Por: Daniel José Simanca Narváez
En este escrito se abordará el papel de la labor docente, teniendo en cuenta diferentes aspectos, habilidades y roles con los que debe contar un docente para poder dar a sus estudiantes una formación contextualizada, flexible y pertinente, ya que ese entre otros es uno de los fines más elevados del proceso de enseñanza-aprendizaje, esto se justifica teniendo en cuenta que no se le puede hablar a los alumnos de un pensamiento analítico, crítico y propositivo, cuando dentro del aula no se le da la participación para que exprese sus ideas, esto sería una gran contradicción. Para de esta manera comprender la complejidad que es inherente acción de los maestros y que demanda ética y pedagógica para así pueda realizar de manera satisfactoria el ejercicio de la más loable empresa que puede emprender una persona que desea ser un agente activo en el proceso de construcción de criterios en las futuras generaciones.
Ahondemos ahora cada una de esas particularidades que se conjugan en el maestro, y que lo constituyen en un crisol de habilidades y competencias dan pie a una gama de concepciones de la docencia desde los diferentes ámbitos: académico, social y ético. Cabe resaltar, pues sirve como elemento orientador, que desde el punto del deber ser, la cual más allá de un ideal debe convertirse en la carta direccionar de todo pedagogo, esta labor debe ser entendida como, “una faena de difícil trabajo y que hay que empaparla de heroísmo para que se ejerza con dignidad y entereza; es un oficio de amor; una tarea de donante y no de ser gratificado; una entrega total, sin egoísmo ni vanidad” (M. Pizarro, 2011). En este orden de ideas, al ser este un oficio de amor, se deben anteponer la integralidad de la educación a los deseos particulares. De esta forma, el profesor llega a ser un maestro, pues liga su actuar a un compromiso ético, es decir, que se convierte en una persona impoluta e incorruptible que va a velar por ser lo más integro posible en el ejercicio de su función.
“Hay un cierto tipo y cantidad de información pertinente y básica para la comprensión de un fenómeno, y es sobre esta –su apropiación, análisis y manejo– que hay que detenerse” (F. Montes, 2019). Tomando como referencia a este autor, es válido atribuir al docente el siguiente rol: el docente como filtro. Puesto que desde el aula-académica, está realizando lo que se denomina como: enseñabilidad, el cual es actividad de reflexión-acción que le permite focalizar los temas más significativos dentro de la gran variedad de información que está disponible para enseñarlos a sus educandos, pero no solo termina ahí, pues luego de identificarlos, se empieza a hacer una serie de cuestionamientos que le dan las herramientas necesarias para articular esos nuevos conocimientos con la realidad de la cual se encuentran inmersos sus alumnos, en aras de que la educación sea como se dijo al iniciar el texto, contextualizada y pertinente estos son: ¿qué enseñar? ¿Cómo enseñar? ¿Para qué enseñar? ¿A quién voy a enseñar? Este papel que cumple el maestro dentro del proceso de formación integral contextualizada, se da gracias al compromiso académico que adquiere desde el momento en que empieza a fungir como formador (Mora, R. (2018). Prácticas curriculares, cultura y procesos de formación. Tercera Edición. Ediciones Universidad Simón Bolívar, Barranquilla).
El docente más allá de ser un actor del proceso educativo, es un agente social de gran importancia, puesto que siempre está en contacto con diferentes comunidades, ya sea la educativa (alumnos, padres de familia, etc.) y las cercanas (familiares, amigos, etc.) Y en cada una de ellas cumple su papel de como orientador y su capacidad de ponerse en los zapatos del otro, en unas más que en otras, porque el ser maestro no es una vestidura que se quita al llegar a casa, la docencia es más que eso, se constituye en un estilo de vida. Rescatemos el ámbito que nos atañe, el maestro en el centro de la educación, debido a las cualidades que se han esbozado, tenemos permitido decir que: el maestro posee un gran sentido de compromiso social esto se puede respaldar en la siguiente frase, “Su responsabilidad en el oficio lo hace trascendente en actos humanos de servicio hacia la sociedad” (M. Pizarro, 2011), pues el docente siempre busca la manera de cómo impactar de forma positiva la vida de sus estudiantes.
De esta manera, se ha desenmarañado la manera en cómo el maestro se vuelve el catalizador de unos aspectos que ninguna otra profesión posee en conjunto, es por esto que siempre se habla de no permitir que la educación se deshumanice y que los profesionales de la educación tanto en ejercicio como en formación tengan idoneidad ética y pedagógica, no es solo un discurso, es una realidad que ahora más que nunca se hace evidente.