Por: Álvaro Cotes Córdoba.
Es un escenario que se repite en Colombia, tanto a nivel de país como departamental y municipal. En la que políticos que ocuparon altos cargos durante años, incluso décadas, ahora aparecen en medios de comunicación y redes sociales con recetas mágicas, para resolver crisis económicas, sociales o políticas. Pareciera que, una vez fuera del poder, adquieren una clarividencia que no poseían mientras estaban en funciones.
Este fenómeno no solo es preocupante por su falta de autocrítica, sino también por el efecto que tiene en la opinión pública. Muchos ciudadanos, hastiados de la situación actual, podrían verse tentados a creer de nuevo en esas propuestas de los políticos cínicos, olvidando el historial de quienes las formularon. En Santa Marta ocurrió recientemente, donde volvieron a creerle a los que por décadas dejaron a la ciudad atrasada en obras de trascendencia. Hoy la ciudad se verá perjudicada nuevamente, pero en esta ocasión no fue porque el pueblo eligió mal, al contrario, eligió muy bien, pero a quien eligieron no le dieron la credencial por triquiñuelas judiciales.
El cinismo político se manifiesta de diversas maneras. Desde la negación de responsabilidades por las decisiones tomadas durante su gestión, hasta la adopción de posturas extremas con el único fin de ganar adeptos. Todo esto, mientras se obvian las evidencias que señalan sus propios errores pasados.
Sin embargo, hay algunos políticos que se abstienen de opinar por el rabo de paja grande que heredaron por su mala actuación y administración. Esos tienen criterios al menos. Pero hay muchísimos que no y cínicamente salen hasta a recomendar cómo deben hacer las cosas, que ellos mismos no hicieron cuando gobernaron. La lista de esos políticos cínicos y descarados a nivel nacional es larga y la encabezan por estos días los expresidentes Iván Duque, Andrés Pastrana, César Gaviria y Álvaro Uribe Vélez.
Es importante recordar que el ejercicio del poder conlleva una enorme responsabilidad y que los resultados de las políticas implementadas durante un gobierno no se desvanecen con el cambio de administración. Los problemas heredados pueden tardar años en resolverse, y es injusto para la población que los causantes de dichos problemas pretendan presentarse como salvadores.
El cinismo de aquellos que ya gobernaron y ahora pretenden ofrecer soluciones milagrosas es un obstáculo para el progreso democrático. Solo a través de un debate político honesto y transparente se podrán encontrar soluciones reales a los desafíos que enfrenta nuestra sociedad. Y Santa Marta todavía podría recuperar las buenas gestiones de los últimos 12 años de los gobiernos con mayores obras que ha tenido en toda su historia o 500 años de existencia. Pero para que eso ocurra, la justicia debe imponerse.