Por Walter Pimienta
La esquina de mi casa, por igual, dividía el viento en dos; tanto para pobres como para menos pobres…. Estaba en el mapa de los que se levantaban temprano para, sentados allí, entre todos hablar el mejor idioma… el de los recuerdos, el de las nostalgias, el presente y el pasado augurando el futuro.
En la esquina de mi casa, deberían estar hoy las efigies de sus consuetudinarios: Simón, Carlos Arturo, Roquito, Tomás Alfonso, Juancho Padilla, Anastasio, José Rafael, Juancho Rocha, José del Carmen, Otomán, hijo; don Tomás, Hugo, Lucho y Napoleón,… y mi papá acatando el rumbo del charloteo.
Por la esquina de mi casa, en enero, uno tras otro, pasaban los camiones del algodón llevándose la riqueza del pueblo… El alar de su techo hacía de “árbol de sombra” desde las seis de la mañana hasta las ocho… con voces y rumores cotidianas. A la esquina de mi casa le decían “la esquina de Átala” o “la esquina de Segundo”, mis padres. Llamarla así, era “la Babel” de todos los temas.
En la esquina de mi casa, los contertulios hablaban de las mismas cosas, solo cambiaban el tiempo… Y algunos, terminados los relojes cargados de minutos, se fueron de ella con cierto balbuceo en los labios que dirían mañana.
Nunca faltaban las palabras en la esquía de mi casa…Allí jamás vivió el silencio; solo el de la noche cambiado por el canto de los niños diciendo: “Estaba la Mariosola, sentado en su vergel, abriendo la cola y cerrando el clavel”.
Cuando los contertulios de la esquina de mi casa en sus tronos de cemento se sentaban, sus conversas recorrían el laberinto de calles y callejones del pueblo como si la palabra caminara con cada nombre mencionado…Y se conocía el dolor del aludido y la alegría y el gozo del citado.
Cuando los contertulios de la esquina de mi casa se iban, agotados todos los contenidos del día, esta quedaba desvalida y residía allí la tristeza del último hasta luego quedando latente en el entorno un “investígalo y me avisas”…Y así también, el destino irreal del que de pronto no vendría mañana.
Hoy, camino por la que fuera la esquina de mi casa, que tiene ahora otro dueño y otros vecinos, y la veo gris, no tiene tertuliantes ni del presente ni del pasado y en ella dialoga una llovizna con la brisa…Y tiene la nostalgia del ayer el esqueleto giratorio de madera de la última cometa que a un niño se le enredara en los hilos del telégrafo.
Por la esquina de mi casa, en invierno, pasaba un arroyito donde naufragaron mis barcos de papel sin ángel timonel que los llevara al mar…
Esquina de mi casa y algún canto a la luna…luna dame pan que tus hijos no me dan…Esquina de mi casa, tantos amores idos…Esquina de mi casa jugando a la guerra…Esquina de mi casa, tantos días y noches…Tantas sonrisas y agonías…Tanta vida y muerte…y algún canto…”Al milano qué le dan, la cebolla con el pan”.
Esquina de mi casa, alguien espiando por el ojo de la puerta o detrás de la ventana…Esquina de mi casa y yo devorando lápices pintándote en todos mis paisajes…Esquina de mi casa, conocedora de tantos secretos…
Esquina de mi casa, con qué cuidado y domestico afán te barría mi madre…el polvo de marzo caminaba por el mundo…El sol de enero te calentó, las golondrinas de abril te hicieron balcón…Esquina de mi casa tan mía, tan de todos, nadie de los de ayer está en tu abandono…hoy prosa de mis años…
Esquina de mi casa donde hice pompas de jabón buscando en ellas el rostro de Dios y lo que veía era mi propia cara.
Esquina de mi casa, donde por las tardes en tropel y sin jinetes, pasaban las yeguas de “la Nené” oliendo a sudor y monte….
A veces, Carlos Arturo en la esquina de mi casa se sentaba por las tardes y, arrugándosele el alma, como un acordeón, enviaba suspiros a las muchachas que pasaban…Si los relojes anduvieran hacia atrás, allí estuviera; pero el tiempo pasa y pasa con la muerte y nos lleva…tenía el piropo a flor de piel y la sonrisa a flor de labios y el corazón en la mano…Todo lo permite la metáfora… (Yo no lo sé de cierto. Lo supongo).
Y así igualmente, en otras, la esquina de mi casa se vestía de boleros enamorados en las serenatas a mis hermanas y en el mapa impreciso de la noche se cantaba a Lara diciendo irredento: “Solamente una vez amé en la vida”: a Ledesma “camino del puente me iré”… a manzanero quebrado de voz y su “adoro, la calle en que nos vimos”…y al día siguiente ellas, dando razones de ausencia, fácil decían felices: “no escuchamos nada…
Y llegaba el día y a la hora de siempre entre los de siempre, la esquina de mi casa era la babel de un mismo idioma.
Los del barrio nos acordaremos de acordarnos de la esquina de mi casa, “la esquina de Átala”….hoy ceniza de olvido…Barrio de hogueras mañaneras, perfumado de rosas en sus patios… Te acordarás de la esquina de mi casa… Te acordarás de aquel hombre lejano que en ella se sentó. Él andará a la sombra con una sonrisa triste en los labios… Transeúnte silencioso, la mirarás y te acordarás… Y seguirás tu canino murmurando: “esa era, esa fue, esa es, “la esquina de la casa de átala…
Los libros relatan historias, los escritores también… Y ocurre que a veces damos vuelta a la página, pero dejamos doblada la esquina…