El voyován

Por: Moisés Pineda Salazar

Algo más que los contusos que resultaban de los encuentros entre la mimada y protegida Danza de “El Garabato” con las proletarias de “La Burra Mocha” o de “El Perro Negro”, intranquilizaba a todos

No tenía mucho tiempo para conversar con su padre sobre este tipo de asuntos, ocupado como siempre aquel estaba en el control de la tupida red de negocios que había constituido con parientes, correligionarios y empresarios extranjeros con los que compartía el sentido de los que Don Jacob consideraba eran los valores fundantes de la civilización y que él, Ernesto, recordaba como la amorosa admonición que guiaba su conducta personal, familiar y en los negocios desde aquel día del 1897.

En ese año, siendo un adolescente, recién los regocijos tradicionales por su Bar Mitzvah, salió de la mano de su tía Esther Álvarez Correa rumbo a Alemania para empezar el proceso educacional que 8 años después lo traería nuevamente a Barranquilla para asumir la parte que le correspondía, y la que el mismo labraría, en la dirección de las empresas familiares y en las de otras que fuera capaz de organizar siguiendo tales dictámenes:

Mañana te separarás de nosotros dejando desgarrados nuestros corazones.

Tú futuro bienestar, el deseo de que llegues a ser un hombre útil a la sociedad y a tú familia nos obligan al sacrificio cumpliendo así la sagrada misión impuesta a los padres. [. .. ]

Sé económico sin ser jamás miserable, pero no gastes nunca en lo superfluo, porque eso conduce a la ruina. Sé esclavo de tu palabra. Cumple siempre lo que ofreces y no ofrezcas sino aquello que puedas cumplir. Eres muy joven, no conoces nada del mundo en el que estamos sometidos a mil contrariedades y a recibir decepciones a cada paso. Sopórtalas con resignación y sin odio en el corazón y así no amargarás tu existencia. Sé agradecido con todo aquel de quien recibas algún beneficio y haz todo lo que puedas sin esperar agradecimiento. Aleja de tu espíritu todo sentimiento de egoísmo y de envidia que son vicios atroces que corren en el alma y conducen a las mayores bajezas. Sé digno de todos los actos de tu vida sin ser jamás altanero.

Conserva tu honra inmaculada, porque una vez perdido el honor no se recupera jamás; debes pues conservarla como un Arca Santa siendo el don más preciado recibido de Dios.

En ese año de 1905, el de su regreso a Barranquilla, una vez cesada la Guerra de los Mil Días, al abrirse la temporada del Carnaval, el 24 de enero y muy a pesar de las indicaciones expresas del Presidente Rafael Reyes acerca de la aplicación de los Decretos de Alta Policía con justicia y ponderación, ocurrió que el General Efraín Henríquez Juliao Tatis, sefardita Liberal avecindado en Sabanalarga, y el Doctor Blas Movilla-vecino suyo y copartidario- se trenzaron en un duelo de pistolas y a caballo del que resultó herido un tercero, ajeno al lance, sobrino del segundo de los duelistas.

Dos meses después del incidente, el 29 de Marzo le nació al General Juliao un sobrino: Evaristo Sourdis Juliao, hijo del matrimonio entre Arístides Sourdís Navarro y Raquel H Juliao Tatis, hijos de padres Sefardíes llegados a Colombia de Saint Thomas y Curazao y de madres Católicas nacidas en Sabanalarga en donde, en el Siglo XIX, se radicó una comunidad de Judíos Antillanos, de méritos reconocidos, como lo son los de la estirpe del joven Cortissoz.

Así lo recuerda Don Ernesto en este 1° del mes de Marzo de 1908, Domingo de Carnaval, cuando posa con los socios del Club Barranquilla, del cual su padre era fundador, en compañía de Esther Rodríguez González a quien había desposado recientemente en matrimonio civil y mixto ya que ella era Católica, él Judío y tal la costumbre.

