Por: Reynaldo Mora Mora
El currículo además de procurar el desarrollo intelectual de los estudiantes, su pretensión misional última, es la de formar buenos ciudadanos, porque ello queda grabado a fuego en los espíritus de los educandos. Por ello, todo currículo debe ser capaz de cambiar favorablemente el existir de ellos en sociedad, por ejemplo, su forma de ver el mundo, porque el currículo tiene el honor futuro de marcar sus proyectos de vida como humanidad. La apropiación de las emociones y sentires es fundamental para el currículo, a fin de entender que el contexto en donde actuarán es un lugar que promete ser transformado debido a esas presencias como egresados, es la institucionalización y la postura ética y filosofía de un sistema educativo, lo que se hace fundamental para desarrollar y fortalecer, por ejemplo, la creatividad y la buena ciudadanía. Lo anterior, porque el desafío que enfrenta la sociedad colombiana como lo relevante del currículo consiste en explorar, respetar y valorar el pensamiento crítico divergente.
Este panorama obliga a dicho sistema y a las instituciones educativas a adaptarse a los tiempos, haciendo emerger un crecimiento axiológico en los educandos. Es la pulsión entre esta necesidad formativa y sus intereses. En este proceso, la construcción curricular debe ser sinónimo de sencillez y claridad, con un sentido de la profundidad marcada por el irremediable carácter reflexivo que debe promover una Institución Educativa, IE. Entonces, un currículo crítico, contextualizado y pertinente es un buscador de problemas y temas que inquieta a la escuela en su relación con los contextos, que aparentemente son intranscendentes para los “sacerdotes oficiales” de la estandarización por parte del Ministerio de Educación Nacional, MEN. Por el contrario, nuestra propuesta curricular les da un sentido de apropiación humano, existencialista, tremendamente humano desde los saberes ante la crudeza y el dolor, por ejemplo, de que nuestra paz no se haya consolidado duraderamente desde el formar. En este sentido, el currículo es esperanza y redención a partir del enseñar y el aprender.
Así, podemos entender la pulsión fundamental del currículo que atraviesa los saberes en busca de respuestas ante los grandes problemas de la vida y la sociedad. Por ello, el currículo se construye teniendo en cuenta las casualidades y problemáticas de la vida cotidiana como los puntos cardenales de una investigación curricular. Esto configura una construcción redonda y transversal marcada por la importancia de las decisiones institucionales y sus consecuencias en la posteridad de los proyectos éticos de vida de los estudiantes, proyectos que se construyen a través de acciones formativas que asume una IE, que a través de las afortunadas casualidades, su currículo teje y dibuja esperanzas a las que responde por parte de los saberes, como una oda a la alegría, para que la misión quede para siempre como digna formativa, en donde al final valió problematizar la vida como problema existencial, donde el currículo utilizó todos los ingredientes del contexto para construir una formación humana y emotiva. Este es el realismo curricular. De acuerdo con lo anterior, el currículo debe responder a una selección explícita y válida de tipo histórico-sociocultural, para construir propuestas formativas significativas, considerando los valores y el patrimonio cultural de los contextos en los que están insertas las instituciones educativas. En efecto, para el caso de la región Caribe, resulta paradójico, que en un territorio como el nuestro donde hay tanta diversidad étnica, y cultural, y donde hay universidades acreditadas con diferentes programas académicos desde escenarios diversos, se esté en presencia de mirar hacia afuera de los respectivos contextos escolares, en lugar de recoger aquello que se está haciendo diariamente en la vida cotidiana de nuestros barrios y localidades, para pulsar enormes dosis de creatividad desde el currículo. Sin duda, la limitante, por ejemplo, para las instituciones de los niveles de básica y media, es la pérdida de la autonomía curricular por parte del MEN y de sus acólitos, las secretarías de educación territoriales. Esta perspectiva, como idea-fuerza, donde el currículo como institución formativa, está ligada al contexto social en que se desenvuelve, y que como tal es un lugar clave para su trasformación, porque él dimana el bagaje cultural que los docentes utilizan, como construcciones sociohistoricas.
