Por: Leydis Arroyo Laguna
De acuerdo a la Tribuna Pedagógica No. 1056 (La Libertad, febrero 14 de 2024, p. 2ª), del el docente Reynaldo Mora Mora, La presentación de Mora Mora (2024) titulada Los Procesos curriculares y la formación integral nos insta a reconocer al currículo como el núcleo del sistema educativo, como un instrumento dinámico y transformador que, cuando se diseña e implementa de manera efectiva, puede ser un motor para el desarrollo integral de los individuos y para la construcción de una sociedad más justa, equitativa y democrática, resaltando su trascendencia para forjar ciudadanos íntegros. A través de metáforas sugestivas, se explica cómo el currículo no solo debe abordar los desafíos sociales, sino también promover la autonomía y la capacidad crítica en los educandos. Se hace hincapié en la necesidad de que el currículo refleje la realidad social y cultural, integrando emociones, ideas y sensaciones estéticas en la enseñanza. Este enfoque facilita la identificación de los saberes pertinentes y el desarrollo de prácticas pedagógicas que fomenten la formación integral de los estudiantes. Asimismo, se subraya la importancia de interpretar el currículo en su contexto, como un símbolo de formación contextualizada y pertinente.
El currículo se presenta como una herramienta interpretativa de la realidad social, capaz de promover la autonomía crítica y el desarrollo de virtudes ciudadanas. Su elaboración y aplicación deben involucrar tanto a docentes como a estudiantes, permitiendo que cada actor se identifique con su sentido y naturaleza ética. El autor enfatiza la relevancia de que el currículo resulte fascinante y estimulante, para mantener viva la llama del aprendizaje y preservar los talentos y vocaciones de cada individuo. Además, señala que el currículo no solo debe ocuparse de los contenidos académicos, sino también de sanar las heridas del olvido ante los problemas sociales, instando a explorar vocaciones y talentos para contribuir a la transformación de la sociedad. En este sentido, se presenta como una utopía hecha realidad, una apuesta por el arte formativo que deja una huella indeleble en los sentimientos y proyectos de vida de los estudiantes. Al reflexionar sobre el diseño curricular, se pueden identificar oportunidades para integrar aspectos como la educación artística, el pensamiento crítico y la ciudadanía activa en todas las áreas del conocimiento, lo que enriquece la experiencia educativa y contribuye a una formación más completa de los estudiantes, y parte de ello se logra con el seguimiento de varias instancias a mi parecer, pertinentes en cuanto el tema tan enriquecedor como lo es el rol del currículo dentro de la educación para la formación de individuos íntegros. Una instancia reflexiva clave es la revisión continua y la reflexión del diseño curricular. Esto implica analizar cómo los contenidos, las metodologías y los objetivos de aprendizaje se alinean con los principios de una formación integral. Por ejemplo, los educadores pueden cuestionarse si el currículo fomenta el desarrollo de habilidades cognitivas, socioemocionales y éticas en los estudiantes. Al reflexionar sobre el diseño curricular, se pueden identificar oportunidades para integrar aspectos como la educación artística, el pensamiento crítico y la ciudadanía activa en todas las áreas del conocimiento, lo que enriquece la experiencia educativa y contribuye a una formación más completa de los estudiantes. En segunda instancia la evaluación formativa implica un proceso continuo de retroalimentación y ajuste en el aula. Los educadores pueden reflexionar sobre cómo están evaluando el progreso de los estudiantes no solo en términos de conocimientos académicos, sino también en relación con su desarrollo personal y social. Por ejemplo, pueden utilizar estrategias de evaluación que permitan a los estudiantes demostrar habilidades de comunicación, colaboración y resolución de problemas, así como su capacidad para reflexionar sobre su propio aprendizaje y crecimiento. Al integrar la evaluación formativa reflexiva en el proceso educativo, los educadores pueden identificar áreas de mejora y adaptar su enseñanza para satisfacer las necesidades individuales de los estudiantes, lo que contribuye a una formación integral más efectiva. Una tercera instancia es el diálogo y la colaboración con la comunidad educativa y la sociedad en general. Los educadores pueden reflexionar sobre cómo están involucrando a los estudiantes en proyectos y actividades que conectan el aprendizaje con el mundo real y promueven la participación cívica y el compromiso social. Al fomentar el diálogo y la colaboración comunitaria, los educadores pueden ayudar a los estudiantes a desarrollar una comprensión más profunda de las cuestiones sociales, culturales y éticas, y a adquirir habilidades y valores que les permitan contribuir de manera significativa a la sociedad, lo que en última instancia contribuye a una formación integral. Esta reflexión nos lleva a considerar que la educación no solo se limita a la acumulación de información, sino que tiene como objetivo primordial cultivar las capacidades cognitivas, emocionales y sociales de los individuos. En este sentido, el currículo emerge como una herramienta fundamental para guiar este proceso de desarrollo integral.