La Batalla de Flores:  Juego, desorden, espectáculo

Por Moisés Pineda Salazar

Se ha estado considerando últimamente la muy importante cuestión de la forma como debe ser organizada La Batalla de Flores, a fin de rodearla de un aspecto a la vez que agradablemente espectacular, de trascendencia en la temporada carnestoléndica actual.

Un juego que empezaba a partir del 20 de enero y que contaba con la autorización de la autoridad al anochecer y hasta la medianoche de los jueves y sábados y los domingos desde las ocho de la mañana y hasta casi la medianoche en el que los participantes se lanzaban papelillos de colores, aguas perfumadas, talcos de boudoir y serpentinas, había terminado en múltiples zafarranchos que cada día se parecían más a la Conquista de Martes de Carnaval que es del gusto de la plebe.

Así que el Dictador y la Reina del Carnaval, previamente, decidieron:

“nombrar una Comisión que organice y dirija La Batalla de Flores, la que en los últimos años ha dejado mucho que desear. Carros alegóricos artísticamente construidos se presentarán en esta ocasión y serán ofrecidos dos o tres premios a los más interesantes.”.

De esta manera, inspirados en aquella tradición española escenificada por los Padres Capuchinos que regentaban la Parroquia de Nuestra Señora del Rosario en Barranquilla, por primera vez, en 1927, la Batalla de Flores fue objeto de planificación, a modo de un desfile en el cual se convocaba además a un concurso de Carrozas a ser evaluadas por un Jurado Calificador que otorgaría premios a las que “se distingan en relación a (sic) lo artístico y lo elegante”.

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El día 26 de enero de 1927, en reunión del Gabinete de S. M. Rebeca 1ª y bajo la Presidencia de la Reina, ella dijo:

“Se ha estado considerando últimamente la muy importante cuestión de la forma como debe ser organizada La Batalla de Flores, a fin de rodearla de un aspecto a la vez que agradablemente espectacular, de trascendencia en la temporada carnestoléndica actual.

En efecto la opinión del Gabinete, aunque todavía no está cristalizada del todo, parece que se decide porque la famosa Batalla sea organizada bajo un programa y control especiales, con dinero suficiente, distinto de los que posee el Reino para los otros géneros de fiestas, con Jurado Calificador de Carrozas y Premios para las que más se distingan en relación a lo artístico y lo elegante.

Lo más probable es, que se solicite, previamente el concepto del Jefe Omnímodo y Archipoderoso de las fuerzas del Reino, Don Tirso Schemel, por ser esta Batalla asunto de su jurisdicción, como quiera que ella implica gasto de municiones y los rebeldes pueden hacer uso de la estrategia”

Ten paciencia, siéntate a la puerta de tu casa y verás pasar el cadáver de tu enemigo”, pensó Tirso Schemel cuando le comunicaron la noticia.

Había vencido.

A partir de 1927, las Batallas de Flores se reducirían a una, la del Sábado del Carnaval.

Dejaría de ser un evento incivil, sin orden ni gobierno que a nada conducía.

Implementar aquella iniciativa, aquel concurso que lleva implícito el concepto moderno de “espectáculo”, “revestido de belleza, orden y esplendor”, además del de divertimento que le es implícito, como se le definía antes, era un asunto complejo que excedía, y en mucho, sus propias capacidades de Dictador, Jefe Omnímodo y Archipoderoso y las de la Reina del Carnaval para propiciar el disfrute de lo artístico de las carrozas.

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También contaba él con numerosos enemigos.

Especialmente unos “rebeldes (que) pueden hacer uso de la estrategia” para dañarles la fiesta a los “encarrozados” y a quienes quieran presenciar en son jarana el paso del cortejo.

La tarea se muestra tan compleja que la Reina del Carnaval, siguiendo los Consejos de su Gabinete, no dudó en recurrir a las “Autoridades de a de veras” para complementar y hacer eficaz la acción de estas otras “autoridades de la impostada realeza carnavalera”.

