POR: SOFÍA ALEJANDRA MORA MACÍAS Y CÉSAR ALEJANDRO MORA MACÍAS
El currículo debe reflejar la cotidianidad de lo maravilloso del mundo escolar. El currículo debe ser ese reservorio de experiencias y decires de diálogos entre docentes y estudiantes. Por tal razón, el currículo es la vertiente creativa y narrativa de la vida cotidiana escolar, por eso ocupa un lugar destacado en el sistema educativo. El currículo es la potencia de una buena historia de la educación y la formación, pues en él reside una parte importante en el poder que ostenta para dinamizar humanamente dicho sistema. Cabe llamar a esto un ejercicio porque es una labor de reconstrucción y construcción, al tiempo que ordena los procesos de la formación integral, correspondiendo a toda la Comunidad Educativa a que se adentre en esta importante tarea reveladora de una Institución Educativa.
El currículo llega a vertebrar algo que vaya más allá de un simple enseñar o aprender para instalarse en el tuétano del estudiante durante su trayectoria de formación para dejar huella, lo que permite que lo enseñado vaya calando, se filtre e inocule la sustancia valiosa de ese enseñar y aprender, para que en cada intersticio de la escuela, lata su influjo y el imperioso deseo de la autonomía, como la ambición de conocerse así mismo, y de paso conocer al otro, porque es oportuno recordar que la potencia de una buena reside en los hallazgos y miradas que prosperan mientras se desarrollan y fortalecen las ansias extraordinarias que abanican la Formación Integral.
El currículo debe proveer el apasionamiento por la formación de buenos ciudadanos, como es el sentir del Grupo de Investigación de Currículo, Formación y Saberes, adscrito a la Universidad del Atlántico y a su Doctorado en Ciencias de la Educación, también por el contexto y su pertinencia, porque le interesa a fondo potenciar el desarrollo y fortalecimiento de esta dinámica, que llevará de la mano a docentes y estudiantes a través de un fascinante viaje por los caminos de la autonomía a lo largo de los años de sus trayectorias, desvelando los secretos y las maravillas que encierra el mundo de la escuela. En este proceso, el docente es el fiel escudero de los estudiantes, que los embarca y acompaña en la lucha por ese caro valor sagrado de pensar y actuar por sí mismos, reflexionando sobre temas como la realidad y la naturaleza misma de la Formación Integral, lo que genera un impacto significativo que se considera fundamental para la misionalidad de una Institución Educativa.
Algunas características curriculares en este proceso son: 1. El uso de mensajes éticos, lo que juega con la idea de que el currículo es una obra de arte que es modelada por los actores y el contexto, donde estudiantes y docentes son conscientes de estar dentro de una historia formativa. 2. La crítica a la formación basada en competencias y a la estandarización de las pruebas de estado; en tal sentido, el currículo se obsesiona por el ideal misional de formar buenos ciudadanos, chocando con aquellas. 3. La construcción de «formas básicas» de enseñanza basada en la creatividad desde los contextos: se trata de construir didácticas con múltiples acciones de intereses, sentimientos, emociones y valores, lo que las hace muy humanas y entrañables a docentes y estudiantes. 4. La estrategia de la Investigación Acción Participación Curricular, IAPC, como la estrategia y figura para acercar la escuela al contexto. Se trata de construir estilos de enseñanza que reflejen la historia y creatividad de un docente, lo que hace de su Práctica Pedagógica una transformación permanente, apoyada en corrientes educativas, pedagógicas y curriculares a fin de mostrar una mejor preocupación por la belleza y expresión de lo que se hace en el aula de clase.
También en este proceso dinámico hay una mayor preocupación por la realidad y la descripción detallada de sus problemáticas sociales, retratando la vida cotidiana, la crítica social y los conflictos humanos. Esta dinámica curricular apunta a reflexionar sobre la identidad y los problemas locales y regionales, para explorar, por ejemplo, la crisis nacional sobre la educación, descubriendo las influencias y conexiones entre la escuela con sus saberes y la sociedad, despertando en el estudiante un mayor aprecio por sus procesos autonómicos como ser social y su impacto en la presentación que él haga como persona ante la sociedad, con mente abierta y corazón despierto a dejarse llevar por los ideales constitucionales del buen ciudadano señalados en el art. 95.
Entonces el currículo es una puerta abierta hacia el conocimiento, porque a través de él podemos adentrarnos en la realidad social, explorarla y conectarnos con sus experiencias de una manera más humana. En tal sentido, el currículo es riqueza de diversidad y humanidad, por su estilo innovador y su profundo análisis de la condición humana.