Por Walter Pimienta
Mi hermano Jesús, a eso de los 8 o 10 años de edad, tuvo el más hermoso canario del mundo, un “Canario del Magdalena”, así los llamaban, por darse estos en dicho departamento de Colombia y de los que se dice varían y se diferencian de los locales por su silbido sostenido, constituyendo en su vida silvestre una familia capaz de alcanzar tonos y arpegios de existencia numerosa, así como tonos intermedios más bajos capaces de imitar a un adormilado violín de concierto; amén de ser escasos, lo que les hace mucho más valiosos y por lo que, sus cazadores prefieren cogerlos cuando pequeños en sus nidos y luego criarlos igual que hacen los habitantes de las Islas Canarias (Europa), de donde son originarios y llegaran a América por la ruta de Brasil…
Hasta aquí lo histórico…
Y vamos al canario de Jesús y su “Canario del Magdalena”…Era, me contaba mi madre, de figura esbelta, de pico delgado, la cola largada, de torso y alas escudeatadas, alimentado con alpiste y ají rojo para que le brillaran mucho más sus plumas; activo y saltante en su jaula. Ostentaba un color mucho más amarillo que cualquier amarillo conocido; altivo de corona, con visos negros en las puntas de las alas. Con una que otra plumita blanca en el pecho; con gorjeos repetidos como si le dieran cuerda, grajeante, repicador melodioso, trisante en la escala; musical y agradable… Para qué más…Toda una belleza.
Mi hermano fue poco sagaz para cazar pájaros, pero le gustaban… Y se obsesiona tanto por estos que, mis padres, para un regalo de cumpleaños, le compraron, con todo y jaula de alambres y carrizos hecha, incluido el chochito del agua y el del alpiste, más la barra de columpio, por la suma de $2,50.oo a “Racho Hernández”, el canario de esta historia, cazado por el susodicho en la “Finca el Venado”, localidad de Astrea, antiguo Magdalena, cuando el referido, con sus hermanos y su padre Modesto, en familia, iban a esas regiones en la temporada de la recolección del algodón.
Pero sigamos…
Alguna vez, un tierno amanecer de verano, Chan, su primo, enamorado de este canario, quiso cambiárselo por un algodón de azúcar de los de las fiestas patronales, pero Jesús, hierático de actitud no aceptó tan extraño negocio orgulloso de lo que tenía.
Chan había nacido con vocación de canario y en su parodia silbaba casi igual. Solo le faltaba enjaularse por 24 horas y que le salieran plumas…Por lo que irremediablemente tuvo que conformarse con un pájaro cucú que haciendo ruidosamente así: ¡Cucú…cucú! Saliendo del reloj de pared de su casa, daba la hora a la hora…
Con qué cuidados asumió Jesús la tenencia de su canario, su músico de la casa resignado a su prisión de alambres y carrizos…
Hubo tenedores de canarios criollos que llevaban a la casa de Jesús los suyos para que el virtuoso del Magdalena, les enseñara la orquesta de sus trinos en una controversia de plumas y de alas que daba gusto ver…
El canario de Jesús, proveniente del exilio magdalenense, dormía en el cuarto de este… pero, qué lástima, no hubo un fotógrafo que le sacara un retrato para la historia…Siendo la promesa constante de un nuevo día que lo saludaba con su canto, guardándose arpegios para el mediodía cuando él, rociándole agua con la boca, para que se refrescara, lo bañaba…
Alguna vez “Cabica”, el fotógrafo del pueblo, quiso tomarle una foto al “Canario del Magdalena”, pero disparó y disparó la lampara de su aparato holandés sin darse cuenta de que no tenía rollos…
Para Jesús el canario era su causa, los compañeros de la escuela solo hablaban de este y él se los llevaba a domicilio para cobrar por su cantada… Y este, como un contorsionista de circo, cantando y cantando, daba giros y saltos sobre la barra central de la jaula…
Jesús, en su casa, en la complacencia de amistades, permitía que sus amigos escolares hicieran sus tareas intercambiando con estos el canto de su canario en un rincón y dejando abierta la ventana de su cuarto para volver una fiesta la calle y aquello era un prodigio.
Y habría una tarde inolvidable para Jesús. Tenía que haberla… Eran las tres, las tres de la tarde de un sol radiante…Un hora en que lo imposible, por imposible, sucede…Como en la hora de amar o morir…
Jesús, humanizado con su canario, quiso darle de comer. El dorado de plumas estaba más vivo que nunca y él, cavilaba dudoso en sí acariciarle las plumas u oírle su canto o ambas cosas al mismo instante, no sabía qué hacer. Hubo un tiempo indeterminado, siempre lo hay, ese en que una llave invisible, la del encantamiento, la del hechizo, la del conjuro, la de la fascinación, la del sortilegio y la del embeleso, abren toda puerta y el niño que era Jesús, besando amoroso el plumaje, persuadido por tanta belleza, alocado en el festejo de su jaula vacía y sin motivo de pájaro adentro y sin ceremonia ni ritual de alpiste, en constelación de alas batientes hijas del del viento, doloroso y triste de voz que el mundo no escuchó, mirando en al azul cielo un punto de oro que se alejaba y se alejaba y se alejaba, descubriendo sus manos terriblemente vacías, solo alcanzó a decir:
-¡Ay….se fueeeeee!
Quedándose lloroso y sin aliento.
Él, mi hermano, aún se acuerda de esto cuando hablamos y nostálgico no olvida estas tres últimas palabras…como un canto de libertad.
-¡Ay….se fueeeeee!
Que el lector acompañe la lectura con esta canción. https://youtu.be/25B7iJA4WBY