Recibe entonces la Reina el apoyo del General Alcides Arzayús, Comandante de la Segunda División y también el del Comandante del Regimiento acantonado en esta plaza de Barranquilla, Señor Cote Bautista

 “Yo, REBECA 1ª. Reina del Carnaval deseosa de que La Batalla de Flores que se celebrará en el Reino el sábado 26 a las 17 del día, revista la belleza, orden y esplendor que requiere,

MANDO:

1º- Nombro por Generalísimo de los ejércitos para dirigir la incruenta batalla del sábado, a mi dilecto súbdito, Señor General Alcides Arzayús, con todas las prerrogativas que fueren necesarias.

2º- Designo por primeros ayudantes a los Señores Alcalde Mayor de la Ciudad y Comandante de la Policía Departamental, quienes prestarán a las disposiciones del Generalísimo toda su autoridad y apoyo.

3º- La Banda del Regimiento, puesta galantemente a mis órdenes por el Jefe del Comando, acompañará durante la Batalla el carro de La Corte de la Reina.

Expedido en la Residencia Oficial de la Reina, a los 22 días del mes de febrero en el Reinado del Carnaval de 1927.

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REBECA, Reina.

Así, pues, por unas dobles razones, el General Arzayús hubo de quedarse en La Plaza en tanto que el Alcalde Sefardita de la Ciudad, Leonardo Falquez y Casola, decidió pasar las fiestas donde sus parientes carnavaleros, los Álvarez Correa, en la Ciudad de Santa Marta.

 Abordó el Vapor “Iris”, y se fue.

Pero ¿quiénes son esos tales “rebeldes (que) pueden hacer uso de la estrategia”, y “dañar” el espectáculo?

Tales “rebeldes”, ¿serían esos juerguistas disfrazados que en compañía de músicos recorren las calles de la ciudad montados en algunas de las góndolas de alquiler?

 O, porque “el disfraz más cómodo, el disfraz más barato, el más socorrido después del capuchón, es el de mono, por aquello de la mona de marras”, ¿serán los “rebeldes” aquellas decenas de beodos acompañados por mujeres de vida airada, sacadas de los coreográficos y que, vistiendo capuchones de vivísimos colores, sin números de identificación o con ellos, son “monos” y “monas” que se lanzan aguas, anilinas y maicena haciendo de cada carromato un pequeño manicomio de disfrazados que acaban con la tranquilidad de los vecindarios?

O ¿lo serán los grupos de mojigangas que violan las disposiciones municipales sobre “usar el disfraz para explotar o hacer negocio personal por sorpresa, entre el público” y mostrando lo que ocultan bajo sus capuchones y disfraces ridículos; o

los que, con sus gestos impúdicos, escandalizan a los circunstanciales parroquianos cuando los ven pasar saliendo y llegando a los Salones Populares o a las “casas de mancebía” que pululan en “las calles de Tacunga” y en los alrededores de la “Plaza de La Tenería”?

O más bien, ¿se referirá Su Majestad La Reina, a las diversas Danzas de Carnaval “que todos los años ponen la nota alegre en nuestras calles” y que el Alcalde Falquez Casola, miembro de la Comunidad Sefardita y de la Respetable Logia Siglo XIX N° 24 de Barranquilla, ha enviado extramuros para proteger a las personas de “buenas costumbres” y a la Reina, “Estrella de La Caridad”, ornada con “La Estrella de David”?

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¡Sí! Todos ellos, son “los rebeldes”. – Sentenció Don Tirso Augusto del Corazón de Jesús Schemel Hernández.

