EL CURRÍCULO COMO REFLEXION TEORICO-PRACTICA

POR: BAYRON BOLIVAR GIL GRAU 

El currículo debe potenciar motivaciones en el plano creativo para favorecer la relación de los saberes con el contexto. Por ello, el currículo es un escenario muy proclive para reflexionar sobre este diálogo, para “mirar” el entorno escolar como una postura de varios colores (los saberes enseñables), en tanto, es el reflejo de la memoria colectiva: el currículo es la herramienta para expresar las imágenes de la cultura con sus actores. Nuestra premisa como curriculista es interpretar el mundo desde una perspectiva distinta a la de otros: es dar cuenta de la naturaleza real de los procesos formativos, haciendo reflexiones filosóficas para acercarnos al contexto, hacer narrativas que con pasión representen el cruce de los saberes con la realidad social, con un alto grado de sofisticación artística que preside el corpus cultural de sus actores.

Hay que construir currículos con clave contexto; en tal sentido, hay que ser un constructor curricular irredento de sus problemáticas. Construimos currículos porque la sociedad tiene sus esperanzas fijadas en la escuela, porque ella es ilusión, realidad, temores, sueños, esfuerzos, realizaciones. Hay que ser un artista curricular, que provoque incomodidad, que nos posicionemos del concepto de formación, tener el carácter perturbador en estos procesos, ser crítico frente a la estandarización que se propone desde las altas esferas del Ministerio de Educación Nacional, MEN. En nosotros debe imperar las emociones y sentimientos para crear historias sobre los distintos saberes con miras a construir currículos para humanos porque quienes aman la humanidad siempre deben tener una verdad simple en mente: curricularizar el contexto con sus problemáticas; por eso, esta arquitectura curricular es sencilla de construirla, donde su lógica no esté impregnada por las competencias, que es el lenguaje de la empresa industrial. Esta hechura debe estar guiada de principios que valoren la dignidad humana para construir una cultura en valores constitucionales, que haga de la vida de los estudiantes una vida digna, buena.

Hoy la política de estandarización presente en el sistema educativo aliena el alma y los intereses de los estudiantes, lo que se ha convertido en una estructura rígida para las instituciones educativas, generando un espíritu de desasosiego, alejándolos de la geografía e historia de sus contextos, lo que ha perpetuado estilos de prácticas y discursos curriculares que trastocan sus vidas, que los alejan de sus intereses. Estas son algunas de esas estructuras frías agenciadas por los expertos del MEN: currículos estancos, que resultan indeseables para los educandos, cercamiento a sus intereses y emociones, algunos saberes son considerados de menor categoría, una formación sin proyectos, no se concibe al estudiante como un proyecto inacabado, las evaluaciones son consideradas callejones sin sentido; la formación no conduce a condiciones de vida más humana; enormes diferencias en los procesos de aprendizajes entre áreas que no satisfacen las necesidades cognitivas ni socioafectivas de los educandos.

Estos aspectos representan lugares en el currículo, son estructuras rígidas sobre las cuales aún descansa la formación, que no es construida con autonomía por cada Institución Educativa en su continuidad y desarrollo. Podemos decir, que es una geografía lúgubre de los procesos de formación que nos alerta sobre el hecho de que los estudiantes no están en ambientes construidos para el goce ético, estético y placentero por el aprender. Para lograr lo anterior, el equipo curricular debe identificar ambientes en tal sentido, para que promuevan una mayor humanidad, así como para potenciar los elementos materiales y filosóficos que dan vida a la vida de los estudiantes. Debemos dejar de lado los estados de alienación, tedio y desesperación que ellos ven en la estandarización y homogenización de las prácticas evaluativas: desafortunadamente, es el lamentable estado que ofician los expertos del MEN. Debemos construir currículos con autonomía y libertad para vivir y auto crear con serenidad, que surja de la interpretación y solución de conflictos, que vivan profundamente en paz consigo mismo y con los demás, que sientan alegría, que luchen, que nos los guíe la necesidad de afirmar e imponerse sobre los otros (el discurso de las competencias), que sean felices por estar en presencia de sus compañeros, sin que se les controle, puesto que el ejercicio del controlar invariablemente distorsiona y disminuye a los otros.

En lugar de imponer currículos rígidos, oficiales, debemos permitir la toma de tiempo para escuchar y prestar atención, para evaluar los potenciales de la comunidad educativa. La clave es preguntar: se podrá transformar el contexto y cómo el currículo puede ser parte de los flujos y procesos de vida, es la participación de la humanidad, llamada comunidad educativa. Un compromiso así asumido y puesto en práctica desde una perspectiva histórica, contextual y pertinente forma buenos ciudadanos en: el trabajo, esfuerzo,  valores, dignidad, como ese sentimiento de que importamos, de que alguien se ha fijado en nosotros por quienes somos, se halla en estos procesos de formación. Es el impulso de transformar las vidas de los estudiantes a través de esta arquitectura curricular, que es una arquitectura esperanzadora que expresa que ellos son favorecidos, al reflejar una intención amorosa en su diseño y construcción.

Lo anterior, en cuanto los expertos del Ministerio de Educación, ocasionalmente experimentan nauseas formativas-éticas-curriculares al promover y contemplar procesos de formación en la que estos no responden ética ni curricularmente a las problemáticas de la sociedad, y, por lo tanto, la escuela y la universidad se han divorciado del campo curricular contextualizado y pertinente. Estos oficiales son técnicos fríos, no comprometidos ni ética ni formativamente con las tensiones sociales. Para nosotros el currículo es un maravilloso espejo de la época, un censor sensible a los contornos de su tiempo que interpreta fielmente lo que estos expertos no admiten, ni promueven, ni reconocen que el contexto es una mina inagotable de estudio, de agudas observaciones, que atiende las demandas de su época.

El constructor curricular contextualizado y pertinente debe tener una desarrollada concepción de formación y de currículo como una obra colectiva, histórica y sociocultural de arte de una respectiva comunidad educativa, cuya meta es formar buenos ciudadanos y cuya cualidad esencial es la comprensión de los materiales del contexto. En este sentido, los constructores son moldeadores de ese propósito, como escultores del mandato constitucional. Entonces tenemos, que el currículo viene a ser una herramienta social y cultural indispensable, un cemento muy útil, el criterio del valor de una misión institucional, siendo su papel de promotor de solidaridad, cohesión social, paz, tolerancia, lo que es de crucial importancia en los procesos de formación. De aquí, nuestra invitación para las instituciones educativas de construir currículos sobre estas sólidas bases espirituales y materiales del contexto respectivo.