INSTRUMENTALIZACION DE LA FORMACION

POR: BAYRON BOLÍVAR GIL GRAU  

El sistema educativo colombiano está sometido cada día más a una fuerte instrumentalización que no se procura la reflexión, donde el enseñar y el aprender devienen en formas rígidas, en una especie de lógica de control y de un orden instrumental racional que se observa en el lleno interminable de formatos y controles a través de los procesos de acreditación de la “calidad” de la empresa-gerencia-escuela-universidad, en el sentido que no se procura en nuestra insistencia: la formación de buenos ciudadanos. Esa instrumentalización, puede mostrarse en poder decir que no solo existen formas (lleno de formatos) y medidas organizativas (la rigidez de la hechura de los registros calificados que deben presentar las Instituciones de Educación Superior y los procesos de acreditación, por ejemplo), que no se corresponden con las realidades del país (una carrera infinita de corrupción y una alarmante pobreza en las clases sociales olvidadas de la mano estatal).

Esa instrumentalización es ajena a los principios y categorías éticas con las cuales se debe pensar los contextos, así como los procedimientos de decisión interminables, que no son adecuados para comprender o legitimar lo que debe procurar las instituciones educativas en todos los niveles, como es, la formación de buenos ciudadanos. Entonces, encontramos un fracaso en tal sentido, debido a la vastedad y ambivalencia de no existir una política de Estado que privilegie esta impostergable necesidad formativa, “desde el vientre hasta la tumba”. Aquí no se trata de tomar medidas a la ligera (y es que no se han tomado en más de 50 años de guerra entre hermanos, porque la preocupación es la calidad de las pruebas de estado hegemónicas y estandarizadas). Entonces, es vital repensar una Política Educativa en tal sentido, que establezca las reglas y las bases fundamentales de decisiones, criterios y criticas frente a las consecuencias del actual sistema educativo, que ha sido incompetente en esta meta.

Este conflicto entre lo cognitivo y lo socioafectivo en los procesos de formación ya esta socavando y vaciando las coordenadas de la autonomía de las instituciones para que piensen sus realdades y no las que suponen los expertos del Ministerio de Educación, que muchas veces son aves de paso, que trasplantan necesidades del extranjero a las nuestras, es decir, hay fuertes antagonismos en lo cultural y en lo económico en las diferentes regiones colombianas, lo que nos lleva a preguntarnos, ¿por qué esta región y no la otra “sacaron” buenos resultados? Por ejemplo, la andina, frente a la pacífica. En un sentido político y existencial: ¿Por qué no apuntar a procesos de formación contextualizados, propios y pertinentes? Lo que supone el alejamiento de las pautas del control racional instrumental por parte de esos expertos. Se trata de una decisión política, por ejemplo, convocar a una Asamblea Constituyentes Educativa de las Regiones para la toma de estas decisiones, lo que de seguro originaría e intensificaría a los sistemas educativos regionales con respuestas a las necesidades de sus localidades.

Solo en la redefinición de lo arriba planteado podemos reventar los diques que imponen lo que el doctor Reynaldo Mora denomina, “el querer instrumental de los sacerdotes oficiales del MEN)”, que representa el orden instrumental y manifestación de las ambivalencias frente a la formación de buenos ciudadanos, porque puede representar un peligro al desorden actual, pues debemos formar una masa crítica de esa futura generación. Esta crisis que genera la ficción educativa de que a mayor puntaje de los colegios hay buena calidad, ha implicado frustración para miles de generaciones de jóvenes, que no alcanzan esos umbrales de los “superdotados”, lo que compulsa el desgano y la apatía frente a las instituciones de la sociedad, porque esta generación no encuentra las soluciones definitivas a sus vidas desde la formación, lo que lo lleva a vivir y actuar en la incertidumbre. De ahí la necesidad básica, como lo propone el curriculista que hemos citado, de construir currículos que representen una cargada de esperanza reales. Por eso, nunca antes es tan necesaria una filosofía curricular para saber discernir lo que le conviene a nuestros contextos, como lo deseable y lo prescindible en la formación de buenos ciudadanos.

Siempre nuestra propuesta curricular es la de construir una filosofía de la resistencia frente a la política de los sacerdotes oficiales del MEN, porque manipulan las emociones e intereses de los estudiantes. Es la manipulación que ellos realizan con las pruebas estatales originando consecuencias emocionales en los educandos, porque se le cortan sus alas formativas, porque esa estandarización bombardea constantemente limitaciones a gestionar las pruebas de competencias por parte de las IE, lo que constata el peligro que entraña esta política. De acuerdo con esto proponemos una resistencia a esa política, resistencia que recupere para los docentes y estudiantes sus propias agencias y decisiones, empezando el deseo y la emancipación de la capacidad para ser buenos ciudadanos. Es un proceso de enamoramiento, porque nos enamoramos y tenemos que prestar atención a quien amamos.

Esta propuesta curricular busca sacar a los estudiantes de una vorágine de insipidez y de intrascendencia en la que no necesitan prestar atención continuada y perseverante a nada absoluto, donde todo es irrelevante, prescindible. Esto para el currículo encierra consecuencias desastrosas en términos emocionales. El currículo debe acabar con esta apatía: “si todo tiene sentido porque todo pasa porque todo es efímero y banal, mi vida tampoco la tiene”, porque este es el modo de pensar implícito de muchos jóvenes; por eso, es urgente la formación y la docencia basadas en las emociones para aprender y enseñar a dirigirlas. En términos kantianos debemos dejar de considerar a nuestros estudiantes como “menores edad”; es decir, los convertimos intelectualmente incompetentes cuando solo nos fijamos en sus actitudes y formas de pensar sin cuestionar nuestras propias actitudes y formas de pensar. Desde este prisma, tenemos que reflexionar individual y socialmente sobre qué objetos de deseos están construidas esas competencias y pruebas estatales para nuestro enseñar.

Debemos concebir el currículo como el entendimiento de la felicidad de aprender para alcanzar procesos, caminos tránsitos en el proyecto ético de vida de los estudiantes, en donde la formación no la concebimos como un producto del mercado, porque esto genera individuos frustrados, que de no alcanzar lo que desean, sucumben emocionalmente, víctimas de la manifestación de los sacerdotes oficiales con su política instrumental que mata sus emociones e intereses, quienes orquestan que sacando altos puntajes se harán competentes. Es el eslogan del homus competentus, es la perversión homogenizadora que acaba con la felicidad de nuestros adolescentes, porque supuestamente con sus resucitados, cada estudiante es dueño de su destino, porque se esforzó y lo consiguió. Con esta política perversa se carga al individuo con una pérfida responsabilidad que lo estigmatiza, porque si no es feliz, es por su culpa, porque no sacó los resultados necesarios para ingresar a la educación superior: son un fracaso, porque no son aptos para el sistema productivo. De esta forma se producen en cadena estudiantes frustrados, tristes y aislados.  Esa estandarización es una monstruosa industria indebida que se lucra del sufrimiento de los estudiantes y de sus familias, haciéndolos vulnerables y llenos de incertidumbres. Entonces, hay que romper las cadenas de esa instrumentalización deshumanizantes y estandarizantes, que son un ruido constante para los estudiantes.