Nos preguntamos, ¿por qué los expertos curriculares del MEN se lanzan a esa carrera fracasada de estándares y competencias? Porque resulta sospechoso de entrada, que siendo la formación el símbolo emblemático de la felicidad de una Nación, esos señores se han dedicado por casi más de 20 años a enredar a las instituciones educativas bajo el señuelo de la “calidad”. A ellos cabe recordarles, que es esencial entender la perspectiva del contexto para contestar el párrafo anterior, porque esa estandarización no es capaz de abarcar a sus actores con sus intereses y emociones desde un determinado tiempo. ¿Cuál es el interés de esos expertos para no definir el marco de las esperanzas de los estudiantes? A menudo ellos olvidan hasta qué punto el contexto es interdependiente de la escuela, y esta de aquel, porque sin esa articulación se hunde el proceso formativo, lo que debe dotar a la escuela de poder sentar las bases para que sus educandos puedan afrontar su ciudadanía con esperanzas y alegrías. De ello se desprende la siguiente moraleja: es que solo a través de este diálogo, de esta interacción es probable una formación plausible, sin subyugación, lo que ayuda enormemente a afianzar una fuerte sensibilidad humana hacia la emancipación.
Lo anterior invita a un ejercicio reflexivo para privilegiar el pensamiento y acciones críticas, frente a la modernización estandarizante de los expertos del MEN, que son ciegos y sordos ante las problemáticas sociales de los contextos locales y regionales. Esta reflexión crítica significa confrontar esas políticas por los efectos perversos de los estándares homogenizadores en los procesos de formación integral, que los han institucionalizados. Debemos convertir la lucha académica en contra de esa política que mata la autonomía de las instituciones en objeto de debate-reflexión: es nuestra responsabilidad ética como educadores frente a esos riesgos estandarizados para con una sociedad que es multicultural. Esto plantea el problema de la lucha por la autonomía de las instituciones educativas de todos los niveles, en tanto ellas se ven confrontadas por esa política rígida de datos fríos como el de la “calidad educativa” y “competencias”, lo que nos lleva al concepto de crear conceptos, por ejemplo, la educación como objeto de transformación, construidos desde los contextos, con un ponderado sentido humano para promover formas culturales de vida más dignas.
Tenemos entonces, que la fuente del significado curricular de la formación de buenos ciudadanos hace parte de la cultura escolar, la que está sufriendo su agotamiento por culpa de esa política cognitivista que se ha apoderado de los centros educativos. Por lo tanto, se construye como soporte de la democracia, esperando que los ciudadanos formados se liberen, por ejemplo, de la sociedad consumidora, y que vivan de acuerdo con los derechos y deberes constitucionales, como oportunidades para la toma de decisiones necesarias sobre una base bien fundada y responsable del sagrado valor de la autonomía, que debe reposar en cada egresado de las instituciones educativas. En este contexto debemos enfrentar la esencia de la crisis estandarizante del sistema educativo colombiano, donde sus consecuencias sistemáticas se presentan, no únicamente en no pensar otras prácticas evaluativas, sino también en la perspectiva de poner en riesgo el futuro de los estudiantes en el acceso a la educación superior a través de las pruebas de ingreso, lo que nos motiva conscientemente a pensar en la necesidad de una nueva autodeterminación reflexiva acerca del papel de la evaluación en el currículo, lo que se convierte en un tema y en un problema para la comunidad académica del campo intelectual de la educación. El núcleo de estas irritaciones es lo que podría caracterizar esa prepotencia de los expertos del MEN en imponer inconsultamente reforma tras reforma, sin que se digieran las anteriores, lo que lleva al fracaso al sistema educativo: una total incertidumbre agobia a la comunidad escolar, lo que significa aquí, en primer lugar, que cada vez más el currículo frío centralista, que es rígido, no responde a los conflictos y problemas sociales, porque el triunfo del orden instrumentalista racional se ha apoderado de la “calidad de la educación” de la formación integral; y en segundo lugar, lo decisivo es construir horizontes emancipadores hacia las instituciones educativas y toda la comunidad educativa, lo que puede llevar a esa comunidad emancipada a asumir decisiones con sentido fundamental para sus respectivos contextos.