Por WALTER PIMIENTA J.
Tan tuya como mía y de todos, eran nuestras tareas. La misma guayaba del recreo, la misma caja de colores; el préstame la regla, el lápiz ya casi en el abandono de acabarse comido su borrador…Era esta la costumbre escolar de mi tiempo en la escuela de mi pueblo… Y el mismo interés y la misma voluntad del equipo de aseo semanal armado de escobas, de papeleras, de traperos, de baldes y de elementos de aseo y de desinfección para que el salón de clases, tan tuyo como mía y tan de todos, estuviera limpia y presentable… Y la palmadita en el hombre de parte de la profesora o del profesor al ver el correcto cumplimiento y las cinco estrellas alcanzadas en la lista de notas por colaboración… Éramos enemigos del polvo, del papel en el piso, de la viruta del sacapuntas …. Esa fue la escuela que conocí… Esa, la del sacudir en un galón de oficio el borrador de tela lleno del polvo de la tiza… La escuela de las buenas costumbres… La de los días a la patria llevando el un uniforme de gala y los zapatos lustrados… Esa fue la escuela que conocí….La de la eterna costumbre de los buenos días, de los hasta mañana profesor…La de la medalla al pecho en reconocimiento al rendimiento y al sano comportamiento…La escuela de la repisa a Bolívar sobre una paño blanco tejido y regalado por la madre de alguno de nosotros al ser éste el Padre de la Patria…La escuela de la oración diaria al entrar y al salir… La escuela del tintero y la plumilla en clase de caligrafía para tener bonita letra como la de Casimiro el notario.
…La escuela del préstame el azul cielo o el azul turquí; o el amarillo pollito cuando el dibujo, abandonado de colores, moría a los ojos de Dios en un arco iris sin sol y sin lluvia…O cuando inventando tormentas con el lápiz negro, de una nube oscura y tenebrosa, en zigzag salía un rayo de mentira matando a una vaca berrenda de osco…
Esa era mi escuela, la escuela del silencio cuando el maestro lo pedía y nos decía este risible retruécano o calembur: “Niños, callados se les oye mejor”…Y contra la modorra, el sueño y la pereza, este rompía la con : “A ver todos. Brazos arriba, uno. Brazos a los hombros, dos. Brazos a los lados, tres. De pie, sentados. Sentado, de pie”…Y a la voz de tres, todos, la canción de los elefantes”…Y el grupo que con esto se venía: “Un elefante, se balanceaba, sobre la tela de una araña; como la tela sí resistía, fueron a buscar un camarada. Dos elefantes se balanceaban, sobre la tela de una araña”…y así sucesivamente más y más elegantes y después menos y menos elefantes… De esa escuela primaria vengo yo. De esa ahora inexistente escuela fui estudiante.
Era la escuela del mostrar las manos y las uñas limpias; el cuello y las orejas y la del peinado a medio lado con el camino sacado a la manera de los monaguillos. La del paño y la bayeta a la hora de usar la tinta china. La del “permiso profesor, voy al baño”, en el necesario momento aquel de las penosas ventosidades y algo más…viniendo de allá, de regreso, con las manos lavadas dejando el rollo de papel higiénico en el sitio de costumbre…
Era la escuela de la campana marcando el tiempo y la del escribir prosas que tanto me gustaba en la clase de redacción y composición…Y así también la escuela de la urbanidad de Carreño oyendo las normas sociales de la convivencia y las buenas costumbres… La escuela del alma en las libretas limpia, sin borrones y al día…la del escribir pausado y con rojo los ejemplos. ..La del plumero de bomba chupa tinta y la del plumero trasparente de cuatro minas: negra, azul, roja y verde… La del recreo en el zaguán comiendo un dulce, la de la paciencia con los números y la de la preocupante mancha de tinta en el bolsillo de la camisa blanca…Y la de la cara de Dios en un cuadrito arriba del tablero…La de la piedra recostada en la puerta de entrada…La olorosa a gas desinfectando el piso…La de los marineros en tierra cantando con voz de pecho…”Soy pirata y navego en los mares, donde todo respetan mi voz…”…La del profesor lleno de saberes obstinando en enseñarnos y convencernos de que la Tierra gira alrededor del Sol…La escuela del mapa calcado con gas o con manteca de cocina,…La de los ríos hechos con arena…La de los cielos con nubes hechas con motas de algodón…La de la tinaja de barro con el mismo jarro para beber el agua fresca y la misma sed compartida…
En algún salón abandonado de aquella escuela, cubierto de polvo, como muerto en su misma sombra y descolorido, estará el mapamundi de mis escuela imposible de revivirle coordinadas, países y ciudades y en la relojera del pantalón de mi uniforme olvidaría el imán de mis juegos y en el recuerdo del recuerdo mi alegría de científico dándole luz a un bombillo con una pila y dos alambres
Por la puerta abierta de esa escuela, con un nudo en la garganta, acabada la primaria, un día salí y no la olvido…, dejando pegado en una pared de mi cuarto mi horario de clases diciendo:
LUNES
Matemática
Español
Geografía
Naturales.
Recreo
Urbanidad
Dibujo
Escritura y redacción.
Cómo olvidarla si de una escuela así, vengo yo…