La violencia mantiene en pánico a la ciudad

Por Orlando Andrade Gallardo

Con pánico y alarma se encuentra la comunidad de Barranquilla y su área  metropolitana, por el azote de violencia que se ha presentado  en la  zona por falta de control de las autoridades y desconocimiento  de  sus  verdaderos orígenes.  

La ciudad se encuentra sitiada por el  hampa en la mayoría de los sectores del  área donde diariamente se registran muertes violentas, atracos a establecimientos comerciales, residencias  y pequeños negocios, sin que pase nada.  El crimen organizado se tomó a la ciudad  que en el pasado era de tranquilidad y paz,   hoy la situación es totalmente distinta por  la ola de inseguridad.

Los violentólogos empíricos  y medios  de comunicación amarillistas aprovechan la oportunidad para diagnosticar sin previo estudio las causas del mal, señalando como único responsable al narcotráfico. Sin caer en la apología, defendiendo un problema tan degenerativo como la drogadicción y sus consecuencias, nos atrevemos asegurar que existen otras causas que no se mencionan. La violencia e inseguridad en la región requieren mucho más análisis y estudios sociológicos que conduzcan a solucionarlos, la sensación de la opinión pública es que existen otras razones ocultas que no se mencionan. Barranquilla por su condición de puerto marítimo y fluvial es una ciudad cosmopolita y agradable que  desde siempre ha brindado hospitalidad a connacionales y extranjeros, sin ningún control. La variedad de culturas y quehaceres cotidianos de los migrantes enriqueció en algunos aspectos la nuestra, pero en ocasiones chocaron. En Barranquilla existen entidades especializadas para realizar estudios  serios sobre el verdadero problema de la violencia y sus causas y no continuar especulando, dando palo de ciego en un tema que requiere de profesionales en la materia.

La historia registra que en los años 90 se presentaron en Barranquilla, los lamentables episodios de las muertes de menores por el problema de la gastroenteritis, causada  por el mal estado del agua, según afirmaba la Secretaría de Salud. El sociólogo Orlando De la Rosa Rivera, vecino del hospital Pediátrico donde llevaban los niños enfermos,  se dio a la tarea de investigar de cerca el fenómeno y durante un tiempo  descubrió  que el problema no era solamente el mal estado del agua, había otra causa principal: la desnutrición. La investigación lo condujo que la física hambre estaba acabando con los niños barranquilleros y los gobernantes ocultaban a la opinión  pública, culpando el mal servicio del agua, que para entonces no era bien tratada. El hallazgo lo manifestó a la Fundación Centro de Investigaciones para la Autonomía Regional-Cipare, quienes atentamente escucharon a su colega y elaboraron conjuntamente el proyecto que enviaron a Colciencias. Después de surtir  trámites y sustentaciones, el BID financió la investigación que duró dos años en siete barrios debidamente focalizados, donde residía la mayoría de los niños fallecidos por desnutrición. La conclusión de la primera variable fue: baja escolaridad de la población, seguida del desempleo y drogadicción.

¿Qué pretenden ocultar quienes señalan al narcotráfico como único responsable de la violencia e inseguridad en la ciudad? El estudio sobre el hambre y la indigencia en Barranquilla debe servir de ejemplo al gobierno para evitar más especulación.  Lo evidente es que en la ciudad aún no se supera el problema del hambre por el poder hegemónico que ejercen  dos o tres familias locales, que tienen el control de la ciudad, como otra causal.

En Barranquilla se perdió el equilibrio democrático por la concentración de capitales en unos pocos y al ciudadano de a pie no le importa cuánto dinero se han invertido en las obras, lo que aprovechan los gobernantes, una sola familia ha administrado la ciudad por más de 15 años. ¿Será esto democracia?.  No lo creo.  Otro problema de la ciudad es la informalidad, lo que impide proyectos de vida y no estar registrado para el pago de impuestos,  creando  desajustes entre los trabajadores formales que deben pagar impuestos y asumir los gastos de inversión social de todos. El reto que debemos afrontar es no negar nuestra realidad, de lo contrario los objetivos  serán  fallidos para enfrentarlos. Es triste observar que en los barrios ahogados por los problemas de hambre, desempleo y sin oportunidades son los más vulnerables para la criminalidad, el narcotráfico y la delincuencia común.  En esos sectores el orden público es alterado frecuentemente  y es cuando la fuerza pública destaca pelotones de policías y soldados, destinan   recursos económicos en la logística para combatirlos. Los medios de comunicación anuncian las actividades policivas y los bandidos se esconden en sus madrigueras  y salen a delinquir al ausentarse las autoridades y no pasa nada. La lucha contra la violencia, la impunidad y la tolerancia judicial, debe ser estructural,  frontal y sin tregua.