Hoy conmemoramos los colombianos el aniversario 212 del grito de Independencia, una de las fechas más importante de nuestra historia patria, la que se constituye en una oportunidad para recordar a nuestros héroes y sus sacrificios por darnos la libertad, por eso hoy los invitamos a izar la bandera de Colombia como un recordatorio a esa justa patriótica que sirvió para consolidar nuestra independencia.
La conmemoración del día en que un incidente menor –el del florero de Llorente– dio pie al levantamiento de los criollos de Santafé contra el gobierno del entonces virrey Amar y Borbón, y que desembocó en la ruptura de la Nueva Granada con el reino de España, este año tiene unas connotaciones especiales, toda vez que se instala un nuevo Congreso de la República y alrededor de su institucionalidad existe una gran expectativa por lo que ha de desarrollar en su periodo legislativo.
Frente a lo que viene con la posesión del nuevo Gobierno dentro de pocos días, valdría la pena realizar una encuesta entre nuestros lectores, para conocer su opinión, acerca del futuro que le espera a nuestra nación.
Podríamos decir que Colombia nació de urgencia el 20 de julio de 1810 y de inmediato se fraguó la guerra civil, sin componente institucional; reconquistada en medio de las prisiones, los fusilamientos y la reacción nacionalista de la guerra a muerte, colapsó a los 20 años, signada por el secesionismo, la ingratitud con el Libertador Simón Bolívar y el asesinato del mariscal Sucre.
Después siguieron cincuenta años de belicismo, de éxodos, destierros, dictaduras, expropiaciones y recambios legales que terminaron al llegar la regeneración en el año 1886.
A comienzo del siglo XX, sobrevino la guerra de los Mil Días, gran heredera de sus antecesoras; en 1903 se perdió Panamá –la ruina fue monumental–, reapareció la dictadura y Colombia volvió a mostrarse como un país telúrico e impredecible.
Medianamente superada la situación, entre 1910 y 1930, el ambiente se encandeció, hasta reproducirse la guerra, a través de los partidos que, indistintamente coparon el escenario durante casi 20 años, hasta el 9 de abril de 1948 con el asesinato de Jorge Eliécer Gaitán, cuando resurgió el destierro, la violencia, los churubitas y la dictadura.
Un lustro más tarde el problema se resolvió a través de un pacto de paz, incorporado a la Constitución, es lo que se conoció como el Frente Nacional, que repartió el poder y calmó los ánimos por 16 años en la cúpula dirigente. Pero por debajo ya se gestaba la nueva crisis, cuando comenzaron a pulular las guerrillas de diversa índole.
Entonces la crisis no es la peor, sino la misma, claro que con aristas adicionales muy graves y que se ha mostrado inderrotables, como por ejemplo, la del combustible del narcotráfico en un país propenso a los incendios.
En realidad no es que estemos viviendo un período similar al de 1810, o que en estos últimos 40 años puede hacerse una evaluación de si es más grave o no la toma del Palacio de Justicia, el asesinato de tres candidatos presidenciales, entre los cuales Luis Carlos Galán.
El contexto de la instalación del Congreso y la perspectiva que guiará al nuevo Gobierno, son circunstancias que le dan a la fiesta patria de hoy 20 de julio un tinte particular, sobre todo por el anuncio de reformas y directrices que guían la novedosa política del cambio.
La democracia, no la violencia, ha de ser el camino para que los justos reclamos se tramiten y se traduzcan en reformas que en verdad beneficien a los colombianos.