LA IMPRONTA DE LA LEY DE EDUCACIÓN

POR: Lauren Durán de la Cruz

La Ley 115 de 1994 refleja la trayectoria vital del sistema educativo por hacer realidad los mandatos constitucionales y legales de los artículos 2, 67, 68 y 95, aunados a los Fines de la Educación (art. 5 de la Ley 115 de 1994); en tal sentido, es una norma que presenta importantes conceptos procedimientos para pensar la educación y formación: ella ha puesto en contacto directo a la escuela con la sociedad. Las experiencias acumuladas en tos 30 años sumados a la gran personalidad que le ha dado, por ejemplo, el Decreto Reglamentario 1860 de 1994 le ha permitido su capacidad para renovar lo que haya que hacerlo, como lo reconocible. Su articulado es el reflejo de un tiempo convulso para la educación (resultados pobres en pruebas de esto, currículos descontextualizados, enseñanzas no pertinentes, el no favorecimiento de la formación de buenos ciudadanos…), la ha conectado con el mundo actual con sus problemáticas, así como de su alto compromiso sociopolítico de carácter humanista con la aferra la niñez y la adolescencia.

Es así que en cada uno de sus 222 artículo hay ensoñaciones con elementos mágicos tan característicos de la ficción jurídica. La fortuna de esta norma es el diálogo entre lo real y esa ficción que refleja el divorcio entre la norma y el contexto. Esta Ley es una muestra de cómo ella ha pretendido dar soluciones a las incongruencias del sistema educativo del pasado, y que han tenido lugar en los últimos 50 años, por ello, pretende dar cuenta desde sus artículos cómo cada generación crea y refleja esas incertidumbres en cada norma de una época. La Ley General de Educación en sus 30 años (1994-2024) refleja la vida cotidiana escolar y del trabajo docente que sale relucir en el capítulo de la “Formación Docente”. ¿Cuál es la identidad de esta norma? Esto nos invita a reflexionar y a teorizar sobre cada una de las gruesas categorías que la estructuran como: currículo, evaluación, Formación Integral,  entre otras. Esta Ley es la voz de los educadores y estudiantes. Ha sido un proyecto en el que se estudia sobre la frontera entre la escuela y el contexto para conectarla con los circuitos de la sociedad.

Se trata, de una norma que promueve la identidad cultural y el autodescubrimiento en docentes y estudiantes. Es un Horizonte Formativo que plasma una cosmovisión acerca de la Formación Integral, el entorno y la relación de la escuela con él, lo que representa un trabajo emocional, construido de momentos vitales, de conceptos y procedimientos que particularizan una misionalidad institucional en un determinado contexto, como esa visión de la realidad de una Institución Educativa, la cual piensa acerca de su posición en la sociedad. Lay 115 de 1994 imagina un mundo escolar basado en los presupuestos constitucionales; precisamente, es la cualidad que más hay que resaltar, que consiste en exponer un conjunto de argumentos básicos (conceptos) con el proceso creativo (en cada saber curricular) que juega un papel preponderante porque es en encargado de hacer surgir nuevas ideas que se alimentan del contexto.

La Ley 115 de 1994 toca en cada uno de sus 22 artículos aquellos registros educativo-formativos del pasado que nunca llegaron a ponerse en práctica, entonces, la preocupación histórica por la trayectoria de estos 30 años está dividida en etapas en las cuales hemos sentido frustración por lo que no se materializado o dejado de hacer. Ahora prestamos atención a poder determinar sí ya hemos sobrepasado el punto de no retorno que nos permita quemar todos esos obstáculos para tener consecuencias favorables. El ejemplo tradicional en la construcción de una ucronía alternativa del currículo escolar es la sempiterna pregunta de qué hubiese pasado si la Constitución Política de 1991 y la Ley 115 de 1994 como formas alternativas de construir colectivamente las propuestas curriculares no se hubiesen dado históricamente. Entonces, tenemos que los cambios experimentales en este tiempo de corta duración deben reflejarse en la creación de una cadena causal que cubra esos sucesivos años. Eso nos parece un punto de partida potente para introducir nuestras apreciaciones. Por lo demás, la Ley está estructurada en (Títulos, Capítulos, Disposiciones preliminares, Secciones, Disposiciones comunes) que demuestran fidelidad a las nueve Disposiciones Preliminares (Principios Rectores), dando a la lectura de esta norma un acabado retorno a lo académico que ella es, y también a las grandes recreaciones para tener un sistema educativo contextualizado y pertinente (aún en contra de la voluntad de los sacerdotes oficiales del MEN).

Pero, el atractivo de esta legislación que tanto en la formulación histórica de esta “norma de normas educativas”, como en la manera como se organiza el sistema educativo para los niveles que ella señala, no podemos dejar de relievar la matriz de un problema y es el interés por la participación escolar. Como una norma que bucea en lo constitucional el vínculo humano del enseñar con las emociones e intereses de los estudiantes, el resultado y cambios no han sido saludables, lo que no ha tenido pulso ante la necesaria acentuación que debemos poner ante el contexto y sus problemáticas, que es lo debe interesar a la escuela. El interés por este asunto no es atendido por los saberes, porque todo se enfatiza en las pruebas estatales estandarizantes, que tampoco, sus resultados han sido favorables.

Pese a todo esto, y a esa excesiva estandarización por parte de esos sacerdotes, la elegancia de la organización escolar permite a sus actores construir propuestas para ahondar progresivamente a despertar la madurez que hay en cada estudiante por parte de cada estudiante por parte de los docentes, siendo esta la posición correcta, pues esos distintos métodos de medición que se han usado hasta ahora para “medir” esta deriva formativa han arrojado resultados aterradores, lo que nos hace pensar o bien esos sacerdotes oficiales no comprenden del todo la dinámica de lo que la Formación Integral o que esas mediciones no están condicionadas por el lugar y donde ellas se realizan y por lo que enseñan los docentes; porque cada día, los resultados son discretos y en algunos casos catastróficas (nos referimos a las pruebas de Estado).  

Una vez pensemos en otra evaluación, lo que nos queda es la posibilidad real y apremiante de que necesitamos imperiosamente otro sistema en tal sentido, porque la evaluación de hoy ha vuelto inoperante el concepto de formación.