PENSAR LA LEY GENERAL DE EDUCACIÓN

POR: ANGIE ARÉVALO

La ley general de educación se mostró principalmente como la salvación para la educación, donde supuestamente estaría llenas de oportunidades y estaría al alcance de todas las personas, fue presentada como una luz de esperanza para los estudiantes, donde podría mejorar la calidad de vida de los colombianos, sin embargo, ya esta ley cumple 30 años de vigencia y ¿dónde quedaron todas esas promesas?

La formación de buenos ciudadanos es y ha sido el punto de partida para hablar de educación en Colombia y si bien este es un propósito fundamental y trascendental aún no se ve materializado en las instituciones educativas, ni en sus mallas curriculares y en general, en la realidad del país a nivel educativo. Aunque este sea el primer objetivo contemplado en la Ley General de Educación y ya tiene treinta años de vigencia, no hay ningún reflejo contundente que demuestre de qué manera ha beneficiado a las instituciones educativas colombianas. 

Esta ley se considera insuficiente porque no ha logrado abordar de manera efectiva los problemas sociales, ha enfatizado excesivamente las pruebas estandarizadas, ha limitado la autonomía escolar y ha fallado en contextualizar el currículo escolar. Esto ha impedido que la ley cumpla plenamente con su objetivo de mejorar la calidad de la educación en Colombia.

Existen muchas otras razones que ayudarían a explicar por qué su uso ha sido deficiente y podríamos debatir entre la corrupción, los vacíos presupuestales, el abandono territorial, el desconocimiento, la educación como el negocio con el que se lucran unos cuantos que sin escrúpulos no miden las consecuencias de sus acciones: dejan a un pueblo entero ignorante, sin futuro y atrasado en todos los aspectos posibles. Esta es la realidad del territorio colombiano, que ha dejado atrás a muchas comunidades que no tienen ningún tipo de oportunidades para avanzar por si solas y peor aún, muchas ni se imaginan o conocen la posibilidad del estudio. 

Esto se ve reflejado principalmente en las instituciones de educación públicas del país a nivel académico, político, social, critico, de infraestructura, etc. No existe a lo largo y ancho del país una pujanza, un impulso que incentive gratificantemente un ánimo, una armonía a un mayor nivel que potencie, que organice y de resultados óptimos en la educación inicial, primaria, media y superior. Lo que se observa es el declive constante y las múltiples fallas del gobierno por mediar mediocremente las dificultades notables. 

Es esencial que la comunidad participe activamente para que las escuelas logren tener autonomía en la toma de decisiones y se relacionen de manera más efectiva con la sociedad. Esto implica que la comunidad desempeñe un rol significativo en la exploración y protección de las tradiciones culturales locales, las cuales deben incorporarse en el ámbito educativo. Esta cooperación busca fortalecer los lazos entre la escuela y su entorno, demostrando un verdadero compromiso con las necesidades y contextos sociales.

La revisión actual de la Ley General de Educación debe integrarse en la Ley Estatutaria de la Educación, actualmente en proceso legislativo en el Congreso. 

Esta nueva legislación debe basarse en experiencias reales de la comunidad educativa y comunicarse en un lenguaje accesible que genere emociones y conexiones personales (Mora, R., Tribuna Pedagógica: a 30 años de la ley general de la educación, 4 de marzo de 2023 Diario la Libertad).

Hablar de una reforma, de un estudio de la ley no puede alejarse del contexto que nos acoge como sociedad, como colombianos. Quienes mas sufren los estragos de estos obstáculos son los niñas y niños, los adolescentes y jóvenes que acceden a la educación, pero incluso quienes más padecen sus consecuencias, son precisamente aquellos a los que la educación no es siquiera una posibilidad. 

El reto de la educación es complejo, amplio y difícil de abordar, no porque hablar de educación sea un sacrificio colectivo sino por todas las problemáticas que están inmersas en ella. Por el contrario, si habláramos de educación omitiendo todas estas, la panorámica sería agradable. 

Enseñar y aprender con condiciones adecuadas, con docentes preparados y dispuestos debería ser el pan de cada día, con currículos amplios, diversos y amables con el estudiante, coherentes y pertinentes al contexto. 

La falta de conexión entre la sociedad, el gobierno, sus leyes, el sentimiento de propiedad y pertenencia y la objetividad en el ámbito educativo, es la potencia a la deserción escolar, a la negligencia dentro de las instituciones, a la falta de competencia y voluntad de los docentes por una planificación consciente y alineada, dispuestas para impartir clases en aulas bajo las consideraciones y necesidades de los discentes. Sin esto es imposible hablar de transformación, de academia, de investigación, de currículo y de todos los conceptos perfectamente dispuestos en la Carta Magna que intentan vislumbrar un camino fundamentado en las preponderancias educativas del país. 

Colombia necesita completamente un impulso significativo al cambio, al desarrollo, a la mejoría de todos sus campos, pero sobre todo en la educación, ya que esta es vital para combatir el estancamiento y el subdesarrollo que ha afectado a Colombia. 

En este mismo sentido, es realmente importante que los recursos destinados a esta, si lleguen efectivamente a su destino, ya que esto contribuirá al avance del país, y en caso de incumplimiento, las autoridades correspondientes deben tomar medidas proactivas. El país ya cuenta con suficientes instituciones ineficaces y corruptas como para seguir tolerando su existencia. Así como hemos notado a lo largo de los años el deterioro de muchos aspectos del territorio, también deberíamos poder ver su crecimiento, para así poder hablar de un verdadero progreso. 

En conclusión, es necesario no solo comprender la ley general de educación por lo que es sino debatir y reformar aquellas falencias notables que desacertadamente inmiscuyen en el progreso social, educativo, investigativo y tecnológico. 

La educación es esencial para superar desafíos y así poder construir un futuro más próspero y equitativo, por ello la prioridad del país debería ser una educación transparente y de calidad para todos. Este texto hace parte del Taller de Lectura y Escritura en Procesos Curriculares en la Facultad de Ciencias de la Educación de la Universidad del Atlántico (I-2024).