Por Orlando Andrade Gallardo
El pasado domingo se sumó un año más del aniversario de Barranquilla y no se hicieron esperar los reconocimientos y agasajos por parte de quienes la respetamos y sentimos gran admiración por ella. Barranquilla es una ciudad de todos y cientos de canciones son dedicadas por foráneos y en sus letras afirman que desean quedarse a vivir en la ciudad, como la de Joe Arroyo, y no podemos negarnos que sea agasajada por quienes sienten deferencia por la Arenosa, sin distingo de nacionalidad o región. Desde siempre se comenta que Barranquilla es auténtica, original y única, y no se discute, nada asombra a sus gentes, cuando sucede algo extraordinario, a los 15 minutos es historia patria, los sucesos se presentan con tanta naturalidad que no sorprende a nadie y es parte de su cotidianidad. En Barranquilla sucede de todo y no pasa nada, sus gentes están acostumbradas que por muy extraordinario sea el acontecimiento, para ellos es algo natural y sencillo. Lo evidente es que quedan los comentarios en los barriales y los convierten en festejos, con risas y mamagallismo. Con el tiempo se conviertan en una historia más, aprovechada por los músicos para transformarlas en piezas musicales, en carnaval popularizarlos en refrenas, disfraz e incluirlos en las letanías. Escribir sobre las ocurrencias, apuntes e ingenio del barranquillero es interminable, pero lo que sí debemos tener claro es que Barranquilla merece defenderla, que la abracemos no solo en su día, sino en todos los amaneceres. Es una ciudad de puertas abiertas donde cabemos todos, tantos nativos como foráneos.
Las ciudades son un símbolo de las civilizaciones y cada una tiene su símbolo que la distingue de las demás, representado en un tótem como el escudo, la bandera y su himno; el símbolo representa las relaciones sociales que debemos mantener para una convivencia sana y próspera. Es importante conocer que las ciudades son el emblema para mantener una vida protegida y estable, donde podemos resguardarnos con nuestras familias y socializar los valores para lograr el respeto, requisito social indispensable. Las ciudades se constituyen con el tiempo en centros de producción de todos los bienes y servicios que requiere la población para suplir sus necesidades y se logra creando empresas con el esfuerzo comunitario y por derecho propio debe ser administrado por sus creadores. Entregar el patrimonio que pertenece a la ciudad a extraños es el peor error que puede suceder la comunidad y en Barranquilla la experiencia se repite en cada administración, sin poder superar. Es triste como se enajenaron empresas emblemáticas de los barranquilleros y creadas por personajes que lucharon por engrandecerlas y cuando están en la cúspide se dejan ilusionar por unos cuantos pesos ignorando a la población. Tomemos el ejemplo de la empresa Electrificadora del Atlántico, que después de convertirla en una bola de ping pong, cambiando de dueños, llegó a apoderarse un grupo empresarial sin alma y deshumanizado que juega sin piedad con el bienestar de los atlanticenses y sin solución a la vista. Otro ejemplo es Cementos Caribe, un grupo de personajes con feos antecedentes de aprovecharse del dolor de campesinos pobres y desplazados por la violencia en los Montes de María compró sus fincas a precio de gallinas flacas, en la actualidad es la propietaria de la antigua empresa cementera barranquillera. Al comprar otro tótem de la ciudad como es Cementos Caribe la empresa paisa se convirtió en la más poderosa en la industria del cemento fijando el precio que se antoje. La empresa es propietaria de muchos terrenos del departamento como La Loma la Luna en el corregimiento del Morro en Tubará, allí hay un yacimiento de un mineral que se utiliza para la fabricación de cemento, en la misma loma está el petroglifo, conocido como piedra pintada donde se encuentran mensajes e ideogramas de la etnia Mokaná, grabados en las piedras con la técnica rupestre.
La nueva discusión con la polémica empresa cementera es que en los antiguos terrenos donde funcionaba Cementos del Caribe pretende construir cientos de apartamentos y retó a las autoridades que por encima de ellas llevará a cabo el proyecto por tener permisos que lo permiten. Pero ¿quien otorgó esos permisos? Es la pregunta del millón y nadie responde. ¿Dónde está el anterior alcalde? Es tiempo de sacar la casta quienes detectan el poder y se enriquecieron de la ciudad, su compromiso es defenderla y protegerla, no permitir que un patético foráneo imponga su capricho. En la polémica el único que alzó la voz contra el proyecto fue el empresario Christian Daes y con argumentos válidos cuestionó las macabras intenciones del constructor que afectaría el medio ambiente, la ciudad y la población barranquillera. Estos son los momentos que la ciudad necesita los abrazos y aboguemos por sus intereses y no permitir que se lleve a cabo semejante adefesio, e investiguen hasta las últimas consecuencias quién autorizó su construcción, contrariando las disposiciones del Plan de Ordenamiento Territorial de la ciudad.