A JUCIO EL DESJUICIADO URIBE

Álvaro Uribe Vélez, expresidente de Colombia y líder natural del Centro Democrático.

Por GREGORIO TORREGROZA

Antes que un llamado a juicio, como el que ha cobijado esta semana al expresidente Álvaro Uribe por parte de la fiscalía por los delitos de fraude procesal y soborno a testigos en actuación penal, lo que esperamos muchos colombianos, dentro de los cuales me cuento, es un llamado a este, a que recupere su juicio, ese, que ha perdido hace rato, desde cuando oficiaba como gobernador de Antioquia, y luego, como presidente de la república durante 8 años; que pudiéramos considerar 20, contando los periodos de sus dos más típicos amanuenses, como lo fueron Juan Manuel Santos durante  sus 8 años de gobierno e Iván Duque Márquez con 4 más.

Es cosa usual la correlación existente entre la ascensión de un individuo al poder con ínfulas mesiánicas y su consecuente pérdida de juicio, que lo conduce a demenciales acciones propias de un orate sin el más mínimo propósito de buscar su mejoría, y quien, por el contrario, debido a su enfermiza actitud de negación constante, cada día cava más profundo el hueco oscuro de su sórdido desprestigio, en el que finalmente ira a parar, pues ninguno de sus numerosos aduladores, de asfixiantes cacareos, se enterrará con él, por muy “Cabal” que se muestren.

Lo cierto es que se registran casos comunes de gobernantes que al final de su paso por el poder, la historia los muestra como carentes de buen juicio: Napoleón, Putin, Stalin, Hitler, Churchill, sin que ello implique, por supuesto, un perfilamiento per sé por la sola llegada al poder del mandatario; aunque, sin incurrir en la ya revaluada y anacrónica  teoría del delincuente nato, de Cesar Lombroso, criminólogo y médico italiano fundador de la escuela positivista del derecho penal, quien pretendió encontrar los orígenes biológicos del crimen, estableciendo como una de las causas de la criminalidad  el aspecto físico del individuo, lo cierto, es que el personaje de marras coincide, además de su avezada inclinación al mal con los otros en mención en su escasa estatura física, así: Napoleón 1.68; Putin 1.65; Stalin 1.68, Hitler 1.75, Churchill 1,72  y Uribe 1.67, esto solo como referencia con tinte de humor negro anecdótico.

Pero, al parecer, el expresidente Uribe no es la excepción, ya que su amplio prontuario de andanzas non sanctas dan buena cuenta de ello, muy a pesar de esa especie de espejismo que ha hecho las veces de oasis, llamado Seguridad Democrática, que hasta ahora se ha convertido en el teflón frente a un amplio sector de la opinión pública que, jugando a su favor, pareciera seguir preservando a buen recaudo su imagen.

Sin embargo, en el escenario judicial el asunto no le viene funcionando de la misma manera y, a pesar del vergonzoso esfuerzo del exfiscal Barbosa y su caterva de fiscales obsecuentes, para calificarlos de la manera más amable posible, quienes a pesar de las múltiples pruebas tuvieron la osadía de solicitar en forma reiterativa la preclusión del asunto, es decir, su absolución, petición que como era de esperarse ha sido negada, hasta que por fin el “presidente eterno”, como alguna vez lo referenció el expresidente Duque, ha sido llamado a juicio.

Ojalá que esta nueva realidad, sobre todo la de no contar con una fiscalía de bolsillo, lo conduzca a una reflexión seria, y en un acto de gallardía plena recobre el juicio que le permita despertar de ese prolongado sortilegio en el que ha estado inmerso, creyéndose él, de verdad, como un ser intocable y, lo peor aún, sin nada por lo que deba rendir cuentas. Que no olvide que los delitos que lo tienen hoy encartado en juicio son, al final, unos de los más banales respecto a los otros múltiples por los que sigue siendo investigado. Que no piense que tiene ya garantizada la misma suerte del famoso gánster Al Capone, quien, a pesar, al igual que Uribe, contar con frondoso prontuario como homicidios, masacres o contrabando, al final fue condenado solo por evasión de impuestos, lo que en Estados Unidos es castigado severamente con cárcel. Que tampoco olvide que uno de sus abogados estrella, el autodenominado abogánster, Diego Cadena, por los mismos hechos en los que él está encartado, ya está en juicio, lo que significa que uno no puede meterse en la misma piscina de donde los otros salen mojados y pretender luego alegar que la humedad no lo ha tocado. 

Si de historial criminal se trata, bien vale la pena refrescar la memoria a algunos incrédulos y a otros, no los menos, olvidadizos, quienes siguen con el velo puesto sin aceptar la clase de pécora que encarna la persona del expresidente Uribe, para lo cual me permitiré citar algunas de las perlas que integran el rosario de hechos de dudosa ortografía moral, así tenemos:

En 1982 le fue aceptada la renuncia de la alcaldía de Medellín, luego de mediar serias versiones por sus vínculos con el narcotráfico. Como director de la Aerocivil presuntamente le expidió 200 licencias al cartel de Medellín. Está seriamente vinculado a las masacres del Aro y la Granja. Condecoró a Francisco Villalba, según declaraciones de este a noticias Uno, y quien luego fue condenado a 33 años por la masacre del Aro y el asesinato del abogado Jesús María Valle. Es señalado de la creación del Bloque Metro. Propició el asesinato de Eudaldo Diaz, alcalde del municipio El Roble, quien le suplicó protección frente a su propio verdugo, Salvador Arana, condenado a 40 años por dicho asesinato, sin embargo, lo premió luego del asesinato nombrándolo embajador en Chile. La operación Orión en las comunas de Medellín, que dejó un número significativo de muertos aún sin terminar de contar. La masacre del Salado. La Yidis política. Los falsos positivos. Las chuzadas del Das. Agro Ingreso Seguro, que condujo a la cárcel a Andrés Felipe Arias, alias Uribito. Las zonas francas de Tomás y Jerónimo Uribe, dos delfines muy acrobáticos en materia de negocios. El caso Santoyo, jefe de seguridad de Uribe, condenado a 13 años por vínculos con paramilitares, y muchos otros casos más que, como síntesis judicial, han determinado el deshonroso récord como presidente, de que 48 funcionarios de su administración hayan sido encarcelados.