Ella no renunciaría a sus creencias, ni él a las suyas.

Los hijos de ambos no asistirán a la Sinagoga, ni atenderán las enseñanzas del Rabino de la Ciudad, Don Moisés Samuel de Sola y Jessurum, ni tendrán su Bar Mitzvah a los trece años, como él y sus hermanos lo tuvieron para regocijo de la Comunidad, sino que serán educados en la fe de su madre bajo la dirección del Padre Carlos Valiente, Procurador del Hospital de Caridad con sus anexos y del Cementerio Universal, instituciones ellas vinculadas a la Venerable Logia Masónica.

De esta manera eran las cosas desde tiempos inmemoriales en Sepharad.

No podían ser de otra manera.

Esther, mi dulce y amada Esther…

El carraspear del fotógrafo y el discreto golpe que le dio en el brazo su hermana Leonor- Presidenta de la fiesta de charada de ese año como pareja de José Víctor Dugand- y la mirada oblicua de su prima Amalia Álvarez Correa quien hacía de Vicepresidenta del festejo con Andrés Rodríguez, su cuñado, fueron señales inequívocas de que ambos debían guardar la compostura.

Sus manos se separaron para la fotografía.

Al matrimonio Cortissoz Rodríguez, les correspondería la Vicepresidencia del Carnaval del Centenario, el de 1910, tal como a Eduardo Gerlein y a su hermana Leonor Cortissoz les correspondió la Presidencia en el año anterior, un año de mucha inestabilidad política, el año del “Barranquillazo” que fue un amago de golpe de Estado urdido por los barranquilleros partidarios del ex Vicepresidente General Ramón González Valencia, en contra del Designado, General Jorge Holguín, quien debía asumir la Presidencia de la República por la renuncia del General Rafael Reyes.

En 1911 las Fiestas del Carnaval estuvieron presididas por Don Clemente Salazar Mesura- dirigente liberal del municipio de Sabanalarga- y por Doña Yenis Siefken Como vicepresidentes actuaron Don Santander Márquez y Doña Ana Isabel Magri

Es para preocuparnos, Don Clemente, lo que está pasando en extramuros con las fiestas del vulgo en el sur.

De esta manera se introdujo la reunión del lunes de Carnaval en la mañana, convocada de urgencia para tratar los hechos lamentables ocurridos el sábado y el domingo del Carnaval.

Entre los organizadores del festejo, Doña Ana Isabel era la más cercana, por residencia y procedencia, a lo que pasaba del Callejón de La Igualdad hacia aquella geografía en la que la fiesta era distante del proclamado refinamiento y buen gusto que caracterizaba la que ellos presidían.

Tal parece que esas formas groseras de divertimento han empezado a inficionar la manera de festejar de nuestros amigos que luego de su reunión en la Calle de San Roque con el Callejón de Tumbacuatro, donde tiene su sede “La Danza de la Chiva”, armaron un desfile y el sábado en la noche asaltaron groseramente los Salones del Club Barranquilla.

Aguijado por el relato de la Vicepresidenta, su parejo en la organización carnavalera entró a leer la copia que en baño de asbesto le ha proporcionado el Corresponsal del “Rigoletto”. El reportero la ha preparado desde el sábado de los hechos, y la publicará en la edición del Miércoles de Ceniza:

“Barahúnda loca. Polvareda al norte, polvareda al sur.

Y a un lado y otro de la calleja, los rostros pintarrajeados. Como himno a la vocinglería, dos o tres palabrotas obscenas. Y como complemento, la satisfacción y alegría generales. (…)

Haya carcajadas o no, gozo hasta rabiar.

La bonhomía, el decir, y hasta el trasegar furioso de las máscaras pone un suave retoque de alegría en el corazón; ello es así a manera de Santo carroñoso y maloliente a quien en la víspera de fiestas rejuvenece el santero del pueblo.

