Por: Andrea Carolina López, para «Tema Universitario».
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No podemos dejar de terminar este 2020, sin antes dejar esta simple nota, que se refiere a la figura del maestro, que es fundamental en el proceso de crecimiento integral del estudiante, lo que radica como un ente motivacional para que los alumnos se encuentren activos y dispuestos en el ámbito cognitivo, afectivo y actitudinal a desarrollar y fortalecer sus autonomías: que es lo que necesita la Constitución Política y los Fines de la Educación colombiana. Por lo tanto, es necesario que el maestro tenga las competencias requeridas para poder trasmitir conocimientos y afectos como diálogo constructivo, pues nadie da de lo que no tiene. El maestro, con mayor reconocimiento social, debe desarrollar una actitud constructiva y creadora en su nueva forma de hacer y favorecer la innovación de la enseñanza en las instituciones escolares, que incida en su manera de enseñar, y contraste la teoría y la práctica educativa a partir de la reflexión y el desarrollo de actitudes colaborativas y compartidas.
Nos encontramos con nuevos retos desde esta pandemia del Covid-19, que se deben enfrentar de manera diferente porque son nuevas generaciones que responden de otras formas, por lo que se debe recalcar y esclarecer las coyunturas o rupturas que se dan en nuestro presente, entonces, existe una línea entre las realidades y utopías que enfrenta el maestro del siglo XXI, como son, la virtualidad, las nuevas juventudes y demás (Mora, R. Prácticas curriculares cultura y procesos de formación. Segunda Edición. Ediciones Universidad Simón Bolívar, Barranquilla, 2012). En la labor docente, este requiere tener unas competencias específicas que le permitan desenvolverse de manera correcta en su ámbito con el fin de generar un aprendizaje significativo que trascienda a la vida de cada estudiante, y estos son las siguientes caracterizaciones: capacidad de asombro, investigador, conocedor del entorno, capacidad de reflexión sobre la práctica, una actitud autocrítica, tolerancia a la incertidumbre y dominación de las nuevas tecnológicas pero sobre todo esto hay un ingrediente especial y es la fe de creer que su trabajo impacte la vida de cada ser humano al cual se está dirigiendo e interiorizar que en todo persona a la cual se dirige hay grandeza, capacidades, destrezas, valores que son necesarios potenciar y cultivar.
Se trató de un año muy complejo, donde nada estaba previsto: es por ello, que la escuela y la universidad deben formar para la incertidumbre desde la integralidad, donde el estudiante sea capaz de vivir simulaciones pedagógicas, didácticas y curriculares de crisis, tensiones, incertidumbres en el salón de clases desde los saberes. Entonces, tenemos que las Facultades de Educación deben formar licenciados para estos retos. Esperamos que el 2021, las instituciones educativas, en especial la Universidad del Atlántico pueda responder a estos retos.
#DIARIOLALIBERTAD
 
			 
		









