Los años la relegaron al olvido, poco a poco se fue convirtiendo en un mueble antiguo . Transitaba en silencio por los rincones de su casa sentada en su mecedora de palito. Verla extraviada y sumergida era divisar la nostalgia convertida en una anciana.
Varios años tenía que no musitaba palabras coherentes, su mundo era conservar el silencio y contestar con una sonrisa infantil los saludos de esporádicos familiares, que visitaban la casa .
Un domingo por la tarde la vistieron de un nuevo traje la peinaron y le maquillaron, sus arrugados cachetes con rubor, ese día vendría un pretendiente de su nieta del extranjero con deseos de casarse.
El pretendiente llegó puntal, a la hora señalada, alto, blanco de pronunciada nariz ojos azules y cabellos rojizos. De notado acento catalán.
La abuela estaba ubicada en el costado derecho de la sala justo frente a la ventana por donde circulaban los vientos alisios del mes de diciembre.
El joven europeo se acercó a saludar a la anciana.
La abuela no dejó que se le acercará sin ponerse de pie su voz se escuchó pausada decidida y mordaz. dijo:
— ¿A que vienes? De nuevo a invadirnos de tormentos, a querer conquistar el corazón de mi bis nieta para saquear nuestras esperanzas en lo túneles de maltrato y tortura que utilizaron tus antecesores, en socavones de muerte, debajo de los altares de las iglesias de las sábanas de Cundinamarca, donde los indígenas preferían huir y suicidarse desde la piedra de la montaña blanca, lanzándose al vacío para evitar la tortura y castigo de españoles como tú, que saquearon ,destruyeron su cultura y despojaron de sus tierras.
Si ha eso ha venido, puede largarse por donde vino, español de mierda–
Su lucidez volvió a perderse en el crespón de las brumas de su memoria.
Sonrió y con gesto infantil dijo:
— Quiero agua.–
Guillermo Nieto Molina.
Octubre 28 12:35 P.M.
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