EL CURRÍCULO UNA HERRAMIENTA HUMANA 

POR: BAYRON BOLÍVAR GIL GRAU  

La misión y visión del currículo deben encaminadas a lo social, cultural y político. De aquí, que la tradicional opinión que lo considera simplemente como un plan de estudios, y en cómo operacionalizarlo, es incompleta e instrumental. En esta misionalidad hay una filosofía que se compendia en cómo formar buenos ciudadanos: es la sabiduría que debe acompañar a los hechores curriculares. Tenemos entonces, que el ideal de una Institución Educativa ante los ojos de la sociedad es una brillante misión y visión acerca del tipo de hombre y sociedad que se requiere, como lo formativo político y cultural. Esto es muy diferente a la mera defensa de la inflexibilidad de los expertos curriculistas del Ministerio de Educación Nacional, MEN, que imponen una política estandarizada a la brava. Un currículo bajo estos criterios lo denominamos integral, contextualizado y pertinente, el cual no es un instrumento, sino una poderosa herramienta ética, que rechaza las exclusiones de los contextos; por el contrario, desde esta apuesta curricular se valoran sus principios y valores fundantes y sus condiciones de la vida real. Y esta vida para el currículo es cómo se vive en los contextos. Esta es la piedra de toque del proceso de construcción curricular. Su propósito es elevar a un nuevo plano las condiciones formativas de esos mundos, problematizar sus angustias, favorecer sus emociones y alegrías, desarrollar y fortalecer la dignidad humana.

Este ideal ético-moral es para una Institución Educativa la forma más alta de su existencia social alcanzable en su trayectoria formativa, pero, alcanzable desde este tipo de apuesta, donde se privilegian, no las pervertidas competencias, sino las habilidades, destrezas, talentos y vocaciones que están dialogando con los Fines de la Educación, porque los estudiantes, no son solo procesos cognitivos (que es el lado único que potencian y privilegian las instituciones educativas), también posee propiedades emocionales, intelectuales, físicas, entre otras, para formar buenos ciudadanos, no, superhumanos o superdotados, son seres humanos, alojados en sus contextos, los cuales tienen formas particulares de vivir la vida. En tal caso, estos estudiantes deben estar perfectamente formados para llevar una vida ética y moral buena, siendo ciudadanos ejemplares. En este proceso de formar buenos ciudadanos desde un currículo integral, contextualizado y pertinente hay dos presupuestos, el de la ética de los integrantes de una Institución Educativa y el de su organización pensando, cuál será la más plausible para forjar y concretar tal propósito misional. Son dos códigos éticos, ambos fundamentales, no están separados: uno, el ético y el otro, el político. Son caminos que se unen para entregar alegrías y esperanzas a los estudiantes para vivir en sociedad. Son los caminos curriculares necesarios, como medios para proporcionar este desarrollo y fortalecimiento. Una vez que la Institución Educativa haya decantado su misionalidad, y se haya encontrado con toda la comunidad educativa en esta Ruta Formativa para transformar el contexto, ella debe apuntar a identificar un conjunto de acciones que se constituyan en un cuerpo de virtudes, como lo que ilustra y especifica el quehacer de esa institución, como su naturaleza que le dicta su eticidad y compromiso: es la textura formativa de su misionalidad, son sus cualidades que se sueldan para un Proyecto Curricular duradero, con acciones teórico-prácticas e imaginativas. Se trata de una cultura de lo curricular formativo, un devenir de los actores sociales en una institución. Entonces, su relevancia nace porque refleja la realidad política y social de una época. El currículo, por lo tanto, es un símbolo cultural, porque el contexto entra a la escuela a través con significados, demandas y tensiones, como una especie de sátira político-social. Por ello, consideramos, que el currículo es, normalmente un campo de batalla en el que hay conflictos entre y dentro de los grupos de una comunidad educativa. Estos conflictos pueden ser provechosos sólo por el uso juicioso de los participantes: ¿cómo se hace esto? Obteniendo conocimiento sistemático del contexto y sus problemáticas para mirar teorías y promover prácticas evaluativas, humanas, por ejemplo.