Por lo que place a la infamia y por lo que sufre la virtud, yo desearía que esta carnestolenda fuera de almas, no de cuerpos. ¿Entendeis?”.

La Presidenta, Doña Yenis Siefken espigada heredera de la raza alemana, de blondos cabellos y unos ojos verdemar, modosita como le corresponde a toda dama bien educada, alzó la mano para pedir la palabra y con la aquiescencia de Don Clemente, se expresó de esta manera:

Cada día todo lo que hacemos tiende a parecerse a lo que la plebe hace en las calles donde arman ruedas de carne y hueso para bailar cumbias en las puertas de los coreográficos y casas de mancebía, al son de tambores, flautas, guacharacas y musiquillas ambulantes.

Los miembros de aquel selecto círculo se miraron entre sí, sorprendidos.

Aquellas palabras revelaban en Doña Yenis la existencia una mujer distinta a la que era la epítome de jovencita bien educada, propio de la sociedad barranquillera. La dama se percató de aquello y siguió con voz pausada:

Conozco la ciudad y su gente. Saber dónde viven, cómo viven, lo que piensan y lo que quieren nuestros obreros, es condición para ser buenos patronos. Eso dice mi Padre. Así lo requiere de nosotros el Santo Papa León XIII, de Feliz Memoria, sobre la cuestión obrera. ¿No lo saben Ustedes?

Su mirada y tono eran desafiantes. El silencio obligó la intervención de Don Clemente para precisar que si bien convenía con la Encíclica de León XIII, lo sucedido en la Batalla de Flores del sábado probaba que no era buena idea copiar lo que la gleba hace introduciendo sus prácticas en los salones de los de La Primera, permitiendo que estos los asalten, o frecuentando sus miembros aquellos sórdidos lugares del Sur.

Espero que su padre, Herr Siefken no haya sido partidario de Le Sillon. Poco tardó el Papa Pio X en poner las cosas en su sitio a la muerte de Leon XIII.- dijo en tono de reproche y siguió:

Este año, como a Ustedes consta, quisimos ordenar esos enfrentamientos entre grupos de nuestros festejantes que, no por pretender que sean con confetis, serpentinas, aguas perfumadas y polvos, han podido contener el uso de anilinas, maicena, azul de pelotica, negro de humo y aguas podridas como estila el vulgo en “La Conquista”.

Quizás por eso, luego del tercer combate que dieron en la Calle de Jesús, el hecho de haber acumulado daños y ofensas desde el primero que tuvieron en El Camellón Abello, y en el segundo en la Calle de San Blas, se debió dar por sentado que el asunto empezaría a descontrolarse cuando se juntaran en el Callejón de California para enfilar hacia el Sur por La Calle Obando, hasta el Callejón del Hospital…

La vivaz Vicepresidenta, residente en el Barrio San Roque, conocedora de aquel territorio como la que más entre ellos, completó:

Fue allí donde los solidarios de “La Danza de La Chiva” comenzaron a urdir el asalto.

Presidente, en aquellos momentos todos, hombres y mujeres, había perdido la compostura y el zaperoco era previsible.

Que en el camino que quisieron hacer como un desfile conjunto por la Calle del Recreo hasta el Callejón del Mercado y por esta hasta el Club Barranquilla, las cosas no mejoraran, era de esperarse…

A estas alturas, las autoridades del Carnaval de 1911 daban por bueno que aquel esfuerzo de organización no hubiera terminado en una “Conquista” de martes de Carnaval.

Porque por esos lados sí que hay cercas para desbaratar y proveerse de palos. Dijo como chascarrillo la Señora Presidente para asombro de sus pares.

¿Se imaginan Ustedes cómo hubiera sido semejante voyován?

A Dios gracias, solo fueron los adornos de los carros los que se destrozaron y las caras, peinados y disfraces los que terminaron sucios, manchados y apelmazados.

