Por: Walter Pimienta.
“Debo hacer silencio en la clase”, decía la plana castigo que la seño Rita, le impuso a Julio Cesar, ese día repetida ciento cien veces.
Él, sumiso y obediente, sacó su cuaderno de borrador, el sacapuntas y el lápiz.
Los compañeros sonreían nerviosos.
-!Cien veces, Julio Cesar-le gritó la profesora.
El día anterior, Julio Cesar, había hecho la misma plana cincuenta veces. Hablaba mucho.
Chema Pérez, experto en esta clase de pedagógicos correctivos, con un extenso “prontuario” de muchas líneas como planas de castigo también por él hechas , en voz baja, habiendo dado la profesora la espalda, le dijo a Julio Cesar que empuñando dos lápices en la misma mano, uno encima del otro, tocándole a cada uno su respectivo renglón, acabaría más rápido; pero la profesora se dio cuenta, le quitó un lápiz al castigado y le subió el escarmiento a ciento cincuentas líneas.
Y esa mañana ya no hubo sonrisas en el salón, hubo nervios cuando la docente, dirigiéndose a todos, les dijo.
-Y quien quiera seguir hablando, le pongo una obligación igual.
Eso fue un lunes.
En la semana, hasta aquel viernes, Julio Cesar había cinco veces la misma plana, aumentada de cincuenta en cincue4nta. Va por 450 líneas en ocho días. Es que Julio Cesar hablaba mucho y le estaba acabando la libreta de deberes. Esa última pena, tuvo, además, el castigo de que lo dejan sin recreo porque, antes del receso, se estaba comiendo sin permiso en el salón un banano que llevó de merienda.
Julio Cesar tiene la anti virtud de que cuando la profesora, ocupada en el tablero escribe algo, volteando para ver a los alumnos, no encue4ntra a otro hablando sino él y ahí le iba la pena.
Y él apenas mascullaba palabras y hacía gestos de rabia.
Cada vez, a raíz de la habladuría de Julio Cesar, había en la clase un nuevo pleque-pleque de la seño Rita.
-A la escuela se viene a estudiar y a obedecer; no a hablar- les dice a todos.
Un día Julio Cesar le dijo bobo a Roberto, el de “España”. Iba invicto por tres días sin falta, pero la historia dice que por esta falta debió escribir 300 línea como plana escribiendo esto: “Debo hacer silencio en clase y no decirle bobo a Roberto”.
Roberto le hizo la señal de la mano abierta seguida con una mirada de duelo que en el lenguaje escolar no quiere decir otra cosa sino esta: “Afuera te espero. Me las pagas”.
La profesora se pilló todo y dijo:
-Como peleen, los expulso dos días.
Desde luego no hubo pelea por mucho que sus compañeros los azuzaran.
Las libretas de cien hojas no le aguantaban a Julio Cesar. En lo que transcurría el año, llevaba gastados cinco. Todas llenas de “Debo hacer silencio en clase”.
Los acudientes de Julio Cesar estuvieron de acuerdo con estos castigos a Julio Cesar, importándoles poco el gasto en cuadernos y lápices.
A Julio Cesar, sus padres lo llevaron donde un patólogo del habla y este les dijo que el niño sufría de conversación compulsiva dado a que tiende a ser rápido de pensamiento lo que podría degenerar en problemas de autoestima; pero estos, ante tanto termino rebuscado de parte del profesional, mirandose el uno al otro, quedaron en chino.
A dos días de haber ido Julio Cesar al patólogo del lenguaje, la profesora le puso otra aves la misma plana: “Debo hacer silencio en clase”. Esta vez el ejercicio debía repetirlo 500 veces. Hablaba y habla sin parar de su perro Kaiser.
Julio Cesar no podía evitar hablar en clase. Interrumpía y hablaba sin parar de fútbol, de que el sábado fue a cine, de que con su tío Manuel va de pesca, de que… cualquier cosa…. esto lo distraía y distraía a los otros perdiendo todos la atención a la clase. Era por esto que los demás niños evitaban seguirle el tema y así eludían ser castigados igual que él.
¿Cuántas veces fue castigado Julio Cesar escribiendo “debo hacer silencio en la clase”? Sus compañeros perdieron la cuenta.
No avanzaba Julio César en sus estudios y de tanto escribir: “Debo hacer silencio en la clase”, no había lápiz que le durara. Cuando los demás compañeros estaban atentos a sus labores en matemática, él , sin levantar la mirada del cuaderno, seguro escribía : “Debo hacer silencio en la clase”…Y a lo mejor llevaba ya tres páginas llenas…
-¿Ya terminó?- le preguntaba la profesora.
Julio Cesar levantaba la vista.
-Sí- Le respondía.
La maestra contaba las planas y le decía:
-Salga al recreo antes de que se acabe.
Julio Cesar salía pero le alcanza el tiempo para nada más ir a mear porque enseguida sonaba la campana.
A veces la maestra no le aceptaba las planas a Julio Cesar porque hacía muy grande las letras o muy pequeñas, o saliéndose del renglón y entonces le ordenaba las borrara y las volviera a hacer.
En la escuela, los compañeros de Julio aprendían los verbos y sus conjugaciones, aprendían sobre los reinos de la naturaleza, se sabían la tabla de multiplicar del 1 al 9, se sabían las ciudades capitales de los departamentos de Colombia, sumaban llevando, restaban prestando, multiplicaban abreviadamente y dividían por tres cifras. El mundo del saber de Julio, en cambio, solo conocía seis palabras: “Debo hacer silencio en la clase”. Esa era su rutina…
Un día cualquiera, Julio Cesar no fue a la escuela. Al siguiente día tampoco. Ni en los siguientes nunca más.
Julio tiene ahora 32 años, en varias ocasiones lo vio el mismo patólogo del lenguaje que lo diagnóstico a los 10 y no le encontró cura alguna. Se la pasa mirando al cielo, es tímido en extremo, le dan trastornos de ansiedad. De la escuela le quedó una íntima tristeza, lleva siempre un lápiz en el bolsillo de la camisa, mira las nubes y sonríe, corre detrás de las gallinas y los perros, se monta en la torre de la iglesia del pueblo y tiene una banca propia en el parque municipal.
En diez cuadernos de cien hojas que tuvo Julio haciendo el tercer año y que Enriqueta, su madre, se las tiene guardados por ahí, en seis meses de estudio, escribió 24. 400 veces la misma plana que le imponían.
Julio Cesar, obsesivo con la misma tarea, enmudeció para siempre jamás desde entonces y ni siquiera dice una palabra de tanto haber escrito en sus libretas: “Debo hacer silencio en la clase”.