Acertada pitonisa

Por : Guillermo Luis Nieto Molina

Francisco Vélez vivió por experiencia propia, los asesinatos cometidos en sus compañeros policías en la ciudad de Medellín. Transcurría la época de mafia del narcotráfico liderada por Pablo Escobar Gaviria .
El precio por policía asesinado llegó a cotizarse en un millón de pesos.


Francisco Vélez, salía del apartamento vestido de mujer para no ser identificado, así regresaba después de prestar sus servicios de agente del orden. Tiempo que era considerado por Francisco y sus familiares como un milagro divino.


Preocupado por su seguridad un hermano de Francisco Vélez, Edgar Vélez, abogado distinguido en la ciudad de Barranquilla, habló con los generales de la Policía y consiguió un traslado urgente de Francisco Vélez.


Llegó de traslado a Santa Lucía Atlántico. Fue un cambió drástico, de un clima agradable y vegetación florecida en Medellín, llegar a Santa Lucía, era como llegar al desierto. Temperaturas de 38 grados centígrados recibieron a Francisco Vélez.


Al cabo de unos meses, había prácticamente desaparecido la paranoia de sentirse vigilado, había mejorado sus sueños, ya no sufría de pesadillas viéndose acribillado por sicarios encapuchados.

Francisco Vélez tomó la decisión de visitar la pitonisa del pueblo. Quería saber que le depararía el futuro mandándose a leer el tabaco donde Auristela Cienfuegos.

Fue una tarde de sábado el calor era inclemente, el vapor marchitaba las veraneras, flores de colores vivos que eran conocidas en la región como trinitarias.

Auristela Cienfuegos prendió el tabaco, le pidió su nombre completo y realizó un ritual rezando entre dientes una oración inteligible.


— Tú dinero no te alcanza,las mujeres no te prestan atención, quieres es estar tomando cervezas y hasta quieres dejar tu trabajo – dijo Auristela Cienfuegos. Y aprovechó para preguntar
— ¿Donde trabajas?
— Soy mensajero– dijo Francisco.
Ante personas desconocidas, vestido de civil, era mejor no decir que era Policía .

— Ah ya veo por eso el tabaco muestra que hay una persona de aquí del pueblo que te ha puesto un mal para que todo te salga negativo.

–Eres muy envidiado — dijo Auristela Cienfuegos.
Francisco Vélez se le trasfiguro su cara de curiosidad y su rostro se notó sorprendido.
— ¿Me puedes dar el nombre de esa persona?
La pitonisa contestó
— Manuel de la Cruz Castillo. —
Francisco Vélez salió desconcertado dijo con decidida voluntad lo buscaré y lo mataré, «muerto el perro, muerta la rabia» pa que,se llevé lo que me echó para el otro mundo. No me pasó nada en Medellín y va a venir un tipo que yo no conozco a dañar mi futuro.–

Francisco Vélez, buscó en la registraduria, folio por folio y encontró el nombre idéntico al suministrado por la pitonisa. Con el nombre y número de cédula buscó en los archivos de la Policía. No registraba antecedentes.

En el listado de encuesta del Bienestar Familiar encontró la dirección donde vivía Manuel de la Cruz Castillo.

Llegó hasta la vivienda de color azul petróleo y de calados blancos preguntó por Manuel de la Cruz Castillo. Vestido de civil se veía distinto al agente que patrullaba al pueblo.
— Él está en el monte en una rosa recogiendo unas patillas. Señor, si no se las trae se las roban ,no ve que la Policía aquí en el pueblo no hace nada.
— ¿Cuándo viene?– preguntó Francisco Vélez.
— Mañana, él sale madrugado de la finca , pasa por el callejón del totumo como a las seis de la mañana–
–¿Donde queda ese callejón? — de nuevo interrogó Francisco Vélez.
— Aquí en la revuelta del pueblo aquí cerquita. Cuando él llega ahí el burro rebuzna .–
Esa noche a la espera, francisco no durmió esperando la madrugada.


Pensó en varias formas de dispararle y lo imaginó agonizante en el sillón del burro. Eran las tres de la mañana cuando Manuel de la cruz castillo salió de su finca camino al pueblo. A esa misma hora salió Francisco Vélez a esperarlo en el callejón del totumo.


Por el cansancio del día, agobiado por el deseo de salir de ese incordio, Francisco Vélez se adormitó.
El burro al llegar al callejón del totumo rebuznó . Francisco Vélez brincó de donde estaba atrincherado y se acercó al camino con la mano derecha en la cintura, justo sobre la cacha del revolver calibre 38.

–¿Usted es Manuel de la Cruz Castillo? Preguntó en tono amenazante.
–Sí mijito, que se te ofrece tan temprano,–contestó Manuel, quitándose el sombrero,pasándose la mano por la cabeza canosa y despoblada en su mayor parte por la calvicie.


Francisco Vélez, solo logró preguntar, nuevamente .
— ¿Usted conoce a Francisco Vélez, y a Auristela Cienfuegos ?–
–No mijito, esos apellidos no son de por aquí, pero ven te regalo esta patilla pa que la lleves a tu casa y ahorita más tarde me buscas en la calle grande y te acompaño a buscarlos.

Francisco Vélez, regresó al comando de Policía se enfundó su uniforme poniendose de último las botas, le dificultó un poco la postura del pantalón, salió rápido a la casa de Auristela Cienfuegos.


Desde ese día el altar donde se leía el tabaco ,fue destruido por el peso de la ley y los culatazos acabaron con todo en la casa de Auristela Cienfuegos.


No ha vuelto a escucharse sobre pitonisas en Santa Lucía.


Tiempo después,en los carnavales de Santa Lucía, un Policía se disfrazó varios años de mujer,
parodiando a una pitonisa.