*Con ocasión del Doctorado Honoris Causa que le otorga la Universidad Simón Bolívar al Escritor Gustavo Álvarez Gardeazabal
Por Moisés Pineda Salazar
Nuestros abuelos, gente del campo, esos mismos que están a punto de morir porque nuestros hijos ya los olvidaron y sus tataranietos no saben que alguna vez existieron, bien decían:
«Donde va la pava, van los pavitos. Donde está el caudillo están los sacamicas. Pero ¡ay! del que se muestra con la moza en los sitios a donde lleva a la esposa«.
Esa es la razón para pensar que León María, debía estar en Barranquilla aprovechando la estancia del General Rojas Pinilla, quien lo había distinguido con la Cruz de Boyacá.
Rojas llegaba con motivo de la instalación del XII Congreso Nacional de las Sociedades de Mejoras Públicas.
Aquel fue un evento en el que hicieron presencia delegaciones de esa «benemérita institución» que, controlada por el Partido Conservador, manejaba el gran negocio urbano: las rentas de los usos del suelo en todas las ciudades de Colombia.
Quizá eso explique las dificultades para encontrar su nombre- el de León María Lozano- o el de su esposa- Agripina Salgado- en las listas oficiales de la Comitiva cívico/ militar que conformaban: el séquito personal del Dictador y la procesión de áulicos deseosos de mostrarse con «los dueños del poder» en los ágapes, lunchs, cocteles y eventos populares y folclóricos organizados, a contrata, por los Hermanos Juan y Delia Zapata Olivella.
En ellos tuvo que estar León María, cobijado por el anonimato propio de las fiestas de Carnaval en Barranquilla. Igualmente, sin duda alguna puede afirmarse que nuestro personaje no estuvo, porque no podía estar, en el Baile de Gala ofrecido por el Country Club en Honor del Presidente Teniente General Gustavo Rojas Pinilla, de su Señora Esposa Carolina Correa Londoño y de la Directora de Sendas- María Eugenia Rojas Correa de Moreno Díaz-. Suficiente tenía la Sociedad barranquillera con tener que soportar la presencia del “Primer Yerno” del país, Don Samuel Moreno Díaz.
No cabía «El Pájaro» en aquel aristocrático festejo en el que el Jefe Supremo tuvo como parejas a la Señorita Cundinamarca, Doña Yolanda Pulecio, quien- por cierto- con los años vino a ser Senadora de la República y Madre de la Ingrid Betancourt Pulecio, por todos conocida, y a Doña Carmiña Moreno, titular de los más hermosos ojos que jamás haya tenido una Reina del Carnaval Barranquillero quien esa noche competía con la belleza de Su Majestad Inés Cepeda Rodado que en aquella fiesta era objeto de especialísimas atenciones por parte de su coterráneo y Canciller de la República, Evaristo Sourdís Juliao.


En algún momento en el que la Agenda del Presidente de Colombia lo permitiera, personal o telefónicamente, tuvieron que sacar tiempo para enterar el uno y enterarse el otro, acerca del «tratamiento hidroterápico, original y curativo» que el Doctor Oswaldo Martínez Clark De Castro venía aplicándole a León María en su consultorio de la Calle Murillo con Veinte de Julio en la Ciudad de Barranquilla.


A ese médico afamado acudía Lozano en esos meses de enero y febrero de 1956, por recomendación personal y expresa del General Rojas Pinilla, buscando mitigar los ahogos asmáticos de los que sufría, a pesar de ser «El Condor” un ave de «altísimo vuelo» acostumbrado a disponer de muy poco oxígeno.
Y, cosas del destino, finalmente no sería un ahogo asmático el que pondría fin a sus días, tampoco una porción de carroña envenenada como acostumbran a hacer sus salvajes y humanos depredadores, sino “una cucharada de su propia medicina”: un vulgar y artero disparo de escopeta.