Prácticas curriculares, cultura y proceso de formación

Por María Aminta Chávez Trochez

¿Es Reynaldo Mora Mora un curriculista contextualizado para consumo de los actores de la cultura escolar, o, un académico valioso llamado a hacer escuela en el tiempo? Es imposible hablar de interpretación curricular sin hacer mención a su obra, “Prácticas curriculares, cultura y procesos de formación” (Tercera Edición, 2018). Tenemos que la concepción interpretativa del currículo de este autor caribeño es una de las aportaciones más ricas y complejas a la teoría curricular contemporánea. En él encontramos talento, maestría, magistral agudeza, su capacidad inmensa y brillante para argumentar. Si bien su teoría curricular constituye un referente indiscutible del currículo contextualizado y pertinente del siglo XX, su Filosofía Curricular ha supuesto un desafío intelectual para la teoría de la educación y del mundo académico.

Si Mora brilla en el mundo de las ideas curriculares, lo hizo también en la práctica como docente-investigador, como otro miembro del grupo de los grandes intelectuales comprometidos social y políticamente que alumbrará lo local en diálogo con lo regional, nacional y mundial. A nadie ha de sorprender el tono elegíaco y solemne para el que tan propicios resultan estas ocasiones; sin embargo, en esta obra se abre el faro de un arquetipo: el currículo propio, contextualizado y pertinente. Reconocemos en Mora su estilo literario de claridad y sus tesis teóricas pueden expresarse han impactado el sistema educativo. Él ha puesto de moda una manera de pensar el currículo, su hacer, que se caracteriza por el uso del lenguaje de lo cotidiano y la difusión de un pensamiento diáfano que va más allá del querer de los “sacerdotes oficiales”, lo que supone un encuentro con las raíces más profundas: el ser humano en contexto.

Considero que muchos de los razonamientos de Mora forman un catálogo de peticiones frente al contexto, tomando a sus problemáticas como la conciencia del currículo para darles sentido conceptual y acción; lo que le ha permitido los secretos de ser leído por la comunidad académica. Ello por su forja en la erudición y laboriosidad en la lectura y escritura, que nos llevan sencillamente a la comprensión de sus postulados. Por ello, esta obra, la orillamos explícitamente al resto de las otras, por ser la parte más atendible de sus escritos. Naturalmente, en su contribución, por ejemplo, acerca de los “currículos glocales”, “los diálogos curriculares regionales”, Mora refina sensiblemente estos puntos de lanza, lo que nos da a entender el enamoramiento y goce de esta obra. Para nosotros las causas contextuales explican su fortaleza y obedecen al privilegio que hace del entorno con sus problemáticas en tres planos distintos, pero conexos: el educativo, el curricular y el del contexto con sus tensiones. Ciertamente su estilo de escribir y enseñar basado en ejemplificaciones, se ha erigido en algo así como la cultura curricular de nuestro tiempo.

Se trata de una forma básica de reflexión, que aporta razones sustantivas que pretenden justificar el quehacer de los constructores curriculares, dándole validez al contexto, reintroduciendo la perspectiva valorica comprensiva del seno de la cultura con sus actores: es la concepción interpretativa argumentativa del currículo o la reactualización de un constructivismo basado en las emociones y sentimientos. Es el análisis del papel de la cultura en la teoría curricular, lo que explica el éxito que puede tener el currículo glocal, como una fuerte respuesta de arraigo contextual. Es decir, desde sus presupuestos, el curriculista reflexiona a partir de las problemáticas de lo local, en diálogo con lo regional y nacional, lo que viene a traducirse en un trabajo de ordenación de los argumentos a favor de esta acción desde los contextos social, político, económico y jurídico con el momento concreto. Significativamente la preocupación central de sus postulados, la preocupación como lo radical de Mora, es el logro de la formación de buenos ciudadanos, donde su modelo de construcción curricular para ello está comprometido con la comunidad de principios constitucionales de la Dignidad Humana: es la tesis de la formación integral que debe lograr todo sistema educativo.

Entonces, debemos subrayar con insistencia el carácter fuertemente situado del discurso de Mora. Por ello, en él tenemos un estratega, que redefine el concepto de currículo y defiende el papel de la cultura y sus actores para presentar su argumentación que cobra asentido en el debate sobre el contexto y sus problemáticas. Para esta comentarista, es de agradecer que esta Tercera Edición del libro “Prácticas curriculares, cultura y procesos de formación”, esté estructurada persuasivamente, como una especie de tributo particular y concreto como coherencia de los capítulos-materiales que aborda la obra. Por eso, mi consejo al lector no iniciado sería comenzar la lectura de los prólogos de las dos ediciones anteriores y las presentaciones, que le permitirán la reconstrucción de las tesis más influyentes de Mora de manera económica, eficaz y clara para interpretarlos en su mejor luz.

El anterior ejercicio, se trata de que miremos esa mejor luz, como la visión más solida, como legado de esta obra. Es un texto, que con su aportación resulta particularmente creativo y estimulante como construcción del currículo con el contexto, como la aportación más prometedora puesta en relación con el debate con los “lineamientos curriculares” de los sacerdotes oficiales del Ministerio de Educación, que significan la no pertinencia y descontextualización. Siendo conscientes de ellos, creo que un libro como el que nos ocupa se justifica precisamente por esta ampliación de los horizontes de una teoría. Otra vía de acceso privilegiado de la obra de Reynaldo Mora Mora es la de examinar un tema central y de ramificaciones arborescentes, como un giro interpretativo frente al contexto y sus problemáticas, es lo que se hace desde el currículo.

El currículo es en sí mismo una práctica interpretativa. Este significado tiene la virtud de inscribir esta obra en el marco amplio del debate con la práctica contextual del docente. Si bien su trabajo es rico en matices que llevan a Mora a replantear sus dudas frente al alcance, por ejemplo, de la evaluación-oficial-pruebas de Estado, con una crucial propuesta de repensar el diálogo entre currículo y evaluación. Tenemos que perspectivismo que fomenta su análisis nace también de su personalísima forma de abordar los problemas curriculares. A medida que uno avanza por el libro, se multiplican, incluso a mayor ritmo a la hora de ejemplificar la realidad curricular. Si de Kant se llegó a decir que cada cual lee su Kant, esta adaptación sirve para vincular su obra a la dimensión justificativa de la importancia del contexto. Este ensayo se ha servido de un amplio conjunto de análisis integral de la obra de Mora como hilo conductor para tratar de comprender la disputa entre el currículo oficial y el contextual. Una vez comprendido esto, creo que si algo cabe aprender de las contribuciones de su obra es que ella ha sabido llenar de energía una reflexión: la Filosofía del Currículo, fuertemente expuesta frente a la corriente a contextual del currículo.