean; dentro de los parámetros de la economía de mercado, suben los insumos y estos a su vez disparan los precios de los artículos manufacturados y procesados y lo uno conlleva a lo otro.
Teniendo en cuenta todo lo antes esbozado, nos permitimos hacer un llamado a las autoridades competentes, a fin de que se decidan hacer cumplir las disposiciones que rigen la materia de precios, pesas y medidas en Barranquilla.