Por Walter Pimienta
(POR PRIMERA VEZ EN MI VIDA)
Muchos años después, 71, por primera vez en mi vida, como de niño le ocurriera al coronel Aureliano Buendía cuando su padre lo llevó a conocer el hielo, con la misma impresión e impacto, este viernes en horas de la mañana seré sometido a un procedimiento médico para hombre…Usted verá cómo lo interpreta…ya me imagino…
Estoy en modo EPS, a las que soy reacio de ir; pero como tengo la certeza y la seguridad de que no soy inmortal, con la desconfianza lógica del caso y temblando como cuando hice la primera comunión con el padre Robles, iré en la ilusión de que con la ayuda de Dios, el mejor médico del mundo, todo saldrá bien.
Me pondrán una bata verdecita, me inyectarán algo ( confieso que desde los tiempos de “la Niña Ramona” no me inyectaba algo) y me dormirán con la trampa de un “tranquilo que no le va a doler”. Pues ya no le dicen a uno: “déjese y le damos una bola de coco”.
Y sentiré un escalofrío (otra confesión que les hago, no me daban escalofríos desde los tiempos en que, una noche, para un carnaval, por los lados del parque del cementerio, besé a mi primera novia), y como he elegido seguir existiendo para los míos y para ustede4s, el “Molino de papel” de mi vida, girará y girará en la “demencia somnífera ” de una anestesia.
Tranquilos, amigos, muy pronto volverán a “disfrutar” – si es que disfrutan- de mis “ Molinos de Papel”… son tan dulces y abnegados al leerme; tan buenos,, benévolos, benignos, amables, afables, cordiales, generosos, magnánimos, caritativos, misericordiosos, oh clementes, y piadosos, compasivo, filántropos, humanitarios, indulgentes, tiernos, tolerantes… Como sé también que me ayudaran con sus buenos deseos a llevar la cruz de este momento antes del arribo de Semana Santa. De corazón, gracias. Muchas gracias…
Claro, no deja uno de tensionarse ante una aguja hipodérmica de las que antaño usaba el doctor Arango con su voz de cachaco diciendo: “prepárate…voy pa encima… como no es a mí a quien le duele”, todo esto con su artimaña de “sóbate huevón”…Ideología y tratamiento médico que viví en carne propia cuando, de diez años, me dieron paperas.
Llegado a este tensionante episodio, no deja uno tampoco de preguntarse si ha hecho bien en la vida y si como soldado de Cristo, pueda en sus manos milagrosas poner su salud…Y se me arruga el alma cuando caigo en la cuenta de que ahora, paro los males del cuerpo, ya no existen los menjurjes de “la Niña Mece”, la boticaria de mi pueblo, y en su botica se agotaba el sebo de Cuba para los labios cuarteados, el Papaverol en gotas para los trastornos intestinales, la amarga quinina para el paludismo, la artemisa contra la malaria y el paracetamol para la fiebre y el dolor.
Ojalá mi cura fuera de “mercholate” para las raspaduras que sufriera al caer una tarde de la escalera de la iglesia en mi niñez…Y que mis signos vitales, después del procedimiento, me hagan volver en mí con el aroma del café, el café de mi generación, el café “Puro Almendra Tropical” hecho en leña, colado en bolsa de tela y que cerrero hasta quitaba las borracheras.
La voluntad sea de Dios, el dador de la vida, en la esperanza de que “al resucitar” mañana de todo esto, despierte absorto como el día de febrero en que nací.
Padre, estoy en tus manos.