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Erwin Lechuga.

POr ERWIN LECHUGA

Me preocupa en gran medida lo que viene aconteciendo con el actual gobierno de Gustavo Petro y su visión particular de lo que debe ser este país, lo cierto es que se están normalizando situaciones que son insostenibles, y todo ante la mirada indiferente de una ciudadanía que ya no chista por el encarecimiento de la vida en Colombia.

Todo parece indicar que entre la protestas que le hicieron al gobierno de Iván Duque y la posesión del actual gobierno, la juventud colombiana se volvió rica, ya no protestan, ya no salen a la calle a demostrarnos su valentía, mucho menos han reclamado más fuentes de trabajo e integración social, presumo que se convirtieron en grandes empresarios, generando empleo y riqueza, que tal vez por ello es que se mantienen flemáticos ante un entorno que deja más decepciones que beneplácitos, mejor dicho, Petro les cambió la vida.

Volviendo a la realidad política colombiana, en una orilla percibo a un gobierno de izquierda, con un discurso de respeto y apego a la democracia, pero que arropa en sus entrañas a un tirano al cual se le cae a pedazos la máscara, en la otra esquina, una derecha en oposición que estuvo en el poder, que se me asemeja a una viuda adolorida por los buenos tiempos que vivió al lado de un marido que le dio todo y que hoy no tiene nada.

Hoy los colombianos vivimos como en un péndulo, yendo de un extremo a otro, entre verdades a medias, sin soluciones que atiendan las necesidades de la población colombiana, recorriendo los caminos de la desesperanza y la desilusión, mientras a la ciudadanía se la va devorando una delincuencia que no encuentra una atalaya que los lleve a doblegarse ante la majestad del Estado y sus leyes.

Ya Petro y sus esbirros han dejado sentir que pretende seguir gobernando a Colombia, que no piensan soltar el poder, y que lo pelearan con todas las tácticas y armas posibles, en el 2022 mostraron de lo que son capaces, para la próxima contienda electoral no puede anticiparse a qué apelarán y a quién destruirán.

Mientras esto acontece, por los lados de la oposición y a pesar de que hay muchos nombres en el sonajero, no veo a un contendor que uno pueda sentirse confiado en que le devolverá a este país el rumbo hacia un verdadero desarrollo, no solo para los ricos a los que tanto odia el emperador Petro, sino para las personas menos favorecidas que necesitan una mano amiga que les devuelva la dignidad como seres humanos.

La oposición, entre los que podemos incluir a todos aquellos que piensen diferente al proyecto político de Petro, luce atomizada, sin liderazgo, perdidos, sin contundencia que lo haga a uno creer que son opción de poder para el 2026, escenario que sería grave, porque cuatro años más de este nefasto proyecto político del pobresismo en Colombia no lo aguantaríamos, sería una debacle.

Para las próximas elecciones presidenciales en Colombia se busca, a una persona capaz de dirigir los destinos de esta nación con la suficiente humanidad para comprender las necesidades de la gente, a un líder que encarrile la economía por el camino del desarrollo y la prosperidad, a un jefe que imponga el orden y haga cumplir la ley, a un dirigente que haga de la política una práctica de dioses, a un soñador con los pies en el suelo, pero que nos devuelva la capacidad de creer que podemos vivir en un mejor país.