De acuerdo con lo anterior, la comunidad educativa, siempre estará expectante, en guardia contra aquellos que no ven al contexto como lo prioritario, y lo ven a través de cristales coloreados y perfilados con un alejamiento de él, sin tener en cuenta sus alegrías, esperanzas e intereses, en términos de un horizonte ideal de buenos ciudadanos como quiere y manada la Constitución Política de 1991, CP. El contexto es uno de los fundamentos sobre los que descansa la pretensión de construir currículos pertinentes, lo que permite tener una visión clara de la sociedad que se desea ver realizada, como la vida de una Institución Educativa, lo que señala, que es evidente establecer el diálogo con el contexto. La razón de esto, es que hay una comunidad educativa que sabe cómo construir el currículo: ¿cómo lograrlo? Desarrollando ciertas facultades como esa fuerza ética, con lealtad, compromiso, que las entendemos como cualidades curriculares para exaltar habilidades como virtudes. Todo lo anterior puede realizarse como proceso, si hay compromiso dotado de realismo que movilice el propósito misional.

Entonces, el currículo como un universo ético-formativo viene a personificar los Fines de la Educación, como lo concibe la institución, colocando en el primer lugar, antes que otra cosa, la Dignidad Humana, como el ideal constitucional, como el valor incomparable, el más elevado, y absolutamente inconmensurable a, cualquier metal social, política o económica. A partir de esta comunidad educativa, que cree en tales ideales y los explaya a la sociedad, practicándolos, en principio, se puede construir un currículo con un profundo sentido por lo humano en el sentido de nuestra Carta Magna. Es la construcción de lo alcanzable de este ideal a causa de la inacabalidad del ser. En otras palabras, es el conjunto de habilidades teórico-prácticas por parte de los miembros de esa comunidad para elevarse a un nivel suficiente en la virtud de la Constitución, que es el terreno ciertamente inescapable en la formación de buenos ciudadanos. Debemos estar convencidos de que lo que se considera como las virtudes constitucionales señaladas en los artículos 67 y 95, son nacionalidades para construir ese misional, que se desea, más aún, la sociedad se ve satisfecha.

De acuerdo con ello, lo que hace esta comunidad de intereses curriculares, es definir en términos de lo que practicable para una determinada institución, no imaginaria: porque ella está comprometida con acciones de los límites de sus posibilidades humanas y del propio contexto. Es lo misional y lo responsable. Consecuentemente con su misional, la Institución Educativa debe escoger el tipo de currículo, para saber elegir cómo construir una comunidad contextualizada y pertinente. Esta tesis es de importancia central para la teoría curricular: el hecho de que los actores de esa institución puedan encausar sus metas, lo que debe conducir a la materialización de los Fines de la Educación, que son fuerzas formativas que aseguran que la institución se desarrolle, y asimile el concepto de formar buenos ciudadanos absolutamente militante con las líneas de la CP para la consecuencia social satisfactoria. En este proceso está presente una ética que se ha promovido en el tiempo, por ejemplo, la ética aristotélica nos proporciona, lo que ella consiste: que dado que los hombres son seres hechos por la naturaleza para convivir en ciudades sus propósitos comunitarios son los valores últimos de lo que los demás se derivan o con los cuales se identifican como individuos. La ética así concebida, como el código de conducta o el ideal que debe perseguir dicha comunidad solo es dable por la comprensión del propósito y carácter de su contexto, sin que se divorcie de él, como la esfera a la tentativa de cumplimiento de dichos fines. Entonces, el currículo es una herramienta que observa y clasifica sistemáticamente, que no es indiferente al contexto éticamente responsable, preocupado porque los saberes dialoguen con él, que mira esta formación como necesidad vital. Estas habilidades están valoradas como acciones concretas para recrear condiciones en las que los estudiantes desarrollen y fortalezcan este espíritu de ciudadanía. Es el espíritu flexible, la virtud misional que permanece central y constante en el currículo.