De solo pensar que pudiera repetirse lo ocurrido en la Casa de Baile regentada por Clemencia Hereira, ubicada en el Norte, en la Calle de La Felicidad entre los Callejones del Cuartel y California, cerca de La Floresta, donde funciona la Pensión Inglesa, les produjo calofríos.

“Martínez murió el domingo a las 3 p.m., 12 horas después de haber sido golpeado (…)

Le hicieron la autopsia los Dres. Sojo Carmona y Eusebio De La Hoz.”

Así decía el papelillo que le entregó a Don Clemente, el General Heriberto Vengoechea, Comandante de la Policía quien entre enhiesto y divertido concurría a aquel cónclave carnavalero.

Mientras tanto, la fiesta seguía en las calles; los coches adornados salían nuevamente y rodaban pletóricos de Carnaval armando batallas de confetis, polvos, aguas y serpentinas cada que los bandos de festejantes tornan a encontrarse en cualquier calle, plaza, parque o camellón.

Si los bailes se suspendieron en la tarde del domingo no fue en señal de duelo, sino para organizarse con más entusiasmo para por la noche.

“El Lunes como a las 10 a.m fueron conducidos a la Policía Nicolás y Eladio Hereira los asesinos. Manuel Martínez es sepultado a las 11 a.m. Continuó informando el Comandante Policial.

A esa hora Don Clemente, el más culto y leído entre los miembros de la Junta, aprovecho para hacer gala de sus conocimientos.

Es inadmisible que, por malos entendidos, “por pedir un barato”, puedan matar a un hombre honesto y trabajador como Manuel Martínez, en medio de tragos y música de organillero. Que esto haya pasado y que la fiesta siga como si nada, nos debe hacer pensar en la forma de contener esa violencia. Ya no es tan cierto que tales cosas no puedan darse en “El Club Barranquilla” o en “Los Bailes del Teatro Municipal” donde se dice que todo es exquisito y a donde concurre lo más florido de la sociedad. Las cosas están cambiando en el mundo, y cambian para mal.

Con las ideas de Marx y de Lenine, las de los bolcheviques y mencheviques y las de los afectos a Le Sillon, ya nadie está exento de sufrir daño.

Ninguno puso mayor atención a lo de bolcheviques y mencheviques, lo de Le Sillon les sonaba a chino, aunque todas eran de común referencia en la prensa barranquillera y en los Sermones de los Padres Valiente y Revollo cada vez que subían al púlpito.

Todo amenaza con convertirse en un pandemónium, en un bochinche que desdice de una sociedad que en su mayoría se distingue por su laboriosidad y buenas costumbres. Caveant Cónsules.

Algo más complejo que los decomisos de serpentines para la producción de aguardientes de contrabando, soterraba la fiesta.

Algo más que los contusos que resultaban de los encuentros, casuales o no, entre la mimada y protegida Danza de “El Garabato” con las proletarias de “La Burra Mocha” o de “El Perro Negro”, intranquilizaba a todos.

Más que las decenas de retenidos por escándalos en la vía pública, algo oscuro y sórdido estaba pasando.

Algo muy profundo estaba cambiando el mundo y en el Carnaval en Barranquilla, aquello empezaba a sentirse.

Cada día Barranquilla va dejando de ser la ciudad aquella en la que eran excepcionales los crímenes sangrientos consecuencia obligada del vicio y de la miseria donde la gente no conocía la feroz barbera, ni echaba mano del puñal y en la que las diferencias se resolvían a trompadas…

Hoy y mañana martes habrá baile por la mañana, baile por la tarde, y a todas las horas Carnaval. Todo terminará el martes por la noche con un suntuoso baile en el Teatro Municipal al que concurrirá lo más granado de la sociedad.

En el Sur, a esa misma hora, luego de una fiera “Conquista” más, se estarán curando las dolamas.

Del General Vengoechea depende que no nos importunen en el Teatro Municipal.

¡Sí, Señor Presidente! Dijo el General Vengoechea antes de retirarse. Todos soltaron a reír.