Edgard Macías y Jaime Antonio Echeverría Arteta (QPD). Dos personajes muy queridos por su pueblo Juan de Acosta.
Preguntar por Edgard Macías, se hace difícil, nadie lo distingue, es desgastante encontrarlo. Cuando preguntas por «Licho», todo el mundo lo identifica, desde los viejos, hasta los niños.
De igual forma sucedió siempre con Jaime Antonio Echeverría Arteta (QPD).
Fue alcalde de Juan de Acosta y líder político, hombre franco y de un humor original. Preguntar por Jaime Antonio Echeverría Arteta, es preguntar por un extraño.
Es totalmente distinto cuando preguntas por el «nono Echeverría». El indagado esboza una sonrisa amplia y afloran sus gracias y bromas de los recuerdos.
«Licho» y «el Nono», estudiaron en la Escuela Normal, en la época de oro de esa institución educativa, cuando recibía a inquietos estudiantes de los municipios vecinos de la ciudad de Barranquilla.
Época también en que, los medios de comunicación y el transporte público, eran muy escasos. Se enviaban recados por la emisora local, Radio Libertad.
El Nono y Licho eran amigos inseparables del pueblo y ahora, socios de estudios en la Normal para Varones, perfeccionaban sus bromas.
Al primer descuido de sus compañeros, en los comedores de la Normal, cambiaban los almuerzos por cargados platos de arena negra de capa vegetal.
Los «socios» viajaban a Juan de Acosta cada mes y aprovechaban el camión de Casimiro de la Hoz, para enviar la ropa sucia, en talegos de lienzo, con rayas azules; así, de vuelta, recibían los talegos con la ropa lavada y planchada rigurosamente, con las planchas de carbón de la época.
Junto con la ropa, traían bolsas de maniguetas, amplias y fuertes, cargadas de quesos, mantequillas y bollos de mazorcas, millo y bollos limpios. También carne fresca y cerdo magro.
«El Nono» y «Licho», antes de llegar a las residencias, donde pernoctaban con sus familiares, en Barranquilla, vendían parte de la encomienda, y guardaban parte del dinero, para cuando fueran a Juan de Acosta, tomarse varias botellas de Ron Blanco. El inconveniente era para ese entonces, que los aguerridos gorreros, disfrutaban de esos ahorros, sin colocar un peso para el trago.
-Este fin de mes, cuando estemos en el pueblo, gorrero que venga a pegarse con el ron, lo ignoramos- dijo «El Nono».
«Licho», sonriente, aceptó la propuesta.
El fin de mes llegó y los muchachos se citaron en los billares de «pajarito», en el billar ubicado frente a la plaza, diagonal con la Iglesia de San Juan Bautista. Habían comprado una botella de Ron Blanco, y jugaban un partido de buchacara, cuando «El Nono» interrumpió a «Licho»:
- Macías, mira quién viene, Martín «yuca asá», vamos a ignorarlo. Cuidao y le brindan un trago- dijo señalando a Mateo Higgins, que servía de la botella.
Martín «yuca asá» venía en un burro grande y flojo, atravesando la plaza. Se bajó con el gancho en la mano y saludó a los jóvenes estudiantes. Deseoso de involucrarse en el juego, Martín» yuca asá» le dijo a «Licho»:
-Ponle el efecto contrario, mira que el quince está vendido, cuidado, te caes-- «Licho»no lo miraba, lo ignoraba al igual que «El Nono».
- Tira el quince, que está facilito,- decía Martín » yuca asá» al » Nono», y este tumba otra bola, anotándose malas a propósito.
Minutos después, «Licho» y «El Nono» se abrazaron, en la puerta del billar, mirando hacia Tubará. Venía una tempestad de nubes oscuras.- «El Nono» abrazó a «Licho» y le dijo:
- Yoouurdss Macías, mira ese mundo de lluvias que viene del lado del Piojó, ¡ qué tempestad tan grande!
Mateo volvió a servir, ignorando a Martín » yuca asá».
Martín se levantó, se ajustó el cuello de la camisa, agarrando las dos puntas. Con ambas manos, apretó el gancho de guayacán, herramienta de afilada punta de madera, que utilizaba para puyar el burro, y dijo con profunda ironía:- Par de mequetrefes, los Paes los mandan a estudiar a Barranquilla, y no saben dónde están parados, ni pa dónde queda Piojó-.
Se montó y puyó al burro. – Me largo de aquí-. Y agregó:- Nimales duros, no brindan un trago-.
Al alejarse unos metros, «El Nono» riéndose dijo:- Ya cayó el primero, lleva la cuenta, Mateo. Jajajaja…
Guillermo Luis Nieto Molina.
D.A.