Es tal el problema de la inseguridad en Barranquilla y su Área Metropolitana, patentizada en gran parte en el fenómeno de la extorsión, la que se ha incrementado en esta época, que amerita continuar recalcando sobre este tema; por eso consideramos como muy importante la enérgica reacción de los comerciantes y la ciudadanía en general, en torno a los hechos delictivos ocurridos en las últimas semanas, preocupación que la institución policiva ha considerado como justificada. Aceptarlo de esa manera, equivale a darle la razón a la comunidad barranquillera en general, la que está resultando afectada por la ola de criminalidad que no disminuye sus índices, de ahí la necesidad que las autoridades competentes con el apoyo de la Policía se comprometan aún más para hacer sentir más segura la ciudadanía.
Ese es el motivo de los reclamos de la comunidad, porque Barranquilla otrora fue una ciudad que se preciaba de segura y de un tiempo para acá tal creencia se ha venido desvaneciendo, hasta el punto de considerarse como una de las más abatidas por el flagelo de la extorsión, delito que tiene como víctimas a transportadores, comerciantes, propietarios de tiendas grandes y pequeñas, vendedores ambulantes, zapateros, propietarios de licoreras, misceláneas, ventas de fritos, de peto, mazamorra, patacón y hasta de minutos de celulares, quienes se han visto obligados a cerrar sus negocios. Es urgente que se implementen planes de seguridad más contundentes, estudios estructurados que respondan a las soluciones definitivas y no coyunturales como la de desplazar de una calle a otra o de un barrio a otro a los delincuentes, es menester que se diseñen planes bien pensados, que generen tranquilidad a la ciudadanía.
La pregunta es hasta cuándo muchos barranquilleros, atlanticenses y colombianos en general tendrán que soportar la tragedia de la extorsión, teniendo en cuenta que lo poquito que se ganan con el sudor de su frente, con el esfuerzo y lucha constante vayan a parar a los bolsillos de los delincuentes. Hasta el momento las estrategias implementadas por las administraciones y la Policía no han logrado los resultados requeridos. Es injusto que las mafias de las extorsiones día a día se continúen extendiendo y fortaleciendo, ante el sentir aterrador de la comunidad. Ni Barranquilla, ni el Atlántico ni el país aguantan más. Ya no solo tocan a los grandes comerciantes sino hasta el vendedor de fritos, de yuca, de frutas. Es más, parece que es una obligación trabajar para otro porque de lo contrario eres blanco de la delincuencia que acosa hasta exprimirte a tal punto de acabar con la vida. Es una gran verdad que los comerciantes de Barranquilla tienen derecho a recuperar su tranquilidad, para así volver a percibir a nuestra ciudad como una ciudad segura; se requieren soluciones integrales que se vean con la contundencia que la situación exige, es necesario estar en alerta máxima y tomar las medidas pertinentes para proteger a los comerciantes grandes y pequeños. Incrementar los operativos y las disposiciones para contrarrestar ese aumento delictivo de la extorsión, ha de ser una prioridad si en verdad se pretende reducir sus índices. Algunas medidas adicionales deben consistir no solo en reducir al mínimo posible estos casos, sino garantizar el derecho a la vida, la integridad personal y la libertad financiera, asistir a las víctimas y condenar a los extorsionistas.
Es necesario que se atiendan los sectores más afectados del centro comercial de Barranquilla y se ejerza un mejor control en todo el perímetro urbano de nuestra ciudad, con la instalación de puestos móviles durante las 24 horas del día.