*El exministro de Salud Alejandro Gaviria reflexiona sobre el momento actual de la pandemia.
Por: Alejandro Gaviria
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Creemos firmemente en el papel de la academia en el debate democrático, en la importancia de la apropiación social del conocimiento y en el papel de la academia en la búsqueda de este objetivo preponderante.
Todo esto, toda esta complejidad ética, hace que la politización sea inevitable, que sea incluso necesaria, insisto. Pero la politización tiene también una dimensión problemática. Dañina. Deletérea, dicen los clínicos.
Implica muchas veces la transmisión deliberada de información falsa, la distorsión de los hechos, los mensajes tendenciosos y, sobre todo, la imposibilidad de un diálogo racional, la búsqueda de algún tipo de acuerdo que facilite una toma de decisiones legítima. Y eficaz también. El debate sobre los colegios se está convirtiendo en un asunto de barras bravas, el de las vacunas podría convertirse en un intercambio de insultos entre extremos políticos… De allí la importancia de la academia, la centralidad de espacios como este.
La academia, estoy convencido, debe promover las virtudes republicanas del respeto y el diálogo civilizado. La ciencia es importante no solo para la tecnocracia. La ciencia es importante en el debate público.

Ahora me doy cuenta de que un buen título podría haber sido ‘el futuro de la pandemia y la pandemia del futuro’. Pensamos que hay tres temas importantes (entre otros, por supuesto) que serán decisivos en los próximos meses: la vacunación, la acumulación de variantes y las respuestas y adaptación social. La política social entendida en un sentido amplio.
El debate sobre las vacunas tiene muchas dimensiones. Yo quisiera enfatizar en esta introducción la dimensión ética.
La covid-19 reveló algunas de nuestras desigualdades más protuberantes y problemáticas: en conectividad, en protección social y en las condiciones de salud.
Las vacunas (su producción, comercialización y distribución) están revelando un problema ético aún mayor: las limitaciones del modelo de innovación farmacéutica, el nacionalismo perverso y la ausencia de mecanismos razonables de gobernanza global.
El diseño de las vacunas requirió una gran cooperación global. Su distribución ha sido lo contrario: ha estado caracterizada por la superposición de intereses particulares, geopolíticos y económicos.
«La vacuna es parte de la solución, pero no es la solución definitiva»
Hace unos meses hablábamos de bienes públicos globales. Hoy tendríamos que aceptar que esa idea parece ilusoria. Tierra de nadie. Una utopía necesaria.
El otro tema del momento son las variantes del virus, que, creo yo, han sido mayores que las esperadas. Las dinámicas explosivas en algunos lugares y las reinfecciones en otros han generado preocupación. El miedo cunde. Creo que es importante, tal vez, distinguir entre lo que sabemos al respecto y lo que extrapolamos, entre lo que conocemos hoy y lo que tememos mañana.
Ya escribí una nota extrapolativa hace unos días, planteando una suerte de carrera armamentista entre el virus y las vacunas (ver nota anexa). La posibilidad existe, pero la probabilidad es todavía incierta.
Finalmente, la adaptación social, las políticas sociales, el sentido y el énfasis de la recuperación serán fundamentales para el futuro de la pandemia y la misma legitimidad de las democracias. Pareciera que la vacuna ha hecho olvidar este punto. Es como si quisiéramos una solución farmacológica que nos regresara al pasado y nos evitara la necesidad de abordar ciertos problemas complejos.
La vacuna es parte de la solución, pero no es la solución definitiva. Este es, en últimas, un problema de acción colectivo, no simplemente un reto científico.Evolución del virus, un factor de preocupación
Todo parece obvio en retrospectiva. El mecanismo darwinista, recursivo, oportunista, implacable, digamos, ha funcionado con celeridad. Nuevas variantes del SARS-CoV-2 han aparecido en Inglaterra, Sudáfrica, Manaos y seguirán probablemente apareciendo en otros lugares de alto contagio.
Las nuevas variantes son más contagiosas y (algunas) parecen capaces de evadir el sistema inmune. Con todo, las dinámicas explosivas de transmisión se repiten en varios países y las historias de reinfección comienzan a multiplicarse. Anécdotas todavía, pero cada vez más numerosas.
El caso de Manaos, donde, según los datos disponibles, más del 70 por ciento de la población se infectó inicialmente y los pacientes hospitalizados han crecido de manera rápida por segunda vez, es preocupante; parece revelar el peligro y la eficacia del mecanismo darwinista: la nueva variante podría ser parcialmente inmune a la inmunidad adquirida.
Algo similar probablemente pasará con las vacunas. No hay razones para esperar nada distinto. La historia se repetirá. El virus seguirá mutando, cambiando, buscando salidas. Surgirán nuevas variantes que disminuirán la efectividad de las vacunas disponibles. Las vacunas tendrán que actualizarse constantemente. La pandemia será un juego repetido, una especie de carrera armamentista entre el virus y la humanidad. Algo similar ya ocurre con otros virus respiratorios, pero en este caso la escala y la letalidad son mayores.
«La vacunación en ciernes será importante, pero no será el capítulo final de esta historia trágica»
Desde el inicio de la pandemia quise concentrarme en las buenas noticias, en lo positivo. He tratado de promover la necesaria defensa de los derechos humanos, las libertades individuales, la democracia, la educación, la salud mental, etc. Lo seguiré haciendo.
Me preocupa, sin embargo, este posible escenario de ciencia ficción, la duración de la carrera armamentista entre la evolución del virus de un lado y el diseño inteligente de las vacunas del otro. La capacidad de adaptación del virus (esto es, la celeridad y eficacia del mecanismo darwinista) parece ahora más preocupante que siempre.
El juego de una sola vez se vislumbra ya como un juego repetido, de varias iteraciones. La vacunación en ciernes será importante, pero no será el capítulo final de esta historia trágica.
La humanidad prevalecerá, pero va a tomar un tiempo. El final no será el resultado de una sola gran campaña de vacunación. La adaptación será más compleja, con consecuencias sociales todavía imprevisibles. Yo seguiré tratando (a pesar de todo) de presentar y divulgar buenas noticias. Pero no puedo desconocer que el año comienza en medio de mucha incertidumbre y un poco de desesperanza.
ALEJANDRO GAVIRIA*rector de la Universidad de los Andes
Fuente: Tomado de EL TIEMPO
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