El veneno en la famosa ‘calidad de la educación’

Por CÉSAR CASTILLO PARRA

Pensar lo que nos permiten pensar es de las cosas más fáciles que hay en la vida, solo tenemos que dejarnos llevar por la corriente, repitiendo cada día lo que nos imponen en el sistema educativo actual o creer a ciegas lo que nos dicen los medios de manipulación mediática con sus redes sociales. Otro asunto bien distinto y complicado es tratar de tener criterios “propios” porque para ello hay que dedicar parte de nuestro tiempo a mirar distintas fuentes de conocimiento, incluyendo libros de investigación.

Hace unos días me llegó una comunicación de una agremiación profesoral y me quedé pasmado viendo cómo caían en las trampas del discurso hegemónico en sus detalles más sutiles, como en su intención de reproducir acríticamente el veneno de los indicadores de gestión y los cuentos de la “Calidad en la Educación”. Sí, la información venía empaquetada en el formato de diseño publicitario, buscando “impacto” en la audiencia, porque es lo que se estila hoy en las distintas dependencias universitarias que luchan por mejorar su márquetin institucional. Claro que si sus autores fueran de una entidad privada no me habría sorprendido, porque en ellas, los docentes forman parte del negocio y son pagados simplemente para ser dictadores de clases, pero en este caso se trataba de una universidad pública donde se espera que trabajen personas promotoras del pensamiento crítico – analítico.

En uno de los apartados de dicho comunicado, los que se dicen incluso antineoliberales, nos remiten directamente a un texto de la “Fundación Empresarios por la Educación” que, como dice su web, es “…una red de conocimiento independiente creada por una alianza empresarial, para incidir en el sector educativo a partir del análisis y producción de información, generación de espacios de debate, diálogo y formación que aportan a la gestión y seguimiento de políticas públicas en educación.”

Ciertamente que no es una red de generadores de conocimiento científico, sino un grupo de empresarios que buscan posicionar en la mente de los ciudadanos su visión intere$ada de la educación. Ahí está por ejemplo, como gran directivo el señor Alejandro Santos del grupo Prisa Medios. Lo interesante es que ese truco de crear opinión con dinero, medios de comunicación y estadísticas no es nuevo y el profesorado debería saberlo. Ya hace varias décadas por ejemplo en los Estados Unidos los empresarios crearon la “Heritage Fundation” para manipular a la gente o, como dicen en su página web, “to formulate and promote public policies based on the principles of free enterprise”.

Igual que en Chile la fundación «Libertad y desarrollo» LYD. Quienes dicen “Somos un centro de estudios e investigación privado fundado en 1990, independiente de todo grupo político, religioso, empresarial y gubernamental. Nos dedicamos al análisis de los asuntos públicos, promoviendo los valores y principios de una sociedad libre. Nuestros fundadores Hernán Büchi, Carlos F. Cáceres, Cristián Larroulet y Luis Larraín, tuvieron como objetivo principal colaborar para que las políticas públicas en Chile se orienten a defender la libertad individual, el libre funcionamiento de los mercados, el derecho de propiedad y el progreso e igualdad de oportunidades de sus habitantes a través del desarrollo económico”.

La estrategia es la misma en todas partes, financiar publicistas “analistas” o “expertos” que hagan informes o publirreportajes (como en los que vemos en “El Espectador”), para promover, con la ayuda de los políticos, la educación como negocio en los medios de comunicación de sus amigos de derechas, siervos de la Ocde y de otros organismos controlados por el gran capital. El problema es que para conocer de este tipo de estratagemas hay que dejar a un lado la pereza y leer libros completos como el de “Global Neoliberalism and Education and its Consequences” que está en inglés y no es un texto cortico de revista.

La palabreja de la “Calidad”, no se utilizaba antes en los discursos sobre la educación porque había una cierta intención de formar a las nuevas generaciones en valores cristianos, pero desde que nos metieron en la lógica de preparar peones para los emprendedores del capital globalizador, se volvió moda repetirla incansablemente junto con “creatividad” e “innovación”.

La verdad es que esas ideas suenan muy bien en las reuniones de los políticos lenguaraces de todos los colores, aunque pocos tengan la certeza de lo que significan. Ese concepto de la calidad forma parte de la retórica pseudocientífica que se concentra en juegos estadísticos, y es muy útil para ocultar de las universidades los problemas reales como la corrupción, el despilfarro, las pedreas, las ventas informales y la expansión del consumo de drogas entre los jóvenes.