Por Orlando Andrade Gallardo
Las prolongadas vacaciones de diez días que finalizaron el domingo pasado posibilitó que la mayoría de colombianos las aprovecharan para descansar y disfrutar con sus familiares en sitios de recreo y otros en recogimiento. El descanso periódico permite que las personas recopilen experiencias de su diario vivir para fortalecer los proyectos futuros y poder alcanzar las metas trazadas y Semana Santa es una buena época. Aprovechar los tiempos de descanso en actividades que reconforten y potencialicen el quehacer diario para progresar y ayudar con nuestras labores que realizamos, es un gran propósito. Colombia es reconocido mundialmente como un país supremamente diverso, su rica cultura es pluralista, la gastronomía variada, sus gentes auténticas y amables. En cada una de las regiones podemos disfrutar de agradables sorpresas y costumbres ancestrales que enriquecen nuestras experiencias, en estas vacaciones prolongadas son cientos de personas que visitan estos lugares para enlazar costumbres tanto en la gastronomía, como el folclor y libres pensamientos que nos ofrece la democracia.
En la Semana Santa algunos medios de comunicación masivos transmitieron las homilías y sermones de los obispos de la iglesia católica en las diferentes iglesias de las principales ciudades del país. En Bogotá el arzobispo con la elocuencia que caracteriza a los sacerdotes por sus estudios, habló sobre la pérdida de los valores humanos que debemos recuperar para lograr tranquilidad y paz. Aseguró que el sentimiento más noble, como es el amor, se diluye cada día en los espíritus de los colombianos y sin ese sentimiento no es posible avanzar. Enfatizó que la concordia y el amor al prójimo están fallando en los corazones de nuestros compatriotas, ignorar las necesidades que padece la población en pobreza absoluta es desconocer la existencia humana. Colombia no puede continuar por el sendero de las constantes confrontaciones banales por el desgaste que ocasiona en su gestión y el pueblo es quien sufre las consecuencias esperando resultados de sus dirigentes. Colombia está cansada de tantos arrebatos sensacionalistas de politiqueros que no alcanzaron el poder e inventan discursos torcidos y mentirosos para desprestigiar al contrario, predican otros prelados en sus homilías.
En Medellín, el obispo se refirió a los escandalosos enfrentamientos entre el gobierno departamental y nacional por proyectos que no se realizan por cualquier circunstancia y sin probar que el diálogo es la mejor solución, se van lanza en ristre unos contra otros, dejando al pueblo inerme en la mitad. De todas estas intervenciones clericales en los días santos y divulgadas por los sacerdotes de las diferentes regiones, podemos concluir que la teología tradicional está cambiando de rumbo a la teología de la liberación, de la revolución y de la esperanza que surgieron en los años 70. En esta carrera por difundir las nuevas teologías, mezclan la doctrina cristiana con las teorías revolucionarias y en las homilías aparecieron nuevas expresiones como justicia social, alienación, redención, masificación, opresión, para referirse a la preocupación que siempre ha tenido la iglesia por los pobres. Para algunos, la teoría de la liberación tuvo sus orígenes en las concepciones de Lutero y Mark, el primero se basa en el pecado original, que corrompió la naturaleza humana y el segundo defiende que lo real en el universo es el ser humano.
Para el catolicismo el hombre fue creado dejándolo a su libre albedrío y debe defenderse para evitar perder su esencia como humano que es la libertad. Si queremos ser consecuentes con los principios religiosos que tanto se pregonan, debemos luchar por las diferencias sociales, la liberación de los oprimidos, trabajadores descalzos y por el pueblo explotado por el capitalismo salvaje. Es necesario catequizar no solo en doctrina cristiana, sino en la justicia social, distribución de los bienes económicos y cambio total de estructura, que traería la solución a todos los problemas. Estos principios son defendidos por la teología liberadora y revolucionaria que en muchas iglesias del país están reivindicando la naturaleza humana. Colombia desde siempre ha sido clerical y la entrada de las nuevas teologías no fue fácil por la rancia sociedad conservadora que no permitía ninguna renovación en sus estructuras religiosas, pero la presencia de sacerdotes en universidades estudiando otras disciplinas humanísticas, revolucionó las ideologías. Lo que sí es claro es que los cristianos comprometidos con ideologías de avanzadas reconocen a la clase obrera como vanguardista y liberadora.