Entonces, está claro que las danzas llamadas “Las Pilanderas”, “Los Indios Bravos”, “La Culebra”, “Los Pájaros”, “La Burra Mocha”, “El Paloteo”, “La Chiva” y las de negros de turbante llamados “El Garabato”, “El Congo Grande”, “El Congo Reformado”, “El Toro Negro” y “El Torito” son las que El Gabinete Real llama: “los rebeldes

¿Rebeldes, porque no nos dejan participar de su “Batalla de Flores”? gritó José De Barros, de la estirpe de los del “Toro Grande

¿Rebeldes, porque debemos suscribir fianza para garantizar el buen comportamiento de nuestros miembros y el no uso de armas durante las fiestas del carnaval so pena de no poder salir a la calle o terminar presos hasta el Miércoles de Ceniza? Pregunto a voz en cuello El Siete de los Gómez, Cacique de los Indios Bravos.

¿Rebeldes, porque nos resistimos a ser expulsados de El Prado, Boston, Centro y Las Quintas y en respuesta invadimos la cuadrícula que el Alcalde ha establecido como protección para el espacio donde viven y hacen sus fiestas las personas de “buenas costumbres”? Reclamó el líder del Perro Negro.

¡Sí! ¡Todos ustedes son “los rebeldes!” Casi ha gritado S.M. Rebeca 1ª.

¡General Arzayús, salve Usted la Patria! Bramó el Dictador.

Este viernes 25 de febrero hará dos años cuando “El Perro Negro” y “El Garabato”, dos danzas de negros de Kongo, se encontraron en medio de un elegante barrio residencial, uno de esos que hoy quiere proteger el Alcalde Falquéz y Casola prohibiendo que se den bailes y fiestas en los lugares públicos.

No fue mucho lo que pasó para que del baile que traían se diera paso a insultos obscenos, procaces y ofensivos.

De haber existido un cercado en ese elegante vecindario, los palos habrían sido el medio para golpearse mutuamente.

Pero, a falta d’ellos las piedras aparecieron d’entre zurrones, talegas y bolsillos; emergieron de la arena y volaron para descalabrar a negros y negras, a burros, tigres y toros y las que fallaron en el cometido, sirvieron para romper cristales y tejas.

La ropa de unos y otros, de hombres y mujeres, volaron hechos trapos con las faldas de “Las Guillerminas”, que son hombres vestidos de mujer trompeadores temibles aún entre rarras, gandules y apaches.

Las abarcas se perdieron en medio de garabatos, garrochas y machetes- todos de madera- de patadas y pescozones.

Un vecino tuvo que salir a buscar con urgencia al General Heriberto Vengoechea, Comandante de la Segunda División, con el fin de que enviara un contingente de efectivos, más para defender a los de El Garabato, que para restaurar el orden pues eran bien conocidas las relaciones carnavaleras de los Therán y los Fontalvo del barrio Sur con los Vengoechea del Barrio Norte.

Al pelear contra ellos, pierdes mucho y si les ganas, ganas muy poco.

Si no los puedes vencer, únete a ellos. Para algo te he dado estudios.

Le había recomendado Elías a Campo Elías.

Campo Elías Fontalvo, Isaac- su sobrino- “Sandovalito”- que es el mismo Julito Sandoval- que bailan con el dueño de la Danza de El Torito Arribeño y José Therán, que lo esde la Danza El Garabato, así lo entendieron.

Por eso, en La Conquista del próximo martes de Carnaval de 1927, contra ellos marcharán las de “El Perro Negro” y la de “La Burra Mocha” tocados con sus turbantes desteñidos y aviados con garrochas y machetes de madera.

Con las cabezas coronadas de palmas y los cuellos con collares de cuentas y semillas, lo harán las danzas de “Los Indios Chimilas”, la de “Los Indios Farotos” de Isabel López y la de “Los Indios Bravos”, comandados por “El Siete”, apodado así por ser el séptimo en la línea de los Gómez en llamarse como el Primer Cacique goajiro, guerrillero y liberal: Miguel Gómez:

«Yo soy el indio chiquito

que vengo de la Goajira.

Tengo la flecha en la mano

para defender mi vida»

El chozno de José Antonio de la Concepción Núñez, Cacique que lo fue de Mamatoco, desde el pretil de la plaza sentenció:

¡Que vengan y los salven las tropas de Vengoechea!

¡Que vengan y los rescaten los escuadrones de Arzayúz!