No hay que desconocer que la implementación de las estrictas medidas de las autoridades tiene su justificación ante la urgente necesidad de ponerle talanquera al vertiginoso ritmo de propagación del virus, para reducir las cifras de contagios y evitar el colapso del sistema de salud, el que se encuentra en estado de máxima alerta, tal como lo muestran las cifras diarias de fallecidos en todo el territorio colombiano y en donde la ciudad de Barranquilla y su área metropolitana aparecen con preocupantes ascensos cada día que pasa.
Mientras una gran parte de la población puede permanecer tranquilamente confinada en su casa, con suficientes ingresos para afrontar sus necesidades, un alto porcentaje de colombianos vive de lo que pueda conseguir en las calles para su sustento diario.
Las diversas opiniones que a diario emiten los expertos, tanto nacionales como extranjeros, reflejan la tensión existente, respecto a la conveniencia o no de la prolongación de las medidas restrictivas; lo cierto –para nuestro concepto– es que son soluciones extremas, con costos y beneficios económicos muy difíciles de evaluar, porque está de por medio nada menos que el valor de la vida humana, lo cual se constituye en una prioridad ineludible.
En este caso el Estado colombiano en cabeza del Presidente Duque, es a quien le asiste la gran responsabilidad de continuar reforzando el sistema de salud, con su gigantesco costo social de por medio, compensar financieramente a los afectados por el traumatismo que sufre la economía y simultáneamente mantener en pie de lucha el aparato productivo del país.
Aunque un numeroso grupo de lectores de LA LIBERTAD han venido sosteniendo –con cierta razón–, que los contagios venían siendo subestimados debido a que el país inició la lucha contra el coronavirus realizando pocos exámenes diarios, pero como las pruebas se incrementaron considerablemente en las últimas semanas, en duras jornadas diarias y seguramente seguirán en aumento, es lo que justifica la elevada cifra de contagios comprobados de los últimos días.
Lo gravísimo de la situación es que las cifras no se detienen y en el caso de Barranquilla y el departamento del Atlántico el número de contagiados sigue incrementándose cada día que pasa y lo que se creía controlado se convirtió en una expectativa con tendencia al alza de los afectados y fallecidos inversamente proporcional a los recuperados por el contagio.
Eso significa que el impacto de la pandemia en Colombia está muy lejos de los pronósticos iniciales, prueba de ello es el número de muertes, un dato mucho más fácil de verificar.
Hay que reconocer que el éxito del confinamiento depende también de medidas sociales, como la continuación de entrega de mercados – sin corrupción a bordo– a los hogares más pobres para que así se cumpla el llamado de “quédense en casa”.
Aparte de los mercados entregados –con intervención de Contraloría, Fiscalía y Procuraduría– hay que destacar los auxilios para las personas de los estratos 1 y 2, el mantenimiento y reconexión del servicio de agua sin pago, la prohibición de desahucios para arrendatarios caídos en su mensualidad, dinero extra para dos millones seiscientos mil hogares de Familias en Acción, 750.000 pesos extra para más de medio millón de Jóvenes en Acción, alivios en créditos de vivienda popular y otros que en realidad de mucho le han servido a millares de colombianos.