Marzo 30 1926 nace Álvaro Cepeda Samudio escritor barranquillero

No se le puede describir sólo como el gran escritor, pues se desempeñó en diferentes campos como la publicidad, el cine y el periodismo deportivo entre otros

Alvaro Cepeda Samudio -a quien no se puede describir sólo como el gran escritor, pues se desempeñó en diferentes campos como la publicidad, el cine y el periodismo deportivo entre otros-  nació en Barranquilla el 30 de marzo de 1928, hijo de Luciano Cepeda y Roca, político conservador que desempeñó diversos cargos públicos en la ciudad y de Sara Samudio, dama procedente de una familia que se caracterizó dada su afición por las artes y la cultura.

El propio escritor contaba que su ejemplo a seguir fue su abuelo, el periodista Abel Cepeda Visbal. cuya faceta principal era la crítica dura, basada en una fuerte y contestataria argumentación.

Más conocido por su obra literaria y de alguna manera costumbrista, Cepeda Samudio incursionó en el periodismo deportivo y en 1946, trabajando para el diario El Nacional, de Barranquilla, tuvo a su cargo el cubrimiento de los Juegos Centroamericanos y del Caribe de 1945. 

Al año siguiente, fue el enviado especial de ese periódico, para cubrir la Copa América de Fútbol que se cumplió en Guayaquil.

Ese año había sido llamado por Julián Devis Echandía, dueño del periódico y además del periodismo deportivo, Cepeda Samudio creó una columna llamada En el Margen de la Ruta -del orden literario- y en 1953 fue designado como director. 

Con la colaboración de Gabriel García Márquez, se dedicó a promover publicaciones de jóvenes aspirantes a ser periodistas. Esta idea no tuvo grandes resultados y ese mismo año fue despedido del diario.

Retomó su labor en el periodismo a comienzos de los años 60 cuando el Grupo Santo Domingo adquirió Diario del Caribe, que había sido fundado por la Compañía Unida de Publicaciones y Álvaro Cepeda Samudio fue designado director, cargo que desempeñó hasta su muerte en 1972. 

De esa época se recuerda su entrevista al futbolista brasileño Garrincha, el dos veces campeòn del mundo con Brasil, que hizo brevísimo trànsito por el Junior

Para ese entonces, el escritor mantenía vivos sus sueños de dedicarse por completo a sus proyectos literarios y de cine, pero su lamentable y pronta muerte, frustraron esos deseos. 

Su incursión en la Literatura se inició en firme a mediados de los 50 cuando comenzó a escribir su novela La Casa Grande, obra en la que cuenta el triste episodio de la Masacre en Las Bananeras, cuando el ejército colombiano, cumpliendo órdenes del gobierno nacional presidido por Miguel Abadía Méndez, disparó sobre los obreros en huelga dejando un número indeterminado de muertos.

El primer capítulo de esta obra titulado Los Soldados fue publicado en la revista Mito y el tercero, llamado El Padre, en el Magazín Dominical de El Espectador. 

El libro completo vio la luz en 1962 y fue con el que Cepeda Samudio se consagró como una de las grandes figuras de la narrativa colombiana. 

El Nobel Gabriel García Márquez se refirió a esta obra señalando que «Esta manera de escribir la historia, por arbitraria que pueda parecer a los historiadores, es una espléndida lección de transmutación poética.»

La casa grande es una novela basada en un hecho histórico de la Costa Atlántica colombiana en 1928, que fue resuelto a bala por el ejército. Su autor, Álvaro Cepeda Samudio, que entonces no tenía más de cuatro años, vivía en un caserón de madera con seis ventanas y un balcón con tiestos de flores polvorientas frente a la estación del ferrocarril donde se consumó la masacre. Sin embargo, en este libro no hay un solo muerto, y el único soldado que recuerda haber ensartado a un hombre con una bayoneta en la oscuridad no tiene el uniforme empapado de sangre “sino de mierda”. Esta manera de escribir la historia, por arbitraria que pueda parecer a los historiadores, es una espléndida lección de transmutación poética. Sin escamotear la realidad ni mistificar la gravedad política y humana del drama  social, Cepeda Samudio lo ha sometido a una especie de purificación alquímica y solamente nos ha entregado su esencia mítica, la que quedó para siempre más allá de la moral y la justicia y la memoria efímera de los hombres. Los diálogos magistrales, la riqueza viril y directa del lenguaje, la compasión legítima frente al destino de los personajes, la estructura fragmentada y un poco dispersa que tanto se parece a la de los recuerdos, todo en este libro es un ejemplo magnífico de cómo un escritor puede sortear honradamente la inmensa cantidad de basura retórica y demagógica que se interpone entre la indignación y la nostalgia– indicó García Márquez .

A pesar de que en Diario del Caribe había logrado plantear los nuevos rumbos que quería para el periodismo colombiano y de que sus ideas en torno al tema prosperaron en grado superlativo, Álvaro Cepeda Samudio no olvidaba su pasión por el cine y -desde luego- por la ya más avanzada televisión colombiana.

Por ello, partió hacia Honda a fin de realizar un documental sobre la subienda del bocachico -pez insignia del río Magdalena y base de la alimentación de los pueblos ribereños- pero tuvo que regresar casi enseguida a Barranquilla a causa de una dolencia que él mismo calificó como «lógica debida al humo».

Es el exceso de humo. He fumado demasiado– decía, pero el médico que lo atendió aquí en la ciudad pensaba de manera diferente y por tal motivo, le recomendó viajar a Estados Unidos, a otros chequeos.

El 12 de septiembre de 1972, víctima del cáncer, Álvaro Cepeda Samudio falleció en el  Memorial Sloan–Kettering Cancer Center, de Nueva York.

Fuente: pepecomenta.com